Sin la mirada del sol

Capítulo 2

Playlist #2 Parachute- Mean to be

Durante la noche del jueves, Matías no dejó de soñar con aquellos ojos grises y su dueña, aquella chica poseía una belleza tan natural, que hacía que él se quedara pensando cada vez más en esa joven.

Ella parecía una muñeca de porcelana, su imagen había despertado en él un sentido protector.

«Eres un tarado, Matías. Solo hablaste con ella por unas horas, no puedes "enamorarte" de ella en tan poco tiempo. Además, recuerda el embrollo que tienes con tu familia, de eso si que tienes que protegerte, inútil» pensó Matías, a veces hablaba consigo mismo para poder aclarar sus pensamientos.

—Núñez, quiero el boceto para esta tarde—la voz de su jefe lo hizo salir de sus pensamientos

—Si, Señor—fingió continuar dibujando en su tableta, cuando en realidad estaba jugando gato.

«Ni parece que tienes treinta y dos años, Matías. Sigues siendo un escuincle» Se río porque su yo interno tenía razón, era como un niño.

—Matías, una señorita te busca y está en recepción—una interna se asomó por la puerta de la oficina de Matías para informarle de su visita

—Gracias, Gabi. Ahorita bajo

Bloqueó su tableta, tomó su celular entre sus manos para guardarlo en su bolsillo de su pantalón.

Caminó hasta los elevadores, una vez adentro de uno presionó el botón de la planta baja. Cuando éste se detuvo, Matías salió de él y anduvo hasta la recepción de la empresa.

—Ana, ¿sabes quién me busca? —le preguntó a la recepcionista

—Si, aquella mujer de allá—señaló a una mujer castaña que estaba sentada de espaldas a ellos en un mueble de la recepción.

«¿Por qué me hace esto la vida?» fue lo primero que pensó al ver quién era la mujer.

Tamara estaba sentada frente a Matías sonriendo.

—Amor—se puso rápidamente de pie e intentó abrazar a Matías, pero él se alejó haciendo que ella casi se caiga de cara

—Tamara, ¿Qué es lo que quieres? —dijo sobándose el cuello, estaba cansado de todo este drama.

—¿Acaso no puedo venir a ver a mi prometido en su trabajo?

—¡¿Te vas a casar uno de mis compañeros?! —si las miradas mataran, los padres de Matías ya se habrían quedado sin hijo

—Eso quisieras

—Créeme que si—murmuró, pero Tamara aun así lo escucho, sin embargo, fingió no haberlo hecho.

—Eres un tonto—intentó lucir tierna, cosa que no le salió porque pareció una loca— venía a decirte que mis padres quieren cenar con nosotros y tus padres mañana por la noche.

—Lo siento, no puedo. Y si era todo a lo que venías, me despido.

Odiaba ser grosero, pero no podía evitar serlo si ella y su familia seguían insistiendo con el compromiso.

Por la tarde, Matías fue a la casa de su mejor amigo, para contarle todo lo nuevo en su vida. Gabriel y Matías habían sido amigos desde la universidad; él sabía toda la historia de Tamara y Matías, y había bromeado cuando supo que su amigo de veinte años, en aquel entonces, estaba comprometido con una chica super hermosa, por así decirlo. El vocabulario de Matías era un poco más refinado que el de Gabriel, por lo que él no diría la palabra que su amigo usó para describir a su prometida.

Gabriel le había dicho que, si no quería tener a Tamara como esposa, él se ofrecía como voluntario, hasta que llegó Sam, la ahora esposa de su amigo.

Matías tocó el timbre de la casa de su amigo, pero nadie respondía, así que comenzó a tocarlo muchas veces, y segundos después Sam le abrió la puerta.

—¿No te acuerdas de lo que te hemos dicho? —Sam lo regañó

—¿Sobre tocar el timbre? —Matías entró a la casa como si fuera suya y se sentó en un sofá.

—Si, Ani está durmiendo

Ani era la hija de seis meses de sus amigos, estaba feliz por ellos, por fin habían formado una familia. Y por lo visto era difícil, Sam se veía mal, tenía unas ojeras enormes debajo de sus ojos, su cabello rubio estaba enredado y tieso, la ropa que traía puesta era una camisa blanca manchada de vomito de bebé y un short deportivo igualmente manchado.

—Te ves horrible, Sam—le dijo lo obvio

—Gracias, Matías, es lo más lindo que me has dicho en toda tu vida

Ambos rieron y en eso, Gabriel bajo las escaleras de su casa con un aspecto similar al de su esposa, traía ropa deportiva que marcaba sus músculos, aunque su rostro se encontraba demacrado. Sus cabellos castaños estaban un poco largos y la barba todavía más.

Matías se puso de pie para saludar a su amigo.

—¿Qué onda, Matías? —hicieron un choque de puños como su saludo, super original



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En el texto hay: matrimonio arreglado, amor, mudez

Editado: 10.06.2018

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