A N K E R
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Ser hijo de una cirujana y un médico forense equivale a que no los verás mucho, sus turnos eran un caos, te perderás de verlos en tu cumpleaños por las guardias o una emergencia que se prolongó. No los juzgo, siempre que pasaba eso estaban mis abuelos, podía ir a su casa y jugar por horas con mi tía Melione. Lo que más me agradaba de ir a la casa de mis abuelos es que ellos nos llevaban a casa de tía Ylenia para que jugáramos con Mar y Bunnie. Por jugar con ellas es que me gustaba que mis padres trabajaran tanto, yo me sentía menos solo en compañía de personas de mi edad, ser el hijo único durante toda mi niñez de dos personas tan excéntricas como lo son mis padres no es sencillo. Conforme fui creciendo mi escape se volvió Bunnie, pasábamos mucho tiempo juntos con o sin sus amigas y como un tonto deje que mi corazón comenzara a verla con otros ojos. Dejó de parecer mi amiga y comencé a verla como mi potencial pareja, lo que nunca quise tomar en cuenta es que el sentimiento no era mutuo.
—Anker despierta —comenta la voz de mi padre, frente a mis ojos un chasquido de dedos me asusta haciendo que casi me caiga hacia atrás en el banco de la isla de la cocina. —¿Estabas teniendo una visión? —curiosea mi progenitor volviendo a elaborar los sandwiches que serían nuestra merienda de la tarde. Pasando una mano por mi rostro me tiró ligeramente hacia atrás negando con la cabeza, tal como mi madre tenía el don de las visiones y como a ella le pasaba no controlaba cuando me suceden.
—Recordé cuando los abuelos me cuidaban de niño, hoy Azul se metió en problemas y los abuelos tuvieron que ir por ella al liceo. Me preocupa que la regañen o que no quieran tenerla más en su casa por los problemas que pueda causar y que la tía Melione empeore su comportamiento —comento preocupado por la estrella, la abuela Perséfone es amable, pero es muy estricta en cuanto el mal comportamiento de mi tía Melione. Azul le rompió la nariz a una chica que le quitaba dos cabezas con tan solo una bandeja, de no haberla detenido unos cuantos dientes habrían caído. Lo que me dejó un tanto tranquilo es que luego de su ataque Azul volvió a ser la misma chica calmada, se fue con Calíope y Melione a la enfermería por un dolor en su muñeca.
—¿En qué clase de problemas pudo meterse una chica como Azul? —se burló mi padre partiendo uno de los sandwiches en el plato, espere a que tomara un nuevo pan y el cuchillo estuviera descansando sobre la mesada para decirle lo que hizo la rubia.
—Le rompió el tabique nasal con una bandeja de la cafetería a una chica que le sacaba dos cabezas y es el doble de su tamaño —alegó viendo como la mezcla de pollo con queso que mi padre sostenía por la cuchara se cayó al suelo. De inmediato, Pesadilla uno de nuestros perros corre a comer lo que mi padre había dejado caer, su estado de shock duró apenas dos minutos cuando parpadeó y volvió a tomar algo de la mezcla para mirarme sorprendido.
—Tiene agallas, me agrada y no creo que tus abuelos la echen. Mi padre en este momento debe estarse riendo de la valentía de Azul, mi madre lo regaña, pero en cuento estén solos se reirán juntos y solo le dirán a la rubia que debe controlarse. De lo contrario no podrá asistir más al liceo —afirma mi padre dejando un plato frente a mí con el sándwich y un zumo de naranja —Nina baja a merendar —grita mi padre sentándose en uno de los taburetes de la isla esperando a que mi hermana viniera y se sentara junto a él.
Terminado de comer me dirigí a mi lugar habitual de entrenamiento, una habitación reforzada que soportaba el calor de mis llamas y era lo suficientemente fuerte para soportar grandes ráfagas de viento. Encerrado en aquel cuarto me pongo en medio de la habitación a la espera de que mi padre hiciera aparecer algún espectro o monstruo con el que deba luchar. Mis entrenamientos se basan en estrategia, fuerza y controlarme bajo presión, pocas veces luchaba con mi espada y mi padre siempre se quejaba de ello.
En una de las esquinas de las esquinas de la habitación apareció una quimera, es un enorme monstruo de tres cabezas, una de cabra, otra de león y la última de serpiente. Tiene las patas de un león, el cuerpo de una cabra y la cola de una serpiente, sus cabezas me ven como su siguiente cena, sus garras de león resuenan contra el suelo y los gruñidos de león hacen eco en el cuarto. De mis manos brotan dos esferas en llamas, la quimera avanza con su cabeza de serpiente lista para morderme, doy mi primer golpe con el fuego y comienzo a flotar esquivando la embestida del animal que choca de lleno contra la pared. Su cabeza de cabra ahora es quien dirige, vuelvo a lanzarle una bola de fuego, pero esta vez la esquiva y frena antes de volver a golpearse contra la pared, su cabeza dominante ruge por encima de las otras dos. Confiado uso algo de mi magia lanzando sus patas con magia y desciendo al suelo viendo a la quimera luchando por liberar sus patas. Utilizando una daga especial desterrará al monstruo al lugar de donde provino del tártaro haciendo un simple corte sobre su piel.
La cabeza de serpiente trata de morderme, pero con magia la retengo con un bozal invisible que no permite que sus fauces se abran mientras que acerco mi cuchillo a su cuerpo, hago el corte manchando mis manos de su espesa sangre y el monstruo desaparece. Mi primera parte del entrenamiento estuvo fácil ahora debía esperar a las dos siguientes rondas y me encontraba de muy buen humor para pelear contra cíclopes y gigantes.
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hijos de dioses hades y persefone, hechiceros y semidioses, estrellas y mitologia griega
Editado: 15.03.2024