Singledolls: la pareja perfecta

20. En el balcón

Hay algo que me mantiene aferrada a él, se siente como un grabado de dimensiones inmensas dentro de mi cabeza, algo que jamás se podría borrar, es algo más allá del misterioso apego que sentimos entre ambos, más intenso que aquel sueño, algo que se siente bien cuando lo tengo cerca.

Por lo que me acaba de decir, estamos relacionados desde antes que yo existiera, lo que no me deja claro es el por qué.

«¿Por qué es tan fácil congelarme en tu mirada?».

Esos ojos celestes parecen conocer el grado exacto entre la intensidad y la suavidad con la que debe mirarme, y así provocar una especie de bienestar con propiedades de antigravedad. Es una mirada que entra a mis ojos como si fuera un encanto, una magia que hace desaparecer todo lo que me rodea y que logra que solo sea él en el momento.

—¿Me estabas buscando? —le pregunto en tono bajo.

—Sí —responde sin apartar su mirada de la mía.

—Creí que nuestro encuentro era una coincidencia…

—No es coincidencia si es el destino el que me empujó hasta reunirme contigo.

Sus palabras hacen de mi estúpido corazón bombé en exceso, que mi respiración se sienta más pesada.

—Necesito que te expliques mejor. ¿Cómo es posible que me conozcas de antes? Incluso, podría decir que hasta yo te conocía, aun cuando no tengo recuerdos, he soñado contigo y me ha hecho sentir que te conozco de antes.

—No puedo explicarlo —responde y luego me agarra de las manos—, es algo que debes descubrir por ti misma, sino podría provocarte un daño.

Otra vez con la misma mierda.

—Basta de estupideces, necesito que me digas qué carajos está pasando—exijo con cierta molestia, tratando de controlar mi enfado.

Darío niega con la cabeza.

—Porque aquella respuesta es demasiado fuerte para cualquier persona.

Darío suelta mis manos y posa las suyas sobre mis mejillas, me sonríe apretando sus labios y, mostrándose afligido al no poder decir nada, me da un beso en la frente. Agacha la mirada y me pasa a un lado. Giro la mirada y le veo entrar al baño.

Me quedo quieta en el mismo lugar que me dejó, pensando en lo que me dijo y tratando de buscar respuestas, recuerdos. Pero no logro hallar nada en mi mente, no recuerdo nada que me diga que conocía a Darío de antes. Lo único que se me viene a la mente es que yo tuviese una vida pasada como otra SingleDolls y que Darío me conozca desde aquel entonces. Que luego de la muerte de mi expropietario yo fuese reciclada y mi mente lavada; después de todos, ya lo ha mencionado Jaqueline…

Cierto, puede ser eso…

Doy media vuelta y me paro frente a la puerta del baño.

—Tuve una vida SingleDolls pasada, ¿verdad? —le grito frente a la puerta del baño—… ¿Fui reciclada y mi mente reseteada?

Darío no responde, se mantiene en silencio.

—¡Responde, maldita sea! —vuelvo a gritarle.

—¡No es momento para charlar, Verónica! —me grita molesto desde el interior del baño.

Ahora sí se me subió el mal humor. Pego un par de golpes sobre la puerta y le grito:

—¡Espero y… y te estriñas!

Salgo caminando del pasillo sintiéndome sumamente enojada, cruzo la sala del apartamento y luego salgo por la puerta principal que da a la terraza donde deben estar los demás chicos.

Estando afuera del apartamento de Darío, me encuentro a todos sentados en sillas plásticas y formando un círculo frente a la puerta del apartamento de Jonnathan, en medio del círculo hay una mesita que está siendo utilizada para ordenar unas fichas de dominó y, a un lado de esta, un cooler lleno de hielo y cerveza.

Mi mal humor baja un poco, mi respiración regresa a la normalidad.

Christopher, Jonnathan, Jaqueline y Tobías están alrededor de la mesita y con fichas de dominó en las manos. Tatiana está sentada entre Jonnathan y Jaqueline, pero parece no estar jugando.

Christopher levanta la mirada y me sonríe al verme llega.

—¡Ey, Vero! ¿Vienes retando?

—¿Retando qué?

—Me comentó Jaqueline que eres buena retando a las personas —dice en son de burla.

Jaqueline y Jonnathan sueltan un par de risas, lo cual me hace poner los ojos en blanco luego de comprender el chistecito.

—Todos son una partida de babosos… —Agarro una silla de plástico que está fuera del círculo y la llevo para unirme con ellos—. Ella tuvo mucha suerte de que yo estuviese ahí —aclaro en tono jocoso y señalando a la señora—. El golpe de sol no fue lo único que la mantuvo sometida ¿ok?.

Tatiana baja la mirada algo triste y avergonzada al escuchar las risas de todos.

—Verónica tiene razón —dice Jacky tornando su tono de voz más serio. Luego deja una ficha de dominó en la mesa para seguir el juego—… Quien sabe qué hubiera pasado si nosotras no llegamos a tiempo.

—¿Hace cuanto que te maltrata, Tatiana? —le pregunto.

—Desde que compró a esa maldita SingleDolls, disque para ayudarme con los quehaceres del hogar, hace un año. Al principio fue un gran alivio, pero después ella empezó a ser más eficiente que yo, le complacía en todo lo que él pedía y jamás le decía que no. Imagínense que una vez él le pidió hacer pizza cacera a las tres de la madrugada y ella aceptó sin ningún problema… ¡Hubo un día que mi marido le pidió que le untara ungüento en la hemorroide y ella lo hizo!

Tatiana se lleva las manos a la cara para ocultarnos su rostro avergonzado.

—Así es el amor de los SingleDolls: enfermizo… —agrega Jonnathan mostrando un rostro asqueado. Luego toma un buche de cerveza y luego deja una ficha de dominó sobre la mesa.

—Ella me sorprende. La vi llorándole con tanto amor, que hasta me hizo creer que era una SingleDolls —comenta Jaqueline.

Todos volteamos a ver a Tatiana, ella está ida, con su mirada fijada en el paisaje urbano que está tras la espalda de Jonnathan.

—Ojalá fuera yo una SingleDolls, así podría ser joven de por vida y mi esposo no me remplazaría por una mujer artificial. —Sus ojos reflejan cólera—. Ahora los odio, no solo a mi marido, sino también a todos los SingleDolls —se puede sentir la ira en sus palabras—. No deberían de existir, están aquí para remplazarnos, ya me pasó a mí y seguirá pasando con otras personas.




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