No tenía palabras para definir la magnitud de aquella mansión, era simplemente gigantesca, tenía la apariencia de un castillo, el cual estaba rodeado de jardines, la arquitectura era impresionante, dejaban en claro que ellos eran la realeza, que los Bradford iban a la cabeza, entre todos mis miedos y mis inseguridades, Alen era lo único a lo que podía aferrarme.
—¿Por qué pones esa cara?—me peguntó Alen con una sonrisa burlona.
—Es enorme…me perdería sin dudarlo.—le dije sin despegar los ojos de la ventana.
—Es más grande que la mansión donde vivías, pero te acostumbrarás y pronto vas a familiarizarte, aunque te aconsejo no caminar sola en estos jardines, especialmente de noche.—me dijo Nicolas quién me miraba de manera extraña, como si intentara meterse en mi cabeza y destruirme desde dentro.
—Gracias por hospedarme, me esforzaré por no ser una carga.—exclamé temerosa, no quería sentirme fuera de lugar, con una familia que no conocía y además, no quería incomodar a Alen con mi presencia, me sentía indignada de estar con alguien como él.
Y es que mientras más me adentraba en aquel siniestro palacio más caía en cuenta del poder que tenía aquella familia, nunca había visto tanta opulencia, si alguien me decía que el señor Bradford era un rey, lo habría creído.
—Bienvenida a tu nueva casa.—me anunció mi paradigma mientras me daba un beso en la cabeza.
Estábamos llegando después de aquel admirable recorrido en coche, el corazón me palpitaba haciéndome mil cuestionamientos, mi cerebro me advertía que poner un pie en ese lugar afirmaría mi perdición, pero como siempre, no le hice caso, pues él me llevaba de la mano, cuando Alen me tocaba se apoderaba de todos mis sentidos y mi cordura no se ponía de mi lado, pues también estaba enamorada de nuestro enemigo.
—Dios…que hermosa mansión, es más bien un castillo.—expresé con la boca abierta.
—¿Te gusta?
—Me encanta, los chicos deben quedarse fascinados cada vez que vienen.
—Ya están acostumbrados.—confesó Alen con una sonrisa ligera.
Aquel castillo transmitía mucha nostalgia, una parte de mi se deprimió cuando vi el ala este, no sabía que ahí se. Encontraba uno de los secretos más oscuros de los Bradford, un pecado que jamás les sería perdonado.
—Adelante Armin, este será tu hogar a partir de ahora.—Nicolas extendió su brazo dándome paso y entonces las puertas se abrieron de par en par y ahí estaba ellos, la manada de lobos que me recibía hambrienta, esperando la orden para despedazarme de una vez por todas.
Había una loba en especial que me clavó la mirada con descaro, era una belleza altiva, un peligro para cualquier cordero con síndrome de salvador.
—Bienvenida a la mansión Bradford querida.—exclamó aquella misteriosa mujer quien se acercó a mí con pasos firmes.—mi nombre es Alana, es un placer por fin conocerte.—dijo ella dándome un abrazo asfixiante, sus dedos fríos se clavaron en mis brazos, hundiéndose en mi carne causándome una mueca de dolor que disfrace con una sonrisa.
—Mucho gusto, yo soy Armin, Armin Tesland.
—Lo sé.—replicó con una sonrisa.
Alana tenía el cabello negro y muy corto, su piel era blanca lana que adornaba con coloretes y un labial rojo intenso, esta vestida de negro, tenía un lunar al Aldo de su ojo Izquierdo y era muy alta y delgada, como una super modelo, era simplemente preciosa.
—Debes estar muy agotada, esperamos no ser crueles contigo, sabemos que haz pasado por muchas penas, mi nombre es Donovan, el segundo hermano de Nicolas, Alana es la más pequeña de nosotros, bueno ya tiene casi treinta.
Donovan era un hombre de treinta y dos años, muy apuesto y con el cabello bien recortado, elegante y sofisticado como lo eran todos los Bradford, media un metro noventa y me recordaba a los galanes de la segunda guerra mundial, tenía ese tipo de belleza masculina, a pesar de su amabilidad, era uno de los más peligrosos en esa casa, su nombre me da tanto asco que procuro no recordarlo.
—Gracias por recibirme, no tengo palabras para expresar mi gratitud.
Mis ojos recorrieron todo el lugar, buscando a la madre de mi querido Alen, esta segura que su belleza no tenía precedentes, seguro que era tan cálida y amorosa como esas madres modelos, como la mamá que nunca había tenido, pero no la vi por ningún lado.
—Nuestros abuelos murieron hace unos meses, los encontraron juntos en su alcoba, abrazados en su lecho de muerte, el amor perduró hasta su descenso ¿no es romántico?—exclamó Alana soltando un suspiro.
—Eh, si…
Alana era muy extraña, su presencia me ponía muy inquieta…
Esa era una historia adornada más, los patriarcas de los Bradford si fueron encontrados muertos en su alcoba, pero no por una muerte natural, todo había sido planeado por la escalofriante familia.
Ellos debían morir para que el nuevo liderazgo ascendiera y tuviera poder y control sobre toda la familia Bradford, pero ni Margaret ni Edmond morían, eran dos viejos robles, sanos, fuertes y saludables, así que sus hijos los ayudaron a pasar a mejor vida, los patriarcas sabían que este día llegaría y no cuestionaron la macabra decisión de su familia en cortarles el aliento de manera prematura, pero esa es una historia que contaré después.
—Lamentamos que la familia entera no se haya podido reunir aquí para recibirte, pero como dice Donovan, no creímos que fuera prudente después de todo lo que pasaste, sin embargo los conocerás pronto.—manifestó Nicolas mientras miraba su reloj de bolsillo.
—No se preocupe, entiendo, gracias por todo.—¿Donde esta la mamá de Alen? Quizá murió..aunque no recuerdo que alguno de los chicos haya mencionado algo así, me da pena preguntar y ser imprudente, además no quiero causar una mala impresión.—me dije a mí misma en mis adentros.
—Ya es tarde, pero si tienes hambre podemos ordenarle a la servidumbre que te prepare algo para cenar ¿quieres algo en especifico?
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Editado: 09.12.2024