Me estaba muriendo de hambre cuando entré al gran comedor, había pasado por mucho, esta segura de que una vez que pisara la cama, mi cuerpo dejaría de estar tan tenso, la verdad estaba sorprendida de mi fortaleza, después de todo, seguía de pie, quizá con algunos moretones y el alma rota, pero de pie, él estaba conmigo ahora, su familia me había acogido, debían ser ángeles caritativos, no voy anegar que el nerviosismo me esta matando, el chico al que tanto amaba, de quién estaba tan enamorada, él que me volvía loca era mi novio y estábamos bajo el mismo techo.
—¿Que quieres comer? Dime que se te antoja, la servidumbre te preparara lo que les pidas sin renegar.—me dijo Alen mientras agarraba una taza y le ponía agua caliente, me estaba preparando un té, esto me pareció muy dulce de su parte.
—No quiero molestar, me haré un sándwich, ya es muy tarde, prefiero que ya se vayan a descansar.—le dije en voz baja.
—De ninguna manera, no dejaré que nadie descanse mientras tu te mueres de hambre.
Alen movie una campanilla y al instante aparecieron tres sirvientas encargadas de el área de cocina, se veían muy serias y sumisas.
—¿Nos llamó joven Bradford?—le preguntaron ellas con la mirada en el suelo.
—Lleven la cena de la señorita Armin a mi habitación, pasaremos la noche ahí.—dijo Alen sin reparo.
—¿Que?
El corazón se me subió hasta la garganta y la sangre se me bajó hasta la punta de los pies, mi lengua estaba trabada y comencé a entrar en pánico en silencio, más mi cuerpo se movía solo cuando él se pegaba a mi lado, así subimos las interminables escaleras, con sus manos apretando fuerte mi cintura.
—Espero que no tengas problema en dormir conmigo, no quiero que pases la noche sola, no después de todo lo que pasaste, seguro tendrías pesadillas, además este lugar es demasiado frío.
—Esta bien…le dije consciente de que tenía razón, el miedo me carcomía el alma, era una miedosa, definitivamente no quería pasar la noche sola y Alen poseía los únicos brazos donde podía refugiarme.
Confieso que tenía mucha curiosidad en conocer su habitación, saber donde dormía y que cosas decoran su alcoba, él se puso delante de mí y abrió aquellas enormes puertas de madera y en cuanto prendió la luz cálida, mis ojos se deslumbraron, parecía la alcoba de un príncipe, limpia y fresca, era un chico muy ordenado, además tenía un balcón con una vista preciosa.
—¿Que te parece? ¿Te imaginaste que sería diferente?
—Es perfecto, tienes buen gusto, me encanta.—le dije maravillada.
—¿Quieres ducharte?—me preguntó mirándome fijamente.
—¿Aquí?—exclamé con la cara sonrojada.
—¿Por que no? Te prepararé el baño.—me dijo con confianza, parecía que él estaba acostumbrado a esto, pero yo no, todo era nuevo para mi, nuestro noviazgo, dormir en la casa del chico que me gustaba, todo era abrumador y emocionante, pero la vergüenza sobre abundaba.
—Eh…¡espera!—le grité con la voz temblorosa mientras jalaba un extremo de su camisa, el se encontraba delante de mi y no pude evitar abrazarlo por la espalda, sumergí mi rostro entre su perfumada camisa blanca y le dije casi entre lagrimas.—¿podría bañarme sola? Me moriría si me vieras desnuda…
—¿Qué? ¡Pff! jajaja ¿consideraste dejarme adentro contigo? Jajaja.—Alen se dio la vuelta y me levantó mi rostro sonrojado con sus dos manos apretándome las mejillas.—mírate nada más jaja, pareces un tomate ¿de verdad te pongo tan nerviosa?—me preguntó con una hermosa sonrisa, se veía tan atractivo, no podía creer que alguien como él fuera mi novio.
—No puedo evitarlo, me gustas mucho…—le confesé sin la capacidad de mirarlo a los ojos.
—Nunca había conocido a una mujer tan inocente como tu jajaja, eso me gusta, te emocionas por cosas tan pequeñas y me encanta ver como te pones con mi sola presencia.
Alen me miró fijamente y me acercó a él con rudeza, me besó tan apasionadamente que me hizo sentir cosas que jamás había experimentado, mi cuerpo respondía a su lengua que me cosquilleaba en el interior de mi boca, su saliva era dulce y adictiva, mientras más nos besábamos, más calor hacía en la habitación, sus manos me apretaban con fuerza, me lastimaba un poco, pero igual me gustaba como se sentía, cuando sus manos estaban apunto de deslizare a otros horizontes, una de las sirvientas llamó a la puerta rompiendo con aquel ambiente salvaje.
Alen parecía muy molesto, nos separamos de golpe y yo me quede recargada en la pared, agitada y con los labios hinchados.
—La cena de la señorita Armin esta lista joven Alen.
Alen abrió la puerta y recibió mi cena, me asustó la forma en la que esa sirvienta me miró, como si me odiara, sus ojos eran como luces de bengala en la oscuridad, no pude evitar desviar la mirada hacia otro lado.
—Buenas noches joven Bradford, si necesita algo más solo llámenos.
—Vayan a descansar, es todo por hoy.
—Gracias, feliz noche.
La sirvienta se fue y yo me senté a la orilla de la cama.
—Ven, nos prepararon la cena a loas dos, si no te gusta pediré que te preparen otra cosa.
—Si me gustará…huele muy rico.—aun me sentía inquieta por los besos ¿que hubiera pasado si esa sirvienta no hubiera entrado? No dejaba de pensar en eso.
El olor de la comida despertó mi hambre como nunca antes y me dispútese a dar el primer bocado, ciertamente era delicioso, ver comer a Alen me parecía fascinante, a decir verdad, todo lo que hacia me aprecia bello.
—Tienes mermelada de frambuesa en la boca.—Me dijo Alen con voz suave.
—Ay, gracias, no me di…cuanta…
Alen se acercó a mí y lamió la mermelada de mi mejilla para después regresar a mi boca y devorarme.
—Necesito bañarme…—le dije con el corazón a mil por hora.
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Editado: 09.12.2024