Caín.
Después de tantos años en el Comando ahora paso mis días en la academia de la seguridad de Venezuela. Tengo en mis manos la preparación de jóvenes para la defensa y protección del país.
Mis días comienzan a las 8 de la mañana con el primer grupo de principiantes. Nunca lo hubiese imaginado, pero me gusta lo que hago, me gusta hablar desde mi propia experiencia para que ellos aprendan. En algunos casos me he descubierto preguntándole a Elisa sobre técnicas de aprendizaje y ella de muy buena forma me orienta con respecto a eso.
Elisa.
Ella está en casa, hace aproximadamente 4 meses que llegué de Rusia y lo nuestro ha evolucionado muy bien. Me gusta mi nueva vida.
Despertar con ella, desayunar juntos, llevarla a su trabajo y al medio día encontramos para almorzar, es una rutina a la cual me he acostumbrado. Salgo de la academia a las 6 de la tarde y al llegar a casa ella me está esperando, en algunos casos me recibe con una deliciosa cena o algunas veces cenamos fuera.
Me me hubiesen dicho que así sería mi vida a esta edad, y no lo hubiese creído.
Termino de dar las orientaciones y salgo del aula de clases. Reviso mi teléfono y veo una llamada perdida de mi esposa. Veo que hace 10 minutos la hizo y cuando me dispongo a devolver la llamada veo a un colega acercarse.
-Hola. Lástima lo de tu camioneta. Dice y no sé de lo que habla.
-¿Por qué?. Pregunto sin saber.
-Vi que la llevaban en una grúa.
-No. Niego y esta vez suena mi teléfono.
-Hola. Respondo a Sulvarán.
-Pana tu esposa te chocó la camioneta.
-¡¿Qué?!. Digo al teléfono y me alejo de mi colega.
-Si, en este momento está siendo trasladada en una grúa hacia tránsito.
Mierda.
-¿Viste a Elisa?.
-Si, ella está bien.
-¿Estás seguro?.
-Seguro. Creo que me reconoció porque me pidió que no te dijera nada.
¡Joder!
Sin duda es ella.
-Gracias Carlos. Nos vemos.
Salgo de inmediato y conduzco un auto de la academia. Mientras lo hago marco el teléfono de Elisa y no me contesta.
-Contesta mi amor. Por favor. Digo en voz alta mientras tomo el camino más rápido. No me contesta y deseo que verdaderamente si esté bien.
A los 15 minutos estoy estacionando frente a tránsito y mientras estoy en el lugar saludo a uno que otro funcionario. A uno que otro lo conozco, pero en este momento no me importa socializar con ninguno de ellos.
Las sedes de instituciones de Venezuela tienen contacto entre ellas, al igual que sus funcionarios. Cada uno de se vale del otro para resolver casos ya sean de extorsión, asesinato, robos o cualquier infracción. Camino y veo a la mayoría con uniformes diferentes al mío. Nosotros como policía científica usamos uniformes de color negro. Si, también yo en la academia.
Al llegar veo a Elisa a lo lejos, veo que me está dando la espalda y habla con un hombre mayor un poco calvo. El le saca unos cuantos centímetros, pero lo que me hace enojar en este momento es la forma en como ese imbécil se dirige a mi esposa.
-DEBISTE DE ENCENDER LAS INTERMITENTES. Escucho mientras me acerco.
-No fue mi culpa. Escucho que responde ella.
-EN ESTE PAÍS LAS MUJERES NO DEBERIAN DE CONDUCIR. vocifera.
-Lo siento. Dice mi esposa.
-...Es que...
-¡NADA! NO VOLVERÁS A CONDUCIR EN TU VIDA. Grita y Elisa se aleja lentamente de el.
En un paso que da hacia atrás su espalda choca conmigo. Ella se voltea y se encuentra con mi mirada. Si no fuese porque me mira asustada en este momento golpearía a ese imbécil.
-¿TRÁNSITO SIEMPRE DEJA QUE LOS HOMBRES TRATEN ASI A LAS MUJERES?. Digo para todos en el lugar.
Veo como el jefe de este eje de la policía se acerca y al estar frente de mí me saluda con un apretón de manos.
-Baptista.
-Señor. Saludo con respeto.
-Esta mujer es una loca. Frenó de repente e impactamos su auto. Dice el hombre frente a mi.
-¿Estas bien?. Pregunto por lo que acaba de decir. Elisa asiente y este hombre sigue hablando.
-Mi hijo está aterrado por lo que pasó. Veo como señala a un jovencito y este si está asustado. Lo sé porque hasta ha perdido un poco de color en su rostro.
-Sea lo que sea que haya pasado, no es ningún motivo para gritarle de esa forma. Digo fingiendo la calma que no tengo en este instante.
Si esto hubiese ocurrido meses atrás, ya él estaría sangrando en el suelo, pero no lo voy hacer. Lo que menos quiero en este momento es hacer de esto algo mayor.
-¡Pero es una loca! Dice esta vez y yo tomo a la pelirroja de la mano.
-En su vida vuelva a llamar loca a mi esposa. Porque juro que le parto la cara. Amenazo mientras me acerco a él.