Los siguientes dos días pasaron sin nada reseñable; Percival apenas se hablaba con ninguno de los presentes, salvo lo estrictamente necesario para coordinarse con su parabatai, y los tres le ignoraban categóricamente, manteniéndose unidos.
Aedus si bien seguía dolido, se mostraba con Benedict menos reacio y accesible; bromeaba junto a su hermana y aceptaba la ayuda de éste cuando el terreno se complicaba.
Ben los protegía y se aseguraba de que siguieran la ruta más próxima a las corrientes de agua, y les iba explicando la historia de los nefilim.
Cuando llegaron a mitad del trayecto, Idris se hizo visible en el horizonte; la bella ciudad de cristal, atrapó la atención de los gemelos como cualquier ser que la veía imponente con sus torres de Adamas que la protegen contra los demonios.
La noche los pilló demasiado pronto para el gusto de todos. Tras cenar los gemelos se fueron a descansar, pero Aine no podía dormir, se sentía inquieta. Algo en su interior le exigía reunirse con el cazador que estaba de guardia en esos momentos; aprovechando que su gemelo desde la discusión procuraba estar lo más alejado de la orilla para no encontrarse con Percival, salió a la superficie.
-Está realmente bella esta noche –Ben atrajo su atención, pues la chica contemplaba la luna llena que refulgía en el cielo- La luna…aunque tú también…bueno siempre estás bella… ¿No puedes dormir? –cambió el hilo, apurado por la situación, provocando la cantarina risa de la princesa.
-Gracias. Y si, la Luna está muy bella –Aine salió del agua para acercarse al chico- No puedo dormir, estaba algo inquieta, mirar la luna me ayuda…y cantar.
-¿Cantas? Claro que cantas, eres una sirena...bueno no digo que tengas que cantar necesariamente; eso es lo que dicen las leyendas. Aunque también cuentan que los magos tienen calderos y viven en cuevas; Magnus vive en un apartamento en Brooklyn y por lo que me contó Alec no tiene caldero. Así que podrías no tener que cantar necesariamente. Las leyendas a veces son eso, leyendas; porque si se cumplieran todas, yo debería tener alas y medir tres metros –Benedict se veía incapaz de dejar de hablar por más tonterías que salieran de su boca, provocando la risa de Aine, que no comprendía cómo aquel hombre seguía hablando sin tomar aire. Para rescatarlo comenzó a tararear, produciendo el encanto de su voz con la magia de las sirenas
–Vaya…es…magnífico…-recuperó el habla tras quedar impactado por lo que oyó- Eres magnífica Aine.
-No es nada del otro mundo, Aedus también puede, aunque no suele hacerlo, dice que se me da mejor a mí.
-No lo dudo- Ben se acercó a ella- Princesa, eres realmente la chica más hermosa que he conocido jamás.
-Benedict, es por el hechizo de la canción- se ruborizó Aine, apartándose ligeramente- Espera unos momentos que se pase.
-No se debe a la canción, Aine, me gustas…como dijiste hace años que nos vemos, siempre me has gustado. Desde la primera reunión – se confesó envalentonado ciertamente por el hechizo de la canción, pero que sólo le arrancaba la verdad que no era capaz de confesar de otro modo.
Aine sonrió pero cauta, debido a las palabras del otro chico que ahora dormía en la tienda. Prefirió no aventurarse demasiado, aunque ella también sintiera algo más que afecto por el moreno. Por el momento se contentó con seguir las triviales charlas con el cazador, paseando por el perímetro; también compartió su historia, sobre sus padres, su pérdida, lo que había supuesto para ella y su gemelo.
El alba los encontró hablando, antes de que Aine cediera a ir a descansar lo poco que faltaba para que se tuvieran que volver a poner en marcha.
Ese día la rutina se vio interrumpida al reparar los Shadowhunter de que no habían tomado las provisiones suficientes, pues el desvío para que los gemelos tuvieran agua, había alargado los días que pensaron que tardarían.
Por esa razón, Aedus accedió a ir con Benedict a conseguir comida; al ser fuerte y depredador, le costaría menos encontrar carne para los nefilim, que se empezaban a cansar de sólo comer pescado. Dejando a Percival en guarda y custodia de Aine, quienes preparaban el resto de provisiones.
Aine seguía molesta con el moreno por decir esas palabras a su hermano y aún no haberse disculpado, pero tras hablar con Ben, entendía sus razones.
Aleatoriamente comenzó poco a poco a darle conversación, al principio obteniendo monosílabos del nefilim, pero pronto arrancó a hablar con ella sin problemas.
-Dado que llevamos un rato hablando, no es nuestra especie lo que te incomoda. Tiene que ver con mi gemelo –apuntó- No era necesario que fueras tan brusco para alejarlo. Aedus es sensible aunque no lo parezca, y le ha costado mucho aceptar lo que siente por ti. Por lo visto estos días, sé que es correspondido.
-No lo es y si sólo me hablas para eso, no lo hagas, no soy Benedict ni Jace. Sólo quiero recuperar la copa cuanto antes- gruñó Percival, encerrándose de nuevo en sí mismo.
-Tiene que ser difícil vuestra vida. Cómo es vuestro lema… “la ley es dura pero es la ley”. ¿Sabes que no hay ninguna ley que te prohíba estar con él? Ni de vuestra parte ni de la nuestra. Sólo el qué dirán. ¿Pero a quién le importa eso, mientras se es feliz? –Aine, era directa pero hablaba cariñosamente rompiendo poco a poco el muro que sólo Ben, había franqueado hasta el momento- Benedict, me ha dicho que has perdido a alguien recientemente, ¿ha sido en esa guerra que tuvisteis?
-¡Ben no tenía derecho! –se alteró Percival, pero Aine tomó sus manos, centrándolo en ella su atención y por una extraña razón provocó que sintiera una tranquilidad genuina- Perdí a mi hermana, Sebastian la transformó en su sirviente; cuando Jace destruyó la copa, ella pereció, aunque en realidad ya había muerto en el instante que ese monstruo la obligó a tomar la sangre –explicó entristecido, no había hablado de ella con nadie desde lo ocurrido, ni siquiera con su parabatai- Era mi mitad, como tú y el príncipe.