Sin edad para el amor

Capítulo Cinco

Rachel 

Desperté con un dolor punzante en la sien, llevé la mano por instinto a la zona y pude notar un abultamiento. Juro que iba a demandar a ese reportero de quinta. 

Al abrir los ojos, me encontré rodeada de paredes blancas, con un suero a mi lado y una bata de hospital cubriéndome. ¿Por qué estaba en una clínica? 

Me incorporé con cuidado y quitándome la intravenosa me dirigí hacía la puerta de la habitación. Pero antes de alcanzarla, una enfermera la abrió bruscamente, haciéndome caer de sentón. ¿Por qué todo me estaba saliendo mal? La enfermera se apresuró a disculparse y ayudarme a levantarme.

—Lo lamento, no te vi.—murmuró ella. 

—No me digas—respondí con sarcasmo y con el pulso latente en mi sien. 

—Deberías estar en la cama —dijo la enfermera mientras me guiaba de regreso y me acomodaba la intravenosa. 

En ese momento, entró Sebastián. 

—¿Cómo se encuentra?—preguntó dirigiéndose a la enfermera como si yo no estuviera ahí. 

—Ella está bien. Solo le puse un poco de suero, ya que tenía síntomas de deshidratación—respondió la enfermera.

—Gracias, prima.—dijo Sebastián.

Ella me miró de arriba abajo.

—En cada cosa que te metes, suerte con ella—dijo agarrando sus cosas y saliendo de la habitación. 

¿A qué se refería con eso? ¿Y qué tipo de suerte tenía que toda la familia de ese tipo se me apareciera en un momento así?

—Llamaré a la policía—dije con determinación. 

—Yo llamé a tu madre. Debe estar llegando en unos minutos —respondió Sebastián. 

—¿Se puede saber cómo conseguiste el teléfono de mi madre?—pregunté con preocupación mientras observaba cómo sacaba mi bolsa y la colocaba cerca de la orilla de la cama. 

—El número lo tomé de aquí. Si tuviera malas intenciones contigo creo que en igual de llevarte a un hospital el panorama hubiese sido diferente, ¿no te parece?

En ese momento el celular de él sonó. Lo que hizo que se levantara y saliera del cuarto. Agarré mis cosas y saqué el celular, no tenía pila. Genial. 

Aguardé unos minutos hasta que entró otro enfermero. 

—Alguien acaba de atenderme. —dije sintiendo un creciente malestar, ya no quería que otro mugroso se acercara a mí.

—Rachel, no me conoces, pero tengo que decirte algo ya que si no lo hago Sebastián podría meterse en problemas. 

—¿Y tú quién eres? —pregunté un tanto confundida. 

—Soy Ramiro, su cuñado. 

Confirmado que toda la familia de aquel gato trabajaba en aquel lugar. 

—Pobre de ti que tienes una hermana como… ¿Andrea? Un nombre común y corriente difícil de olvidar. 

—¿Qué? No, Andrea no es mi hermana. Soy su excuñado más bien. —respondió tratando de mantenerse calmado. 

—Mira, sea lo que sea no me interesa, los chismes son para gente que no tiene vida y…

Entonces sacó su celular y me lo puso en las piernas. 

—Lee eso. 

Miré de reojo y cuando me percaté que salía en la portada lo agarré inmediatamente. 

El encabezado decía. 

<<Rachel Casablanca oculta romance>>

Otro más.

<<Rachel Casablanca se mete con un casado>>

En la foto de portada, aparecía yo abrazando a Sebastián, con Andrea cerca de nosotros.

Trágame tierra. 

Me levanté molesta. Quité de nuevo eso de mi mano. Y con el celular de Ramiro le marqué a mi madre.

—Sí Rachel, ya vi la nota, tu padre se está encargando que la quiten. —me sorprendía como mi madre lograba conocerme tan bien, pero a la vez no. 

Antes de que pudiera decirme algo más le colgué. 

—Te conozco, he leído mucho sobre tu padre y sé que tiene influencia. Te pido por favor que no tomes represalias contra Sebastián—dijo Ramiro quitándome el teléfono de la mano—. Él no es un hombre malo, aunque no lleva una vida digna el siempre supo salir adelante, lo conozco desde hace años, mi hermana fue su prometida, pero no se pudo casar porque ella murió dos semanas antes de la boda. 

Lo escuchaba, esperaba que dijera <<Lo siento>> No lo hice. Todos moriremos algún día. Nadie era la excepción. 

—Si pretendes que tenga compasión por él creo que te estás equivocando de persona.—respondí con frialdad. 

Sin percatarnos, en ese momento Sebastián se paró frente a nosotros, y me miró serio, una mirada dura como con coraje.  

—No debes contarle la vida de otra persona a un extraño. —dijo dirigiéndose a Ramiro. 

—Yo solo trataba de ayudar. 

—Gracias, pero con gente como ella es imposible dialogar—añadió Sebastián con dureza. 

Sonreí, no sabía en que se estaba metiendo este tipo. 




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