"El cliente siempre tiene la razón. Suena a cliché, pero para ti será una ley".
Eso es lo que dijo mi jefe durante la entrevista de trabajo. Supuse que tenía mucha lógica. Un cliente insatisfecho difunde su disconformidad mucho más de lo que uno satisfecho su conformidad, hay estudios que lo demuestran.
El cliente siempre tiene la razón, pienso cuando siento una mano en mi cintura, pero este cuerpo es mío y nadie va a tocarlo sin mi permiso.
Rápidamente sujeto la mano ajena y al darme la vuelta le hago una luxación de muñeca. Lo oigo quejarse mientras se inclina ante mí, siguiendo el movimiento de mi mano. Está bajo mi absoluto control hasta que hacemos contacto visual.
—¿Dick?
Lo suelto de inmediato, muriéndome de la pena. Él soba su muñeca con expresión de sorpresa.
—¡¿Cómo se te ocurre acercarte así?! Iba a golpearte con la bandeja.
—Lo lamento, no pensé que te asustarías. Fue mi error.
Un error que opaca la agradable sorpresa de verlo aquí.
—¡Hey, preciosa! ¡Deja de perder el tiempo y tráeme lo que te pedí! —grita ese molesto cliente y la ira vuelve a arder dentro de mí.
Que se espere. Primero iré por hielo para la muñeca de Dick. Él es gimnasta y cada parte de su hermoso cuerpo es absolutamente valiosa. No puedo creer que estuve a pocos segundos de hacerle mucho daño.
Cuando regreso, Dick no está. De seguro se espantó y ahora no querrá saber nada de mí. Maldición, Isabel.
No. Este no es el momento para eso, debo ser profesional y concentrarme en mi trabajo, luego habrá tiempo para llorar.
Con sorpresa veo que la bandeja del cliente patán ya no está sobre el mesón ¿Se la habrá llevado otra chica? Voy a confirmarlo cuando Dick aparece frente a mí.
—Ya le llevé su cerveza a ese idiota. Ahora necesito dos malteadas de chocolate y cuatro panqueques para la mesa cuatro ¿A quién se los pido?
Tardo varios segundos en reaccionar ¡Él se ha puesto a atender las mesas!
—Gracias, Dick. Yo me encargo ¿Quieres pedir algo para ti? —intento quitarle el papel donde anotó el pedido, pero levanta su brazo y es más alto que yo.
—Voy a ayudarte. Este lugar está repleto y no quiero imaginar lo que les harás a esos clientes idiotas si te estresas.
Por más que le insisto, él me ignora y termino indicándole donde está la cocina.
Vuelvo a atender a los clientes que siguen llegando y pronto veo a Dick aparecer. Lo que más me sorprende no son las cuatro bandejas que carga con perfecto equilibrio, sino el mandil rosa que lleva, igual al mío. Definitivamente se ve encantador con él.
Sin importar lo lleno del lugar o el bullicio de todos los clientes conversando, ni el cansancio de tanto ir y venir, el turno se ha vuelto maravilloso. Estoy junto a Dick en un ambiente que no es la secundaria o su casa, ahora estamos en mi territorio y siento que puedo ser yo misma.
No es que antes fuera otra, es sólo que me siento mucho más relajada.
—¿Tienes planes para después de tu turno? —escucho que una chica desvergonzada le pregunta a Dick en la mesa de al lado.
Supongo que es algo que le pasa muy a menudo.
No me quedo a oír la respuesta, voy hasta la cocina por una orden y aprovecho de sentarme unos segundos, los pies me están matando.
—Una clienta me invitó a salir ¿Te ha pasado antes? —comenta, sentándose junto a mí.
Niego, recibiendo la bandeja con el pedido.
—A mí no se me ve tan bien el delantal como a ti —le digo, alejándome raudamente.
Increiblemente le hice un halago y no me sonrojé. Jason estaría orgulloso de mí.
~🦇~
—Muchas gracias por tu ayuda. Hiciste un excelente trabajo —felicita mi jefe a Dick cuando acaba la jornada—. No sería mala idea contratar meseros, atraerían al público femenino. Si el puesto te interesa, es tuyo.
La idea de que Dick sea utilizado como objeto para atraer mujeres me fastidia. Me pregunto si él sentirá algo similar respecto a mí.
—Aceptaría sólo por el excelente ambiente laboral —dice, mirándome con interés—, pero usualmente estoy ocupado en las tardes, hoy fue una excepción.
Nos despedimos del señor Cobblepot y salimos a la ciudad. Hay una brisa tibia y húmeda, creo que lloverá.
—¿Así que excelente ambiente laboral? —me atrevo a preguntarle aprovechando mi nuevo nivel de osadía.
Él sonríe y juraría que por unos segundos parece nervioso.
—Bueno... tenerte de compañera sería un incentivo incomparable —dice y ciertamente está nervioso, como si no hallara las palabras adecuadas.
—Incentivo incomparable. Creo que es lo más lindo y extraño que un chico me ha dicho.
Él empieza a reír y yo también.
Sí, estar ahora junto él ha empezado a sentirse diferente, mucho más cómodo, como cuando estoy con Jason.
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Editado: 27.10.2020