—Esa zona —dijo Robert—, es reputada por sus leyendas, entre los templarios y los cataros, el departamento de Aude y sus alrededores albergan misterios y muertes innumerables. La más contada es la de Saunière y el castillo donde nos encontramos ahora. Se cuenta que esa ruina era una especie de Palacio Solar donde cada fase se veía reflejada por la arquitectura y los ángulos de las edificaciones.
―También cuenta acerca de las reliquias de Jesús y del Santo Grial ―susurro Ethan.
―La leyendaria guerra entre los cataros y la iglesia católica ―continuó Robert.
―Terrible, el castigo fue abominable, todavía no logro entender por qué se rindieron, debían de saber que no se les perdonaría. Era mejor luchar hasta la muerte que morir en la hoguera ―explicó Ethan.
―Sí, es triste. Pero no creo que ellos tuvieran algo de Jesús. Ellos no creían en la representación divina en un humano, por ende no podrían haberlo idolatrado ―argumentó Robert.
―Podían si lo consideraban como a un ángel ¾propusó Ethan.
―No en forma humana ―negó Robert―. Los cataros pensaban que el cuerpo sujetaba al alma pura. El cuerpo era un simple objeto de deseo y del mal en contra del alma pura y perfecta.
―Dicen que se sacrificaron para poder dejar escapar a la representación de su iglesia. Una noche tres sombras fueron vistas abandonar al castillo con una mudada sobre el hombro de uno ―dijo Ethan.
―Entonces era algo bastante pequeño, un libro puede ser ―propuso William.
―En una mudada debería de ser varios libros, y los otros dos iban de guardaespaldas ―indicó Robert.
―Se cuenta que habían logrado salvar a la iglesia de los cataros, es decir su fe. Los libros deberían de basarse sobre sus creencias, ¿no creen? ―dijo Robert.
En ese momento Ethan intento levantarse, y con la ayuda de su gemelo se incorporó despacio.
―No concuerdo, pienso que era un rumor que les convenía difundir, y funcionó. Hasta la fecha sabemos que se escaparon con algo que nunca alcanzamos conocer el contenido. No había nada allí, es mi opinión ―concluyó Ethan.
―Si no había nada entonces nunca lograron sacar lo que querían ―dijo William.
―O ya lo habían hecho ―opinó Adam―. Pero no tiene sentido porque no habrían inventado un estratagema.
―O, mientras se encargaban de ellos, no prestaban atención a lo que sucedía en los alrededores ―prosiguió Robert.
―¡Vaya que suerte la nuestra! Esta lloviznando y estamos sin techo – se quejó Ethan.
―Un poco de lluvia no te hará daño, Ethan ―se rio William.
―Es algo inaudito ―susurro Robert asombrado mirando al cielo.
―¿Qué cosa? ―inquirió Adam alzando la vista.
―Va haber un arco iris, justo encima de nosotros.
―¿Cómo lo sabes? ―preguntó William escéptico.
―Siempre estudiamos la luz, el viento, y las nubes antes de saltar. Te apuesto que en exactamente tres minutos tendremos un arco iris justo encima de nuestras cabezas ―dijo Robert con una media sonrisa en su rostro.
Con una asombrosa exactitud las hinchadas nubes llenas de agua cuyas gotas reflejadas por el sol proyectaron al hermoso arco iris justo encima del castillo de Montsegur, justo encima de las cabezas del grupo sentado en el suelo.
―Extraño es ver el arco iris apuntar allá por el muro del castillo ―observó Ethan señalando con su mentón el lado opuesto a ellos.
―¡Convencidos, chicos! ―se emocionó Robert.
―Nunca había presenciado un espectáculo tan fascinante ―pensó Adam a voz alta.
―Sabía que el castillo era reputado por ser un palacio solar pero jamás pensé que fuera un palacio de luces ―murmuro Ethan―. Además los colores parecen más vividos, ¿o soy yo?
―Eres tú Ethan, tan romántico como siempre ―se mofó William.
―Idiota ―lanzo Ethan malhumorado―, pero en serio, ¿acaso no lo ven? Apuesto a que traspasa una ventana. Un evento de esa magnitud no puede ser casualidad alguna. ―Ethan tiene su punto, iré a ver ―anunció Adam levantándose.
―Iré contigo ―dijo William encaminándose también.
―Voy con ustedes ―anunció Robert.
―¡Y yo qué! ―grito Ethan solo, clavado en el suelo por su herida―. Claro, Ethan, das las buenas respuestas e ideas y quien se queda solo y atrás y que nunca toman en serio, ¡yo!
Adam avanzó sin dudar en dirección del arco iris, caminó por el sendero irregular y empolvado de la tierra hasta creer ver el reflejo de un rayo del mismo arco iris traspasar por la ventana.
―Nunca he creído en las coincidencias, Adam ―dijo William cruzando sus brazos sobre su pecho.
―Cavemos― propuso Robert.
―Iré a buscar el material ―dijo William.
―Lo tengo ―suspiro Ethan recuperando la respiración.
―¡Qué demonios haces aquí! ―regaño su gemelo.
―Quedarme atrás y perder toda la diversión, no lo creo. Además yo no soy el que va a cavar ―puntualizo con una sonrisa de autosuficiencia.
Sin contestar William tomo las tres palas y cada uno tomo una para cavar en círculo alrededor del rayo del arco iris. Llevaban más de media hora cavando sin tener ningún resultado. William fue el primero en tirar la pala, seguido por Ethan, mientras Adam enojado golpeaba la tierra sacando un montículo de tierra impresionante en cada pala.
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Editado: 09.12.2018