Ada.
Cuando llegamos a lo que él denominaba a cada momento "hogar" era un gran castillo, y no solo eso, era el castillo del que tanto se escuchaba en el pueblo. Del que se escuchaba que habitaban fantasma, hasta que vivía un hombre de avanzada edad que odiaba a la sociedad.
Claro que también se han dicho millones de cosas, si mal no recuerdo mencionaron también vampiros por lo grande que era este lugar.
Y aún más importante, era el lugar donde cometí mi acto de delincuencia al arrancar aquellas flores.
¿Fue él quien me vio por aquellas maderas? No lo sé, y tampoco dijo ni una palabra durante el tiempo que estuvimos juntos por lo que lo tomare como un no.
Caminamos por un buen rato y una vez que llegamos me presentó a un hombre llamado August que a pesar de sus años, aún emanaba belleza y encanto, sus iris azules eran preciosos. Y una mujer de lo que pienso yo que era de casi la misma edad que August, la cuál solo se limitó a observarme, luego asintió a las palabras del joven antes de desaparecer de nosotros.
August se encargó de acompañarme hacia donde me quedaría los próximos meses, ya que él chico subió por las escaleras hacia su habitación ordenando que me llevaran hacia la mía, al mostrarme el lugar, August se despidió con una sonrisa, pronunciando ya que era muy tarde y estaba cansado.
Lo llamé antes de que fuera a descansar.
—Disculpe—volteo a verme desde la puerta—. ¿Podría decirme quién más vive aquí?—pregunté con nerviosismo.
—Personal, la señora Catherine y él joven Stefan—contestó amablemente.
Así que ese era su nombre.
—¿Y sus padres?
August resopló cansado y me miró con nostalgia—Los padres del joven Stefan no conviven con él desde que era niño—me sorprendí ante sus palabras, mi nerviosismo era tanto que comencé a rasgar las cutículas de mis uñas—. Señorita, ¿Puedo preguntarle algo?—asentí extrañada ante sus palabras, volteo su mirada hacia el pasillo y entró a la habitación cerrando la puerta—. ¿Cuánto?
—¿Perdón?
—¿Cuánto dinero quiere para irse de este lugar?—preguntó de manera brusca y seria.
Me quedé confundida ante la rudeza de sus palabras, ¿Realmente en qué me había metido?
August permaneció en silencio esperando una respuesta, sabía que una palabra errónea provocaría un muy mal entendido.
—Siento decirle señor, pero no entiendo a qué se refiere con eso.
—Se que nadie se acercaría o vendría a este lugar sin recibir algo a cambio ¿Cuánto necesita? ¿Acaso está metida en aprietos y lo extorsióno con alguna cosa?—preguntó de manera apresurada, pude notar que hablaba con cierto temor en su voz—. Por favor señorita, contésteme.
A estas horas de la noche, ya estaba cansada, había tenido un largo mal día y solo quería descansar de todo.
Aunque estaba lo suficientemente cansada,aún con los pies doliendome, tomé fuerzas y me acerqué a August tomando sus manos para tranquilizarlo, levanté mi mirada y de la manera más calmada y honesta, le conteste-. Entiendo que esté preocupado, no comprendo aún el mundo en el que se vive aquí dentro-intentó hablar pero lo interrumpí-. Pero de una cosa debe estar seguro y es que no debe preocuparse. No estoy en apuros de dinero y ni tampoco le debo a nadie. Tampoco soy una criminal. solo estoy aquí cumpliendo un trabajo que el joven Stefan me ofreció, solo serán por unos meses. Le pido que no desconfíe de mí y pueda ayudarme en lo que no comprenda en este próximo tiempo.
August bajó la mirada hacia nuestras manos, seguramente analizando mis palabras.
Segundos después me miró y sonrió como alguna vez quise que mi padre lo hiciera—Creo en usted y en sus palabras pero esta inesperada situación me tomó muy por sorpresa, me disculpo por mi manera de abordar el tema.
Palmeó mi mano y caminó hasta la puerta, antes de que desapareciera recordé una cosa que me tenía intrigada desde un primer momento—.Una última cosa—abrió la puerta y asomó su cabeza—. ¿Porqué una máscara?
—No es mi deber contestar a eso-despacio volvió a cerrar la puerta, en el último segundo de cerrarla solo dijo—. Tenga paciencia y comprendalo, no tuvo una vida fácil aunque así parezca. Manténgase fuerte.
Y sin más que decir desapareció con el sonido de sus pisadas al andar.
***
Como era de esperarse, el ahora chico llamado Stefan cumplió su palabra.
A unos pocos minutos de despertarme, golpearon a mi puerta y le cedí el paso a dos chicas del personal que traían lo que podría denominar como "mis pertenencias" mientras permaneciera aquí. Antes de salir de la habitación una de ella se volteó a hablarme.
—Buenos días señorita, necesita arreglarse ya que pronto se servirá el desayuno en el salón principal—sin más que decir, hizo una reverencia y volteó hacia la salida de la habitación.
¿Cómo se supone que sepa en qué momento será?
Comencé a sudar por los nervios, todo esto es muy extraño para mí.
—¡Espere!—grité, provocando que la chica se asustara y volteara con temor.
—¿Sucede algo, señorita?—preguntó un tanto sorprendida.
Rasque mi nuca ¿Ahora como le explico sin quedar como idiora? —Si, es que...¿Cuándo es pronto?—sonreí para disimular—. Y si no es demasiado ¿Como debería vestirme?—mis nervios en este momento deberían estar por los cielos y creo que fue tanto que la chica soltó una ligera risa segundos después.
—En treinta minutos, señorita—camino hasta el vestidor y sacó un vestido color ciruela con encaje en la parte superior, la falda contenía un pequeño tul para darle un pequeño efecto amplio y voluminoso.
Y unas zapatillas del mismo tono ya que no sabía usar tacones, la chica ahora llamada Elea, ayudó a que pudiera arreglarme y llegar a tiempo.
Al salir de la habitación doble por el pasillo donde me indicó Elea, me detuve en cuanto vi a una fila de empleados formados ordenadamente uno al lado de otro. Era extraño.
Decidí ignorar eso y pasé rápido hacia el comedor, pero una mano me tomó con demasiada fuerza provocando que tambaleara.