Cap. 11
Kael
Todo pasó tan rápido que mi mente dejó de funcionar.
Mientras corría hacia ella la veía dentro de la piscina. Mientras sentía como mis piernas aumentaban la rapidez y el sonido de la voz de Byron gritando mi nombre chocaba conmigo, yo no estaba pensando.
Por un momento desenfoqué la vista que tenía fija en Dylana y de repente todo el techo cayó sobre ella. Los escombros, los pilares, todo se derrumbó. Escuchaba mi corazón chocar contra mis costillas y eso me desconcertaba aún más. Con desesperación la llamé.
-DYLANA!- Grité sin poder contenerme. Unos terroríficos segundos después, al no escuchar su voz en ningún lado, me giré a los escombros y toda la ira acumulada se apoderó de mi.
Me agaché y agarré un lado del techo desplomado y sin pensarlo dos veces lo levante sobre mi cabeza. Como dije antes, no estaba pensando, no me percataba de que lo que acababa de hacer era totalmente inhumano. Luego de mantener parte de la viga y gritar varias veces su nombre, la fuerza me fue abandonando. Antes de soltar el techo, me di cuenta de que mi voz no era exactamente mi voz... Sonaba mucho más grave saliendo de mis cuerdas vocales.
Al soltar totalmente el peso que llevaba caí de rodillas al piso. Una sensación de alivio me recorrió al no sentir su presencia mágica debajo de todo aquello. Ella obviamente no estaba ahí, ella obviamente había escapado. Pero ¿A dónde?.
Al volver a la realidad comencé a hacerme las preguntas que rondaban en mi mente desde hacía un rato: ¿Por qué logré sentir el terremoto antes de que pasara? ¿Qué había sido de mis amigos? ¿Qué debería de pasar ahora? ¿Dónde estaría Dylana?
Mientras mi mente hacía un corto circuito, mis sentidos volvieron a captar la magia de Dy. Pensé que podría seguirla si ese lazo extraño que teníamos se mantenía en pie. Definitivamente ella o tendría algo que ver con todo esto o por lo menos tendría respuestas, y luego de comprobar de que tenía mi varita en mis vaqueros, fijé el rumbo a Dylana.
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Mis sentidos funcionaban como una brújula, sentía una presión en el medio de la frente, como si algo halara de ella.
Llegué a ver un leve rastro luminoso que seguía entre los árboles, pero no era lo más extraño. Siguiendo ese rastro mi corazón se sentía más pesado y llegué a dudar de que estuviera siguiendo a Dylana. El aire se enfrió de repente y fue cuando me di cuenta de que había estado caminando desde hacía horas, ya era de noche.
Decidí parar por un momento, o talvez unas cuantas horas. Saqué mi varita que llevaba guardada ya un tiempo en mi bolsillo y pronuncié en susurros:
-Muffliato- Unas pocas veces. Era un hechizo protector que me mantendría oculto de cualquier... Cosa que apareciera.
Me recosté en la grama y sin muchos esfuerzos me dormí al instante.
Estaba en un lugar oscuro, me di cuenta que aún era el bosque por la presencia de algunos árboles alrededor, pero no donde me había quedado a dormir, era una parte más peligrosa. Y lo sentía.
Podía ver el rastro de luz delante de mí. Conducía a una cueva cercana. Comencé a caminar sintiendo que el suelo me tragaba despacio, y cuando estuve a punto de entrar a la cueva, una voz me desconcertó.
-¿En serio quieres entrar ahí?- Preguntó alguien detrás de mi. Supe que no era la voz que antes me atormentaba, porque esta era más melodiosa. Era una mujer.
Traté de voltearme para hacerle frente, pero no la encontraba. Supuse por fin que la voz estaba en mi cabeza.
-No sabes lo que encontrarás ahí, ¿verdad?- Me seguía diciendo aquella mujer. Voltee a todos lados buscándola, no tuve suerte.
-¿Quien eres?- Quise gritar pero la voz me salió en un hilo.
-Sabes que la verdadera pregunta es ¿Quien eres tú, joven mago? ¿Crees que todo lo que ves es lo único que puedes ver? JAJAJAJAJA Aún no sabes nada- Dijo con algo de amargura en la voz. -Por suerte mis bebes están aburridos y quieren jugar un rato. Antes de que descubras de lo que eres capaz, serás destruido... Y espero que sufras, mucho...-
Detrás mío, dentro de la cueva, escuché unos gruñidos, pero lo extraño de todo era que no tenía miedo. Escuchar eso me hacía sentir bien, como si estuviera con mi madre en un día soleado, o acampando en el bosque a la luz de las estrellas... Se sentía familiar.
En la oscuridad aparecieron dos ojos amarillos mirándome fijamente. Quedé pasmado, como si hubiera visto esos salvajes ojos en algún otro lado. Empecé a acercarme al animal, sintiendo que me llamaba, cuando otro gruñido se escuchó, esta vez más profundo y mortífero. No era la misma criatura.
Rodé sobre mis tobillos rápidamente y me topé con una sombra que se cernía delante de mi, era algo más grande, algo más peligroso, y esa vez su gruñido si me hacía tener miedo.
Desperté sobresaltado. El cielo había aclarado y las nubes de lluvia se acercaban cada vez más al lugar en donde yacía tirado. Me senté a duras penas.
Duré unos segundos para volver a la realidad, recordando la voz de aquella extraña mujer. Me puse de pie y volví a orientar mis sentidos hacia Dylana; debía encontrarla y descubrir si ella tenía algo que ver con todo esto. Mientras pensaba, mi estómago comenzó a rugir.
Me di cuenta de que no había comido nada desde la mañana del día anterior. Alcé mi cabeza para mirar los arboles, y afortunadamente algunos tenían frutos. Mi varita estaba a pocos centímetros de mi, me agache a recogerla y la levante sobre mi cabeza.
-Accio- Dije apuntando a los frutos. Algunos se despegaron y flotaron hacia mi. Luego de zamparme unas cuantas y quedar satisfecho, seguí con la búsqueda de Dy. Mi mente aún se sentía dividida, por un lado estaba el sendero de luz que me llamaba, y por el otro la presencia mágica de Dylana. No podía sacarme de la cabeza esos intensos ojos amarillos que me miraban fijamente en aquella cueva de mis sueños. Todavía no acababa de comprender las palabras de la mujer "Sabes que la verdadera pregunta es ¿Quien eres tu?"; ¿Que quien era yo?...
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Editado: 22.09.2020