Por favor, Minho - finalicé sentada al lado de este mientras acariciaba con mis yemas de los dedos la palma de su mano en un intento de consolarle.
Sin darnos cuenta, los días pasaron y, aunque el problema del parque pasó desapercibido, se notaba mucho que algo en el chico había cambiado. Por esa razón, había decidido encerrarme en el dormitorio con él y obligarle a hablar.
En estos casi dos meses me había hecho muy cercana con Minho, incluidos Chan y Seungmin. El chico siempre, o al menos desde que le conozco, ha sido bastante distante, normalmente mira al suelo sin levantar la vista y evita relacionarse mucho con el resto. Pero, desde aquel día, esto se volvió peor. Después de tanta convivencia juntos, conseguimos que Minho fuera el que tomara la iniciativa, en muchos casos, cuando estábamos los cuatro juntos o el que me preguntaba – con gestos o un papel, obviamente – cuando volveríamos a reunirnos todos.
No podía permitir que esto siguiera así.
Después de varios dilemas, y con la ayuda de Chan y Seungmin, finalmente me decidí por interrogarlo hasta que hablara para poder ayudarle.
Terminamos de cenar. Cuando limpiamos todo, lo agarré del brazo y me encaminé hacia el dormitorio. Este no puso mucha resistencia, solo se dejó llevar.
Me senté en mi cama y tiré suavemente de su brazo para que él hiciera lo mismo.
Ahora si me miraba desconcertado, mirándome a los ojos mientras intentaba descifrarme.
- Minho, estás mal y tenemos que hablar – pareció comprender a la perfección a qué me refería, por eso agachó la cabeza y se liberó de mi agarre.
Negó.
- ¿Acaso no quieres ayuda? ¿Prefieres estar así cada día? No voy a permitir eso, ¡claro que no! – dije enfadándome por alguna razón – Me da igual si quieres escribir en un folio, pintar en la pared, usar el ordenador o hablar con gestos, pero me vas a contar todo – sentencié.
Me miró a los ojos fijamente, como disculpándose. Segundos después, negó de nuevo.
Me levanté y me dirigí hacia la puerta.
Eché el pestillo.
- Tengo todo el tiempo del mundo. De aquí no salimos hasta que hables – se que tal vez me estuviera pasando, pero no iba a dejar que esto siguiera empeorando.
Este cogió, algo tembloroso, la libreta y el lápiz la abrió al azar. Yo volví a sentarme a su lado y cogí su mano.
Antes de nada, me miró con súplica, pero no me echaría atrás.
- Por favor, Minho - finalicé sentada al lado de Minho mientras acariciaba con mis yemas de los dedos la palma de su mano en un intento de consolarle.
Esta vez fue él quien soltó un suspiro.
Se centró en la libreta y comenzó a escribir. Me alejé para dejarle espacio y que no se sintiera presionado, de lo contrario no se expresaría adecuadamente.
Me puse en el ordenador, ha hacer de todo pero sin hacer realmente nada. De vez en cuando miraba al chico, pero este seguía en la misma pose, pensando para poder poner las palabras correctas, como queriendo expresarse con el mayor de los cuidados.
Fue una de las veces en las que escuché un pequeño sollozo.
Un par de lágrimas habían caído en el papel.
Me giré y lo vi con las manos en la cara, limpiándose los ojos mientras intentaba controlar su llanto.
¡Hasta aquí el capítulo de hoy!
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AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.
EDITORIAL: Ediciones Arcanas.
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