Sin-Almas 3 © Almas Eternas

capitulo 6

Incapaz de concentrarme, jugar o conversar con los gemelos y William, me retiro a la terraza trasera del segundo piso de mi mansión. Afuera, la humedad y el calor presagian una noche lluviosa. Cansado y exasperado, miro a la luna llena resplandercer en el cielo oscuro. La contemplo durante lo que me parecen horas mientras los minutos desfilan sin que James muestre signos de vida. Él dijo que estaría aquí pronto... La impaciencia me está comiendo por dentro poniendo a prueba los pocos nervios que me quedan; y a pesar de la ducha, siento la tensión circular libremente por todo mi cuerpo.
¿Por qué no logro apaciguarme?
¿Por qué me siento tan inquieto?
Una vez más, miro a la luna llena como si ella pudiese darme las respuestas silenciosas que estoy buscando. Ella me mira, pero ante su mutismo tengo la impresión que ella se está riéndome a la cara.
Ella lo sabe, no sé por qué siento que la luna sabe lo que está pasando.
Sí, ella tiene que saberlo.
No recuerdo la última vez que me sentí tan nervioso. Es como si pudiera presentir que algo imprecindible está por suceder... o ya sucedió.
Sin quitar de vista al astro, termino por comprender que estoy perdiendo el tiempo.  En ese mismo instante, tengo que estar en otro lugar. Esa sensación es tan vital, que un sudor frío impacta mi cuerpo entero. Y sin pensarlo dos veces seguidas, corro hacia la mansión, paso frente a los chiscos sin siquiera detenerme, bajo las escaleras y abro la puerta principal de mi casa. Justo en ese instante, James aparece como por arte de magia, al frente mío.
Por un corto segundo, ambos nos miramos.
-Tengo que estar en otro lugar -le informo a James, sin detenerme a esperar su respuesta.
-Espera, ¿para dónde vas? -me grita James detrás mío.
Sin responder, me meto en mi coche y salgo de allí a toda velocidad. No sé lo que está pasando, solo confío en mi instinto. Y él me está diciendo que Nina está en problemas. Con las tripas hasta el cuello, empujo el motor de mi vehículo hasta sus últimas fuerzas. Recorro todo el camino en un tiempo record, allí al frente del apartamento de Nina no veo ninguna luz prendida.
De inmediato, vuelvo a incorporarme en mi auto y me dirijo hacia el bosque. Con desesperación digito de memoria el número de Nina.
El tono suena, una y otra vez, hasta transferirme a su contestadora.
¡Diablos! Estoy por llegar a la última vuelta, cuando el espectáculo me deja sin voz.

Allá, al otro lado de la curva, Nina está sola frente a un coche que avanza directo hacia ella.
Al instante calculo las posibilidades que me quedan, y de inmediato realizo que ninguna es buena.
En todas me quedo corto de tiempo.
¡JODER!!
¡¡¡Qué está ocurriendo!!!

Con las lágrimas de impotencia, soy testigo de la escena. El cuerpo de Nina bloquea el paso del vehículo y éste está por impactarla de frente. 
-¡¡Nina!! ¡¡¡Quitate de allí!!!! 
Desesperado, salgo del vehículo y corto la distancia por el sendero de tierra y zacate. Solo me falta una mano para llegar hasta ella, unos cuantos dedos para poder tocar su cuerpo y arrastrala hacia mí lejos del pedazo de metal.
Pero, mis dedos nunca llegan a tocar los suyos, el auto me superó en velocidad e impacta a Nina de frente. Y veo impotente su cuerpo pegar contra el parachoques, girar y golpear el parabrisa justo cuando las ruedas frenan, lanzándola a metros de distancia.
Sin poder creer lo que mis ojos presenciaron, parpadeo varias veces. Segundos después realizo la atrocidad de la escena.
El cuerpo de Nina yace en el asfalto y desde aquí puedo oler su sangre derrarmarse a una velocidad inquietante. Sin perder un segundo más, corro hasta ella. Son pocos pasos, pero en mi mente, Nina parece estar a kilómetros de distancia. De rodillas, observo con un ojo clínico a Nina: tiene pulso, y sus ojos están abiertos. Estoy por voltearme a ver a los criminales, cuando escucho y veo varios coches llegar hacia nosotros. No me cabe la menor duda que es William con los demás. Si ellos están aquí, podré encargarme de Nina sin prestar atención a esos dos de la par.

-¡No la toques! -me grita, el tipo desde el asiento pasajero.

Sin contestarle, me quito la camisa y con ella mantengo la presión sobre la cabeza de Nina. El corte es profundo, y mentalmente paso lista todas las posibles lesiones cerbrales que Nina podría sufrir. Cada una me enoja más. Las ignoro, y sigo con mi trabajo.
Examino a Nina, y con certitud sé que tiene varias costillas rotas, una luxación en su hombro derecho, además de una fractura abierta del tibia izquierdo. Todo es doloroso, pero fuera del golpe y corte en la cabeza junto con la pérdida de sangre, su vida no corre peligro.
Estoy por enfrentarlos, cuando descubro a William, los gemelos, y James justo detrás de ellos con los brazos cruzados. Del otro lado de la pista, se distingue otro vehículo estacionándose. Está vez, no sé de quién se trata.
El vehículo negro, apaga sus luces, y un hombre de mi estatura vestido enteramente de negro sale. Él camina hasta nosotros hasta llegar al auto de los criminales. En un gesto seco y rápido, él abre la puerta del vehículo y con cierta fría amabilidad le pide a la pareja de salir del vehículo.
Nadie se mueve.

