Gabriela
—Hora de dormir —ordena y solo lo observo entre risas, puesto que su papel de padre es uno fatal.
—No te burles y ayúdame —Se muestra enojado y continúo divirtiéndome a costa suya.
—Yo me encargo —Se responsabiliza Nadine justo cuando pienso intervenir.
—¿Estás segura de ello? —pongo en duda sus deseos, pero asiente confirmando que lo hará.
—Descansen, lo merecen luego de todas las travesuras que hicieron los tres —recuerda todo el enredo del centro comercial y solo me alegro, puesto que Marcus por poco enloquece cuando entre risas Vince, su hijo mayor, le dijo que Jr., su hermanito se había quedado atorado en uno de los túneles de la zona de juegos.
Por poco muere de preocupación y vergüenza, mientras el par de traviesos solo disfrutaba del momento y del estrés que generaban en su padre.
—Suerte, parece que descansar quince minutos de regreso, los llenó de mucha energía —acoto en referencia a lo entusiasmados que se encuentran por seguir jugando lo que resta de la noche.
—Gracias —Marcus la abraza y de verdad que le agradece, ya que se encuentra agotado—. Vamos —Me invita y llena de diversión mezclada con incredulidad, elevo una ceja.
—Solo vete —Me empuja Nadine y de verdad valoro nuestro tiempo juntas. Disfruto de cada segundo, mucho más ahora que ha decidido vivir conmigo.
Nos retiramos, abandonamos la estancia luego del discurso sin fin de Marcus pidiéndole a sus pequeños que se comporten y obedezcan a Nadine, vamos directo a las escaleras, llegamos a mi habitación.
—Entonces, tú y yo una vez más en esta habitación, entre las mismas sábanas… —Me detengo cuando repentinamente me da vuelta y sin mediar palabras, sus labios atacan a los míos.
Un pequeño y vergonzoso jadeo se me escapa en el momento en que mi espalda reposa sobre la cama y sus manos recorren mi piel, provocando que aquel cosquilleo que tanto me atemoriza, pero que sin importar el miedo, disfruto, se instale en mi abdomen.
—Marcus… —Su nombre se escapa de mi garganta en el instante en que le da tregua a mi lengua— Espera… tenemos que conversar —Lo detengo y abandonó la cama, huyo de todo esto, escapo del deseo que gobierna mi cuerpo y prende de terminar con todo esto.
—Gabe —Se aproxima, sin embargo, me alejo.
—No estoy preparada para esto, no para que me veas desnuda y con otro propósito que no sea el resguardar mi salud —confieso las ideas que sus acciones y todo lo que producen en mis sistemas: han estado torturando mi mente y acabando con mi fuerza de voluntad—. Jamás negaré que te deseo, que siento lo mismo que tú y que pienso que no está mal, que liberemos en la cama toda esa tensión que se nota entre ambos, pero no estoy lista —suspiro, saco todo el aire que contenía en mis pulmones.
—Gabe, lo sé y no pienso forzarte —regresó mi vista a él al escuchar sus palabras.
—¿Qué sucede? —averiguo y sonríe, elimina por completo la distancia entre ambos y con solo llevar sus manos a mi cintura, aquella perversa e intrigante experiencia que me proporciona su toque, regresa.
—Hermosa, durante años he rogado porque la vida me dé la oportunidad de tratarte de forma diferente a la profesional —Sus labios regresan y los recibo, no lo dudo, dado que mi cuerpo lo requiere—. Por fin tenerla, es una locura, solo deseo besarte y explorar cada rincón de tú cuerpo sin tener que llegar al acto sexual, quiero conocerte y saber lo que te gusta y lo que no; sin embargo, cada vez que te tengo enfrente, la razón me abandona, pierdo el control —Mi piel se eriza y todo en mí se estremece, la garganta se me reseca y siento que solo sus labios pueden saciar la sed de la que padezco.
No puedo concebir que de acuerdo a lo que dicta la sociedad que debo poseer para ser mujer, de lo cual carezco, me desee de ese modo, quiera tanto de mí. No puedo explicar el sentimiento que cada palabra despierta y la confianza que mi mente recupera sobre mi cuerpo.
—Quiero conocerte, Marcus —accedo, puesto que del modo en que lo explica, no llegaremos a aquel acto que tanto me aterra.
Agacho mi cabeza mientras acaricio su pecho por encima de la tela, si entiendo, como al igual que su errática respiración, el fuerte e impetuoso palpitar de su corazón, me asemeja al mío: nos encontramos en completa armonía.
Nuestros labios vuelven a encontrarse, al tiempo en que giramos y sus pasos, regresan los míos hasta la cama, en donde rápidamente tomo asintiendo. Permanece de pie enfrente de mí, me observa antes de retirarse la camisa y sonreír, causando en mí la emoción que sentí cuando perdí aquellos que a las mujeres nos confiere un poco de inocencia y pureza, o eso alegan.
—No es por ser imprudente —La puerta se abre de repente y logro ver a Nadine—, pero tendrán invasión extraterrestre —agrega entre risas observando la vergüenza en el rostro de Marcus y en el mío—. Les dije que contaran hasta diez, así que pónganse decentes y recíbanlos —propone, haciendo todos nuestros planes a un lado.
—No será hoy y no es lo que piensas —Me dirijo a ambos, pero hago énfasis en lo que va hacia Nadine que me observa divertida.
—Lo que digas —Se aleja riendo con fuerza.
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Editado: 12.01.2024