Listo, se lo dije. Estoy temblando de pies a cabeza y mi cara arde, pero se lo dije. Espero que no sea tan idiota como para no entender.
Hubiese deseado que fuera distinto, correr a sus brazos y besarlo con todo el amor que ya no puedo seguir conteniendo. No hubiesen sido necesarias las palabras.
Eso habría hecho de haber visto en sus ojos el mismo anhelo que yo sentía en los míos cuando nos reencontramos.
Pero vi enojo, molestia y debo proteger mis sentimientos y a mí misma. Cualquier intento directo por acercarme a él habría logrado su rechazo total, incluso su desprecio y no podría soportarlo. Opté por la vía indirecta y espero no haberme equivocado.
—Y a mí qué mierda me importa —vuelve a decir y se siente como una bofetada, confirmándome que hice bien.
Si le hubiera dicho que lo amo y él me hubiera respondido eso, me habría muerto aquí mismo.
Aprieto mis puños con fuerza e inhalo profundamente, rogando para que mi voz se oiga fuerte y fría.
—Es bueno saberlo, sólo estaba siendo considerada contigo. Supongo que iré a preguntarle a Roy si sigue interesado —doy media vuelta y avanzo por el muelle.
Mis puños siguen apretados, temblando y no sé cuántos pasos más podré dar antes de desplomarme.
—¡Isabel, espera! ¡Que no se te ocurra ir con ese imbécil! —grita desde el barco.
Una lágrima rueda por mi mejilla, sofocando el calor de mi declaración.
—¡¿Qué vas a hacer para impedirlo?! —le respondo, sin detener mi marcha.
Oigo rápidas pisadas acercándose por detrás y mis lágrimas caen igual de rápido. Así mismo late mi corazón y la desesperada sensación de que va a explotar me aterra.
Mi marcha es detenida cuando coge mi brazo, obligándome a voltear y me pega contra su cuerpo, abrazándome.
Por fin.
Por fin puedo volver a tocarlo y comprobar que es real y no un lejano recuerdo a punto de desvanecerse. La incesante marcha de mi corazón se serena, pero sigo llorando, sintiendo su aroma. Esperé tanto para que llegara este momento que no quiero soltarlo, quiero que se quede junto a mí para siempre.
~🦇~
Permanecemos sentados en el borde del muelle, viendo el atardecer. Del sol queda sólo su recuerdo en forma de haces se luz que surgen al final del mar. Mi cabeza descansa en su hombro y él me ha cogido la mano. El barco que le sirvió de refugio durante todo este tiempo está a punto de zarpar.
En la popa, el hombre de la boina agita su mano, despidiéndose.
—¡Cuida mucho de tu hermana, Peter! ¡Y no dejes que muera tu perrito!
Ahogo una risa y agradezco no poder ver el rostro de Jason desde mi posición. Sólo lo oigo suspirar.
—Me acabas de hacer perder el mejor trabajo del mundo —se queja.
—No es cierto, hay trabajos mejores —aseguro.
Su mano se siente algo áspera por las labores que realizaba y su piel luce más oscura. Ya lo regañaré por no usar bloqueador, ahora no es el momento.
—Aprendí mucho más en ese barco que en todos los años que he ido a clases.
Eso sí que no se lo voy a permitir.
—No puedes comparar las experiencias de vida, que de seguro fueron interesantes, con una educación formal. Además, siempre puedes volver en las vacaciones. Yo podría acompañarte.
Él ríe burlonamente.
—¿Tú acarreando cajas? No me hagas reír.
—Soy buena en matemáticas, podría ayudar en la contabilidad, revisar las finanzas. De seguro los haría ahorrar dinero y aumentar las utilidades.
Su única respuesta es un beso en mi cabeza y siento que me derrito, una reacción muy diferente a lo que antes el mismo gesto me hacía sentir. Estoy enamorada de él, es un hecho y aunque él no respondió a mi declaración, tampoco la rechazó y eso me basta. Si puedo estar así y compartir momentos inolvidables junto a él, no me importa si seguimos siendo sólo amigos o algo más.
—Ya es tarde, regresemos —dice y mi felicidad se siente completa.
Por fin he logrado tenerlo de regreso.
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Editado: 27.10.2020