Sobre Manga y Rock ´n´ Roll

Capítulo cuatro. Rivales.

Y nuevamente Danz demostró su habilidad en el juego, derrotó al jefe sin ayuda. Guido estuvo muy callado, el resto de la partida, hasta que todos nos despedimos. Salí del juego. El fin de semana pasó sin más revuelo. Para el lunes de regreso a la escuela, me topé con Danz en la esquina habitual, se había vuelto nuestra esquina de encuentro.

—¿Qué tal tu fin de semana, Sep?

—Muy bien, Papá y yo hicimos limpieza profunda en la casa. No te imaginas lo duro que es. Se pone muy motivado al principio y al final termina abandonando y dejándome todo el trabajo. Siento que solo juega conmigo y siempre caigo en su trampa. ¿Y qué tal tú?, ¿Qué hiciste el fin de semana?

—No mucho, estar en casa y recibir visitas no muy gratas.

—¿Familiares?

—Algo así —encogió sus hombros, resignado.

Cuando entramos a la escuela. Lisa caminó hacia Danz y lo tomó del brazo, apretando su pecho contra él.

—Danz ¿Por qué no me esperaste para venir juntos a la escuela? Recuerda lo que dijo tu mamá —reclamó Luisa, aferrándose a Danz, él deslizó su brazo para escapar de su agarre; pero ella no lo dejó apartarse y se aferró más fuerte.

 “¿Cómo se atreve a tocarlo de esa manera?”

—No veo la necesidad de que vengamos juntos —aclaró Danz.

—No seas tan malo conmigo Danz.

 Mientras veía a los dos hablar, sentí que alguien tocó mi cabello y me sobresalté un poco.

—Hola Sep, ¿Lista para los dilemas de la literatura? —saludó Guido, que soltó el mechón de mi cabello.

—Me asustaste. Hola Guido. Un poco, ¿Y tú?  

Mientras hablaba con Guido, vi a Danz y a Lisa alejarse. Ella intentaba pegársele cada vez más y le susurraba cosas a su oído.

“¿Puede una chica ser más pegajosa y molesta?”

—¿Quién es esa chica? ¿Esa es la novia de Danz? —preguntó Guido y señaló al par.

—¿Novia? Si claro, ya quisiera; por supuesto que no —aseguré.

—Pero ella se ve muy interesada en él.

—Ella solo se aprovecha de que él muy amable, quizás demasiado.

“Ay, como me molesta verla a su lado” Volteé mi rostro para no verlos.

—Interesante —replicó Guido.

Caminamos detrás de la parejita.

“¡Ya deja de tocarlo! No entiendes que él no quiere, él quiere… ¿Qué es lo que Danz quiere? Después de todo no es como si yo fuese su novia, ni nada por el estilo, solo somos amigos. No estoy en un lugar muy diferente del que está Lisa; pero, aun así, me molesta. Yo no lo acoso de esa manera.”

Apreté mis manos dentro de mis bolsillos y caminé hundida en mis pensamientos. Mis pies se tropezaron con los escalones de la entrada de la escuela.

— ¡Cuidado Sep! —advirtió Guido.

Estaba a punto de caer al piso y por llevar mis manos dentro del uniforme, me sería imposible no golpearme el rostro en el suelo, por suerte Guido logró evitar mi caída, sosteniéndome de la cintura. Nuestros rostros quedaron muy cerca y Guido me vió fijamente a los ojos.

—Uf, por poco, gracias Guido, me salvaste.

Sentí una mirada fría viéndome, giré el rostro y vi los ojos encendidos de Danz. De inmediato me incorporé y acomodé mi uniforme.

—Por nada. No voy a permitir que te lastimes —aseguró Guido.

Danz dio la vuelta y continuó su camino. Caminaba tan rápido que dejó atrás a Lisa, quién corrió para alcanzarlo.

Seguí caminando al lado de Guido, mientras me preguntaba cosas del juego y de la escuela. Aun sentía escalofríos por la mirada de Danz que fue muy lasciva.

“¿Acaso le molestó que Guido me ayudara? ¿Cómo se atreve? Cuando Lisa se le restregaba frente a todos en la escuela. ¡Ya basta! No pienso dejar que esto me robe la paz”

Sonó mi celular y me llegó un mensaje de Danz.

—¿Estás bien? Vi que casi te caes. Ten más cuidado al caminar, por favor.

—Estoy bien. Gracias por preocuparte.

A la hora del descanso, Guido me siguió; pero alguien de nuestro salón lo detuvo para preguntarle algo. Al pasar por la puerta sentí que alguien me tomó de la muñeca y tiró de mí. Era Danz.

—Vamos, rápido.

—¿A dónde vamos y con tanta prisa? —dije mientras Danz me llevaba rápido por los pasillos, sentí un ardor recorrer mi mano cuando sus dedos se entrelazaron con los míos.

Vi su ancha espalda y nuestras manos.

“Él… jamás me había tocado, aparte de cuando nos conocimos; aunque prácticamente caí sobre él”

Me hizo caminar muy rápido, hasta llegar a nuestro lugar habitual en el jardín.

—Ya estamos a salvo —dijo recuperando el aliento y seguía apretando mi mano.

—¿A salvo de qué o de quién? —pregunté.

—De Guido. Últimamente se la pasa detrás de ti —vio nuestras manos y me soltó— Lo siento.




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