Despierto sobre una cama, sintiendo la suavidad de la almohada en una mejilla y de una mano en la otra. Alguien la acaricia y sube hasta mi frente.
Parpadeo varias veces para que mi vista se aclare. Esta no es mi habitación, nada me parece familiar.
Desorientada, busco al dueño de la mano.
Resulta ser de quien menos esperaba y me sobresalto, dándole un manotazo.
—¡No me toques! ¡No te acerques!
No sé dónde estoy, pero quien me acariciaba era Roy. Está parado junto a la cama.
El horror empeora al verme.
—¡Mi ropa! ¡¿Dónde está mi ropa?! —grito, aterrada.
Llevo puesta una polera de hombre y no tengo la falda. Miro mis piernas desnudas sobre una cama que no es la mía y no puedo hacer más que temblar y llorar.
Esto no puede estar pasando. Debió esperarme al salir de la clínica. No puedo recordar nada de lo que ocurrió hasta ahora.
—¡¿Qué me hiciste?! ¡¿Por qué...?!
Me cuesta respirar y él insiste en acercarse. Vuelvo a golpear su mano, agazapándome en la cama lejos de él, abrazando mi cuerpo que se siente sucio y lastimado.
—¡No me toques, aléjate! —le grito.
No puedo hacer nada más, mis pensamientos se han fracturado y detenido. Y el temor de no poder volver a atrás para evitar terminar aquí me paraliza.
El sonido de la puerta me hace alzar la vista y veo entrar a Dick.
Él también está aquí, por qué... por qué están los dos...
Su expresión parece preocupada al verme tan alterada y le pide a Roy que salga.
Me abraza.
Pese al miedo, no soy capaz de huir y tiemblo entre sus brazos, pensando las peores cosas de él... de ellos y de mí, semidesnuda en esta cama.
No quiero saber lo que pasó... no podré soportarlo... ni repararlo...
—Tranquila, no llores. Todo está bien, estás a salvo.
—Dick... yo te quiero... ¿Por qué... por qué ustedes...?
Él se aparta, cogiendo mi rostro.
—Isabel, no es lo que parece, por Dios, yo jamás te haría daño —me cubre las piernas con la manta que terminó arrugada a mis pies durante mis intentos por alejarme de Roy.
La aferro, cubriéndome con ella hasta el cuello, sin dejar de temblar y llorar.
—Estás en mi habitación, Roy te trajo. Te encontró muy mal afuera de la clínica donde está Kory, te desmayaste y como no sabe dónde vives, te trajo conmigo —acaricia mi cabello y luego mi mejilla, limpiando mis lágrimas.
—¿Y mi ropa?
—La vomitaste, pero Alfred ya se hizo cargo y estarán limpias pronto.
Siento como si recibiera una descarga eléctrica. Definitivamente mi cabeza va a explotar.
—Yo fui quien te las cambió y te puse una de mis poleras, pero te juro que no hice nada inapropiado, Isabel, también te quiero —besa mi frente y me atrevo a abrazarlo con fuerza.
El alivio que siento es profundo, pero sigo temblando. El huracán pasó, pero me dejó desolada. Ha sido realmente aterrador despertarme aquí, sin mi ropa y con Roy tan cerca.
Llaman a la puerta. Alfred es quien entra, cargando una bandeja. Asegura que con su sopa me sentiré como nueva. Dick acomoda una mesita sobre mis piernas y con sólo el aroma del humeante plato ya me siento mejor.
—Es la receta especial "levanta muertos" de Alfred —cuenta Dick, sonriendo.
La palabra muerto hace que se me apriete el estómago. Me obligo a beber, viendo la cuchara temblar hasta llegar a mi boca. La mitad de la sopa que llevaba se me cae en el camino.
Este día se ha sentido tan largo y pesado, ya no me quedan fuerzas.
—Déjame ayudarte. —Dick me quita la cuchara, llenándola de sopa—. Abre la boca —dice y no puedo evitar sonreír.
Recuerdos de él ofreciéndome un trozo de zanahoria llegan a mi mente. Ese fue un día mágico, donde pude disfrutar de su cercanía. Ahora, unas cuantas semanas después, esos recuerdos se difuminan, dando paso a los de Jason.
"¡Zanahoria! Grayson es un idiota. Esa mierda queda mejor con papas".
Recibo la sopa, tragándola pese al nudo que se me ha formado en la garganta.
Está deliciosa y pronto llena mi estómago, pero nada hace contra el vacío que sigo sintiendo y que se vuelve cada vez más profundo y mi urgencia por llenarlo más desesperada.
—Isabel. Cuando te quité la blusa, no pude evitar ignorar las marcas que tienes en los brazos ¿Te las hizo Kory? ¿Por qué fuiste a verla?
Reviso mis brazos y veo las marcas de dedos impresas en mi pálida piel.
—No fui a visitar a Kory.
Le cuento sobre mi madre y su condición, y cómo terminó alterada en nuestro encuentro. Omito nuestra conversación y a Alicia y a los conejos y que, al parecer, Jason fue a visitarla también porque es una historia sin pies ni cabeza y ni yo misma la entiendo.
Y no quiero pensar en eso ahora, necesito un respiro y aliviar la carga en mi saturada cabeza.
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Editado: 27.10.2020