De mi grupo, James avanza hacia el hombre de negro.
-Tanto tiempo mi amigo -dice el hombre de negro, al tender su mano.
-James, ¿qué haces aquí? -pregunta el desconocido.
-Asuntos personales. Viktor, necesito que te vayas, no has visto nada -pide James con amabilidad, pero firme.
-Lo siento Maestro, pero ese asunto es oficial. La Corte manda por ella -dice el desconocido, al apuntar su dedo sobre la mujer al volante.
-No me opondré a los deseos de la Corte, Viktor. Solo haz lo que tengas que hacer y vete -le ordena James, serio.
-Lo haré, le dejaré esta arma, por si acaso -propone Viktor, antes de tomar sin cuidado a la mujer detrás del volante.
-Will, lleva a Nina al hospital -ordeno yo, sin quitar de la mirada al hombre en el asiento pasajero.
-¿Por qué no la llevas tú? -pregunta Will, sospechoso.
-Qué pregunta más estúpida -contesto sin humor, riéndome- llevátela, ahora -le odeno por segunda vez. Ethan, Robert váyanse tambien, no tienen por qué ser testigos -pido al quitar el arma de las manos de James.
-Estás cometiendo un error -me advierte James.
-No, James. Ahora, suétala -le ordeno con una mirada llena de advertencia y amenaza.
-No-lo-hagas -ruega James sin soltarla.
-Es la tercera vez que intento quitártela, no habra una cuarta. Suétala -ordenó, pero James no se mueve. Sin piedad alguna, volteo a James contra la carocería, le aplasto el cráneo y le retuerzo su brazo izquierdo hasta escucharlo gritar. Aún así, James no la suelta. Al instante, cierro los ojos para no cometer una locura. 
-¡¡¡SUELTALA!!! -De inmediato, la mano de James deja caer la pistola, y la recojo antes de que caiga al suelo-. Tienes razón James, cometí un error. Nunca debí dejarlo vivir. Ni siquiera como humano.
-Él todavía no se ha convertido -dice James, intentando razonarme.
-Sí, lo sé. Pero humano ya no es -contesto con cierta satisfacción.
Sin mirar atrás, doy la vueta al auto, y saco a ese maldito. Ahora inconsciente, le doy varias cachetadas antes de poder ver sus ojos abrirse.
-¿Ya estás de vuelta con nosotros? -pregunto con falsa satisfacción.
-¿Quién eres? -pregunta el idiota, con temor.
-Tu peor pesadilla, créeme no estoy aquí para salvarte -informo antes de tirarlo para le piso-. Ruega por tu vida si puedes.
-¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Quienes son ustedes? -vuelve a preguntar con temor en su voz y en sus ojos.
-¿Sienten ese olor? -pregunta James, apenas Will le pasa adelante con Nina en sus brazos.
-Ahora sí, ves, tampoco James te salvará. ¿Verdad James?
Él me mira sin realmente verme, sus ojos están perdidos en un punto invisible. A sabiendas que dentro de poco tiempo James recordará el pasado borrado de su memoria por la madre de Nina; me llevo al ex-novio  por el cuello y lo obligo a ponerse de rodillas frente a las luces de su vehículo.
-Tienes una oportunidad para hacer las cosas bien: o te doy mi arma y nos haces un favor a todos quitándote la vida, o lo hago yo de la manera que juzgue la más conveniente. En ambos casos morirás, ahora tendrás que escoger cómo; o con honor y sin dolor, o como cobarde que eres y me encargaré que tu dolor sea el único recuerdo que te quede antes de matarte.
-Lo... lo... haré... yo -tartamudea él sin verguenza.
-Un trato es un trato -y con una sonrisa de oreja a oreja le entrego el arma de Viktor.
-¡Estás loco! -me grita james.
Con una mano, le pido silencio mientras disfruto de ese momento. Sé lo que va a suceder, es tan claro como la luna de esta noche. Con mano temblorosas, el Lucio ese intenta apuntarse con la pistola.
-No falles, o tendrás que dispararte otra vez -digo al gozar de mi crueldad.
Lucio, coloca su arma en la boca, e intenta respirar mientras encuentra las fuerzas para apretar el gatillo.
-No es fácil verdad -le susurro al oido- es más simple acelerar sobre una mujer indefensa.
-No es mi cul...
-No hables, deja esa arma en tu boca, solo escucha lo que tengo que decirte. Tengo mucho de que hablar contigo. Tantos asuntos que ver contigo. No imaginas las ganas que tengo ahora de disparar ese gatillo por tí. Aunque la verdad, a lo mejor, deberíamos enfrentarnos a golpes. Pero, no mereces la pena. Eres un hombre patético que retuvó a Nina por la fuerza.
-Fácil es ser juez y verdugo. Un día te tocará comer tus propias palabras -dice, antes de escupirme en los zapatos.
-Como quieras Lucio -digo al tomar el arma de sus manos. Retrocedo unos pasos y me posiciono-. Nunca me lamentaré de lo que estoy por hacerte. Te dispararé, esa bala irá directo a tus pulmones y te verás morir lentamente, solo.
-Te perseguirán, te matarán -me amenaza el mocoso.
-¿Quién? ¿A mí? Por favor Lucio, eres un Sin-Alma ahora; o al menos pronto lo serás. Ya no eres humano, tampoco un Sin-Alma. En resumen, no eres nada. Y yo te mataré -y sin pestañear, coloco mis manos en posición, firmes y apunto. Antes que mi dedo índice presione el gatillo, una sonrisa se dibuja en mi rostro. Pronto, Lucio morirá.
Pronto, yo lo mataré. Y Nina quedará libre. Libre de él, al menos.




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