Encontrarme a Darío en un lugar como este en medio de la noche me parece muy extraño, pero no es momento como para ponerme a pensar en eso, ya que tengo a dos gorilas vestidos de agente tras nosotros, los veo venir corriendo y, bajo la intensa lluvia, uno de los agentes saca un arma de fuego apuntando hacia nosotros.
—¡Mierda! —Darío grita asustado. Al parecer, el no tiene activado su sistema de censura—. ¡Suban, rápido!
El primer disparo se escucha impactar sobre la carrocería del auto de Darío, este empieza a levantar el vidrio del auto mientras Chris y yo corremos agachados hasta alcanzar la puerta trasera del auto. Más disparos se escuchan detonar. Entramos al interior del auto e inmediatamente Darío presiona el acelerador derrapando sobre el pavimento de la calle.
Giro la cabeza para observar a través de la ventana trasera del auto, puedo ver que los agentes de seguridad están subiéndose a uno de los autos que están estacionados frente al prostíbulo.
—¡Vienen por nosotros! —advierto a todos con mi ritmo cardiaco vuelto un desastre.
Darío acelera aún más el auto, sin importar que tan peligroso es manejar a altas velocidades en medio de la noche y con una lluvia tan intensa, Darío empieza a conducir como si acabara de robar un banco. Cada vez que se ve obstaculizado por otro auto, este se trepa sobre la acera de la calle para rebasarlo y, debido a que la vía es de solo un carril, le toca usar la bocina del auto para alertar a ciertas personas que van con paraguas caminando por la acera.
El sonido de la lluvia sobre la capota del auto acompaña al ruido que hace el limpiaparabrisas; la pésima visión nocturna y el frío del aire acondicionado me hace estremecer por completo, no sé si por terror o por lo mojada que estoy, lo más seguro es que sean ambas.
Chris se gira para observar el camino que vamos dejando atrás, yo igual volteo para ver a través de la ventana trasera y comprobar que tan lejos estamos de esos hombres, y justo en ese momento una bala atraviesa el vidrio trasero y cruza frente a nuestros rostros hasta alcanzar el parabrisas. Los tres gritamos aterrados.
—¡Que alguien me explique qué carajos está pasando! —exige Darío.
—¡Chris aturdió al dueño del prostíbulo, o sea, a mi propietario! —respondo a Darío.
—¡El estúpido te estaba tratando mal! — Chris se justifica—. ¡¿Cómo no querer reventarle la cara?!
Darío da un giro con mucha brusquedad para doblar hacia otra calle, lo cual me hace perder el equilibrio y caer encima de Chris. Su ropa fría y húmeda me provoca más frialdad, me hace sentir un escalofrío que recorre todo mi cuerpo. Su mano tras la parte baja de mi espalda me hace sonrojar y con ello calentar mi piel. Su agitada respiración sobre mis labios. Sus ojos grises frente a los míos. Tenerlo así de cerca me produce una agradable calidez.
Otro disparo irrumpe el momento, al parecer este no ha impactado sobre el auto.
Me levanto de encima de Chris y vuelvo a poner mi atención en el auto que nos viene persiguiendo.
—¡Le estamos dejando atrás! —informo muy emocionada.
Darío hace que el auto vuelva a dar otro de esos giros agresivos, esta vez nos hemos adentrado en una vía bastante transitada, continúa manejando con gran destreza, y a altas velocidades empieza a rebazas cada auto que se encuentre en el camino. ¡Me tiene con una taquicardia espantosa!
—Me extraña que no nos hayamos encontrado con alguna patrulla policial, ¡sería de mucha ayuda! —Darío se queja.
—No lo creo, no quiero que me investiguen por agresión —dice Chris—… Además, ni Verónica ni yo tenemos una identificación humana, sería muy problemático.
—Tienes razón —responde Darío.
El auto toma el acceso que da hacia una de las calles aledañas y, sin tan siquiera baja la velocidad, nos hace saltar en picada sobre una inclinación poco pronunciada, el carro cae y la fuerza del impacto hace que me golpeé contra el vidrio de la ventana. Siento el ardor en la frente, al tocar la zona donde siento el dolor, noto que mis dedos están manchados de sangre.
Solo espero no perder mucha sangre y que mi cuerpo logre cicatrizar rápido, porque los cuerpos SingleDolls no son capaces de producir glóbulos rojos.
Chris vuelve a mirar hacia atrás, de inmediato se le dibuja una gran sonrisa.
—¡Los hemos perdidos!
—Sí, al igual que mi sangre…
Chris voltea a verme, se lleva una bocanada de aire al ver mis dedos rojos.
—¡¿Qué te paso?! —me pregunta, pero no respondo. Chris nota al instante que mi frente tiene una mancha roja, no duda en revisar mi herida—… Tranquila, no es grave, pronto cicatrizará.
—¡Que rayo…! —Darío me ve a través del espejo central del auto—. De verdad, discúlpame, Verónica, esto es mi culpa. Debí de tener más cuidado al manejar.
Él realmente se ve muy preocupado por mí, trata de mantener su atención tanto en la calle como en mi rostro.
—No te preocupes, estoy bien.
—Estoy muy apenado… —Aprieta sus dientes y exhala aire mostrándose molesto consigo mismo—. Cuando lleguemos a mi casa te daré algo para el dolor y limpiaré tu herida.
Luego de comprobar varias veces que no estábamos siendo seguidos por alguien, tomamos un gran respiro y relajamos nuestro cuerpo sobre el sillón del auto. Por fin la tranquilidad ha regresado a nosotros. Darío ha bajado la velocidad del auto y hace del viaje más seguro.
Luego de un largo trayecto, llegamos a una ciudad. Creo que esta es la ciudad que tanto anhelaba conocer Chris; la curiosidad de cómo podría verse en estos momentos me hace buscarle con la mirada, él está sonriente, sus ojos brillan con la poca luz que la lluvia permite colar a través de la ventana, una lluvia que pareciera estar adornada por una variedad de luces coloridas.
«¿Qué hay detrás de aquel anhelo de conocer la ciudad?... ¿Por qué sus ojos parecen estar aguados?».