Síntomas al enamorarse.

Capitulo 1.- Manos sudorosas, corazones acelerados.

        Caminar por la calle. Todos tenemos que hacerlo. Desde pequeños con nuestras madres, hasta llegar al punto en donde creces tanto que comienzas a andar solo, por eso mismo, uno busca compañía, alguien con quién caminar por los parques o las banquetas. Hay una leyenda japonesa que dice que todos estamos unidos por un hilo rojo, hay gente que confirma eso, hay otros que solamente creen en el destino, algunos se divorcian y otros nunca conocieron a esa persona.

               Luego estoy yo, caminando por la banqueta, hay gente al rededor mío, todos indiferentes, cada uno en su mundo, en sus problemas, ni siquiera volteamos a vernos entre nosotros. Mientras caminamos veo a un señor en silla de ruedas, él dice: "Dios bendice al que me dé una moneda", entonces, yo dejo una moneda en el vaso que lleva consigo, él me sonríe y yo le devuelvo el gesto.

      Pienso de nuevo en las palabras del señor, pensando en Dios, sigo caminando viendo las tiendas con millones de productos, pienso en un millón de cosas, entre esas en el amor, pienso si la moneda que le di al señor, ¿esa moneda me ayudará a encontrar a la persona con la cual caminar por el resto de mi vida?

        Esa pregunta me distrae tanto que pierdo el rumbo de mi caminar, no recuerdo a donde me dirigía, solamente camino por la calle con las mismas personas indiferentes. En eso, siento como alguien toca mi mano.

           Volteo para ver quién era, entonces, me topo contigo, ambos dejamos de caminar para mirarnos, el mundo indiferente se convirtió en un mundo lleno de color. Comienzo a sentirme mal, mi rostro se siente caliente y en el reflejo de tus hermosos ojos veo mis mejillas coloradas, mis manos comienzan a sudar, veo tu rostro y me es inevitable sonreír, siento extraño el estómago, ¿estoy sintiendo lo que son "mariposas"? Estar mirándonos hace que las personas choquen con nuestros cuerpos.

          Duramos viéndonos unos segundos, pero en mis pensamientos ya habías durado toda una vida.

         Los síntomas no me dejan pensar bien, solamente hacen que desvié la mirada, pero tu solo te acercas poniéndome más nerviosa(o).

—Lo siento— te digo aún con la mirada en el suelo, tú me regalas una risita y entonces te veo. ¿Dije algo tonto?, los nervios son tan fuertes que siento que estoy diciendo incoherencias. ¡Y Dios, su risa!, bendito sea el cielo por darle una risa digno de un ángel, esa risa. Tu risa es tan hermosa, hace que tiemblen mis piernas y provoca una curva en mis labios.

—¡N-no! — te apresuras a decir, puedo ver que tus mejillas estaban rosas, apenas puedes mirarme, juegas con tu cabello un poco y como la persona valiente que eres me miras a los ojos —. No fue mi intención, lamento si te incómode— te disculpas y miras mi mano, entiendo el mensaje y tomo la tuya. Siento como nuestros corazones laten fuertemente, son tantos sentimientos, tantos síntomas que no me dejan pensar con claridad.

—¿Por qué te disculpas?, no es nada malo— te hablo mirando nuestras manos.

—Debe de ser raro que un extraño te tome de la mano...— sonríes nerviosamente. Entonces fue mi turno de ser valiente.

—Si quieres podemos dejar de ser extraños— esas palabras hicierón que me miraras a los ojos. Madre lo lamento, siempre me dijiste que no hablara con extraños, pero siento que estoy tan enamorado(a), que apenas puedo pensar con claridad. Su rostro muestra una sonrisa, toma mi mano con fuerza y me dice su nombre, yo le digo el mio, nuestras manos se vuelven a enlazar para esta vez comenzar un saludo. Comenzamos a caminar hasta llegar a un lugar cómodo donde pasamos el rato platicando. No hemos vuelto a tocar nuestras manos, estamos tan cómodos platicando, es como si ya nos conociéramos, nos olvidamos de todo, siento amencia, lo único que tengo en mi mente es tu voz, tus anécdotas, tu celestial risa. ¡Maldita sea estoy tan enamorada(o) que hasta tengo pérdida de memoria!

                         Ya es tarde, tu miras apenada(o) tu teléfono viendo la hora, perdimos la noción del tiempo como si tuviéramos alzheimer, nos ponemos de pie y me acompañas a mi casa, tu caminas del lado izquierdo de la banqueta, rozando mi corazón con tu brazo, realmente eres un(a) valiente, porque vuelves a tomar mi mano, veo tus mejillas sonrojadas, entonces entrelazo nuestros dedos.

—¿Te gustaría seguir caminando conmigo?— pregunto sin mirarte a los ojos, de seguro si lo hacía chocaría contra un poste o un árbol.

—Si— respondes con una sonrisa.      

                    Desde entonces, dejo de formar parte del mundo indiferentes porque me has contagiado con tu sonrisa, me has hecho hacer gestos que mi rostro desconocía, mis labios conocen el sabor de los tuyos, mis caminatas las comparto contigo. Benditos sean esos síntomas al enamorarse.



#27584 en Otros
#8694 en Relatos cortos
#42110 en Novela romántica

En el texto hay: amor, oneshots, primerencuentro

Editado: 20.01.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.