Se levantó a duras penas de su cama, su cuerpo pesaba, dolía, quería seguir echado aún entre sus sábanas, acurrucado hasta que en algún momento le dieran ganas de salir de ahí, de su cueva improvisada. Sin embargo, lo único que lo motivó hacerlo fue la presencia de aquel joven en su morada, quien ya hacía días venía a verlo y preguntarle sobre sus escritos.
Era curioso, nunca nadie le había hecho tales preguntas ya que solo se dignaban a decir...
Casi nada.
Sonrió de forma inconsciente y tomó una de sus cobijas para luego pararse e ir a buscar a su invitado, pues la noche lo había apresado y este, podría perderse entre la arboleda y las criaturas lo acecharían hasta desaparecerlo.
—Supongo que me quedaré a dormir en el sillón, espero no te moleste.
Entonces lo vio dormitar, acurrucado y medio temblando por la brisa fría; brisa que acarició su mejilla y terminó por apagar el fuego de su chimenea, mas no el de su corazón.
—...- negó con la cabeza, arropándolo y acariciando sus cabellos de manera instintiva.— Es curioso tener a un humano aquí conmigo.