Silvia cantaba olvidada del universo.
Era como tener a Jim Robinson tocando sólo para ella.
Jay era sencillamente irresistible, tocaba tan bien, y su voz le causaba escalofríos.
Y como no se conocían y jamás volverían a encontrarse una vez que dejaran la terminal de ómnibus, se sentía extrañamente desinhibida. De modo que cantaba con él como siempre cantaba esas canciones en su casa, mientras limpiaba o se duchaba.
No recordaba haberse topado jamás con un hombre tan atractivo, con una personalidad tan magnética, simpático y descortés al mismo tiempo. Un verdadero chico malo, como su hermana menor lo habría llamado. Ella lo catalogaba como un cretino adorable. Exactamente la clase de hombre que siempre fuera su talón de Aquiles.
Por suerte todavía tenía ojos en la cara, a pesar de haber llorado tanto. Eso le impedía ignorar lo que saltaba a la vista. Ante todo, la diferencia de edad. Jay estaba más cerca de la edad de su hermana que de la de ella, veinticinco como mucho. Y ella no era ninguna robacunas.
Además, de lejos se notaba que a Jay le gustaban las tres P: platinadas, plásticas y pechugonas. Y por qué no. Después de todo, parecía hecho a medida para pasearse por Sunset Boulevard de la mano de una de esas rubias caras que todo el mundo asocia mentalmente con Los Ángeles y con Hollywood.
A años luz de ella, lo cual simplificaba todo. La ayudaba a disfrutar el momento tal como era, sin ninguna interferencia de sus hormonas, que tenían un olfato infalible para las catástrofes.
Y ahora que se detenía a pensarlo, allá arriba había personal realmente eficiente cuidándola. En vez de permitirle emprender el largo camino a casa sola, recién escapada del desastre, habían desatado aquella tormenta para cortarle la huida. Y habían traído a este Jay, a rescatarla de sus lágrimas y su desesperación, y darle otra cosa para recordar cuando finalmente emprendiera el regreso.
Por eso cantaba con él, dejando que cada canción y cada una de sus sonrisas diluyeran un poco el dolor.
Sabía que muchos años después, ella aún recordaría cada detalle de esta insólita noche con este gringo memorable. Mientras que él se olvidaría de ella en dos días como máximo.
Encendió un cigarrillo mientras Jay afinaba una cuerda, y las primeras notas que tocó a continuación la hicieron contener el aliento. Era obvio que tarde o temprano tocaría esa canción, pero le llamaba la atención que conociera la versión acústica.
Enemy había sido el primer hit mundial de No Return, aunque a Silvia nunca le había gustado demasiado. Hasta que hallara una vieja versión acústica en un video con menos de cien reproducciones. La había hecho redescubrir la canción. La letra era la misma, pero las palabras adquirían un significado completamente distinto con la melodía de la voz suavizada y un poco cambiada. Como ajustar el foco de una cámara, la versión acústica dejaba fuera la rabia para dar lugar a emociones más profundas que la habían conmovido. Ya no era un reproche rabioso sino una reflexión agridulce sobre una separación difícil.
Jay cantó con la vista en las cuerdas, sin advertir que Silvia no lo acompañaba.
¿Y si no me importa? ¿Y si no admito mi error?
¿Eso te facilitaría las cosas?
¿Y si no te importa? ¿Y si no te disculpas?
¿Eso te facilitaría las cosas?
Silvia respiró hondo y se le unió para el estribillo.
¿En qué nos hemos convertido?
Volvemos a atrincherarnos
¿Qué otras batallas hemos ganado?
La historia se repite.
A partir de ese momento, ella cantó con suavidad una variación de la melodía de la voz, que ella misma había improvisado cuando encontrara la versión acústica.
Jay notó ese toque personal y alzó la vista. Silvia sostuvo su mirada, como si le cantara a él. Jay intentó dejarla cantar sola, pero ella meneó la cabeza, de modo que continuaron juntos. Una vez más, no intentaba opacarlo mejorando su creación, sino realzar su voz.
¿Y si estamos quebrados?
¿Y si no podemos solucionar nada?
¿Eso te facilitaría las cosas?
Cinco años atrás, cuando escogieran Enemigo como primer corte del segundo álbum, Jay se había visto obligado a promocionarla en shows televisivos y radiales. Era de esperar que acabaría hartándose de tocar lo mismo noche tras noche.
De modo que en una ocasión decidió que la tocarían sólo en guitarra, él y Liam. Una versión muy diferente a la del álbum, aunque en realidad era la original.
Eso era lo que él compusiera aquella tarde gris en su casa, después de que Carla lo dejara, dando por concluida de forma tan abrupta y dolorosa una relación de seis años y una etapa entera de su vida.
Había sido la única vez que tocara esa versión acústica en público, y no tenía la menor idea cómo era que la fan había armado esa segunda voz que le calzaba como un guante.
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Editado: 15.08.2023