—Isabel.
Al levantar la vista veo al chico nuevo frente a mí. Limpio rápidamente mis lágrimas, pero ya es tarde.
—¿Qué... Qué quieres?
Mi voz se oye temblorosa y no puedo evitarlo.
—¡¿Qué le dijiste al director sobre mí?!
No puedo creerlo. Este descarado encima viene a pedirme explicaciones. No sólo está loco, es un imbécil.
—¡Yo no le dije nada! ¡Él me llamó para preguntarme por qué le habías pegado a Wally!
—¡¿Y qué le dijiste?!
—¡Que no sé nada! ¡Ni siquiera sabía que le habías pegado hasta que él me lo dijo! —busco pañuelos porque las lágrimas no dejan de salir.
—¡Más te vale que me estés diciendo la verdad, porque si me entero de que estás armando enredos, yo...!
—¡¿Qué?!
Este tipo se supera a sí mismo.
—¡¿Yo estoy armando enredos?! ¡Ni siquiera me caes bien!
—¡Ahora todo el mundo anda diciendo que tú y yo tenemos algo y que le pegué a ese idiota porque chocó contigo! Es una estupidez.
—¡¿Entonces por qué le pegaste?!
—¡P-porque... porque es pelirrojo!... No me agradan los pelirrojos.
Me rindo. Este chico supera los límites de lo racional.
—¡Estás desquiciado! ¡Eso es lo que todos piensan, pero nadie te lo dice porque te tienen miedo!
—¿Yo? ¡Aquí la única loca eres tú! Y... Y... ¡¿Por qué mierda estás llorando?!
—Por... ¡Porque creo que maté a alguien!
Mi llanto se vuelve más intenso y me olvido del nuevo hasta que toca mi brazo. Me ha traído un vaso con agua y parece menos molesto que antes.
—Bebe un poco y cálmate. Toda esa baba y moco no se ven nada bien.
El agua está fría y refrescante. Respiro profundamente para calmarme, pero mi cuerpo se estremece por la agitación.
—Ahora, dime a quién mataste.
No se esfuerza en ocultar su diversión.
—Golpeé...a... un... chico... con... un... libro... en... la... cabeza...
—¡A mí no me golpeas con un libro, pero a otro sí! Voy a ponerme celoso.
Empiezo a llorar nuevamente.
—¡Es broma, es broma! Vaya, no eres nada divertida.
Lo miro a los ojos.
—Él... dijo que sí lo era.... ¡Esas casi fueron sus últimas palabras!
Otra vez empiezo a llorar y deseo tanto que Brenda estuviera aquí. Ella sabría qué hacer.
—Escucha, Isabel. Nadie se muere porque lo golpeen con un libro. Además las noticias malas son las primeras en llegar y no veo a la policía viniendo a buscarte.
Ese es un buen punto.
—Ese chico estará bien, ya verás como toda esa baba será en vano.
—Eso... espero...
Hasta cuando intenta ser amable es molesto.
—Quiero salir de aquí, esta escuela apesta ¿Qué tal si vamos por unos refrescos? Ambos necesitamos relajarnos.
¿Será posible tanta bipolaridad en una sola persona?
—Recién... te quejabas porque había rumores sobre nosotros y ahora... ¿Quieres que salgamos juntos?
—En primer lugar, me enfadé porque pensé que esos rumores los estabas inventando tú —se levanta y pone mi bolso en su hombro—. En segundo lugar, me molesta si hablan de mí sin motivos, pero si yo se los doy, entonces me da igual —jala mi silla y no me queda otra que levantarme—. En tercer lugar, no es una cita, sólo vamos por un refresco, algo así como fumar la pipa de la paz.
Sus argumentos se oyen bastante sólidos para ser un demente.
—Bien, acepto.
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Editado: 27.10.2020