La radio comenzó a dar problemas luego de horas dando un buen funcionamiento. Lo dejó pasar; había otras emisoras que estarán funcionando, dijo él. Sin embargo, no era cierto, todas parecían estar caídas.
Intentó reparar la radio a golpes esta vez, pero nada surtía efectos.
—Venga, cacharro, funciona —dijo con molestias a la radio.
Llegó a concluir que el problema tal vez radicaba en la señal; él se había detenido largos kilómetros antes para hacer una llamada, pero nada. Hubiera lamentado haber gastado sus monedas de ser alguien pobre, pero el dinero era algo que le sobraba; tuvo numerosos clientes que defendió con éxito en sus juicios.
— ¡Qué va! —La radio ya no tenía reparo.
La intentó hacer volver a funcionar, pero nada. Fue una pérdida de tiempo.
— ¿Qué habrá pasado con la señal? —continuaba en seguir arreglando la radio de alguna manera, pero se cansó de ello—. Supongo que son problemas técnicos.
No obstante, para él resultó bastante extraño que algo así ocurriera. Earth Away tenía servicios eficaces y con excelentes mantenimientos, y que eso pasase dejaba mucho que decir.
—Siempre hay una primera vez, al parecer —enfatizó, sonriendo con ironía.
Sabía bien a qué iba eso. Según su palabra, él dijo una vez que era una persona que jamás se retractaba de sus firmes y bien pensadas decisiones, y él haberse alejado de Earth Away y jamás volver una de ellas. Sin embargo, ahora estaba yendo hacia allí, dudoso, pero por algún motivo iba a esa ciudad desde la tarde. Tal vez para descansar de todo el trabajo que había tenido en New York, pensó él. Pero, al hurgar bien en su cabeza y corazón, se dio cuenta que solo quería realizar una visita que duraría dos días y luego se iría.
El frío y la lluvia no se lo estaban poniendo bien, pero agradeció mucho que su traje de vestir le ayudaba a combatir esos dos problemas.
Condujo su auto con calma. No faltaba mucho para llegar a Earth Away. Conocía el lugar como la palma de su mano, como si guardase el mapa dentro de su mente todo el tiempo.
La hora no iba tan deprisa, ni tan lento; eran las doce y treinta y cinco minutos de la noche. Ha sido un largo y agotador camino. Quienes tenían pensado ir a Earth Away por carretera, tendrían que tener muchos ánimos para aguantarse todo el trajín que daría al recorrer dicho camino. Por eso, mucha gente prefería tomar el avión; él no lo tomó porque no lo vio necesario.
El auto empezó a dar problemas: El motor dio un sonido para nada bueno; el vehículo ralentizaba la velocidad hasta apagarse del todo.
—Carajo… —masculló—. Esto no es bueno.
El auto no encendía aunque haya girado la llave más de nueve veces. Iba por el décimo intento para ver si arrancaba, pero así dijo del octavo y a la novena no encendió, por lo que no siguió intentándolo.
No le quedó más que disponerse a salir del auto para revisar que tenía.
—No empeores, lluvia —dijo él, rogando que así fuera.
Levanto el capó. El motor estaba echando humos. No daba una buena pinta en ninguno de los aspectos.
—Y para esto vine aquí… —resopló, cerrando el capó y volviéndose a meter al auto.
Odió que no supiera de cómo arreglar autos. Aunque, así supiera sobre ellos, no contaba con las herramientas para hacerlo andar nuevamente.
Probó la radio de nuevo. Todavía seguía en lo mismo.
—Esto no puede ir para peor.
De repente, sobresaltó en el asiento. Algo había golpeado el auto desde atrás, o eso pensó antes de haber salido y ver qué era: unos de los neumáticos de atrás estaba espichado. Lo revisó: la válvula estaba bastante dañada.
—Y allí se fue mi suerte… creo —comentó, desanimado. Y su desánimo subió más cuando comenzó a llover más fuerte—. Sí… ahora si se fue mi suerte al carajo…
Entró de nuevo al auto, resignado y con los ánimos por los suelos.
Lo único que le quedaba era aguardar allí y esperar algo que lo ayudase. No iba a atreverse a caminar hasta la ciudad, y menos con ese clima.
Cruzó sus brazos y se echó en el asiento a reposar un rato. Aunque no lo cumplió de pies a cabeza: miró por el retrovisor frontal y encontró un vehículo aproximándose.
Detalló más: era un camión de carga lo que iba a su camino.
Bajó del auto rápidamente para detenerlo.
Para su favor, el camión se detuvo.
—Hum… Buenas noches —dijo con amabilidad al ver la cara del conductor.
—Buenas noches, muchacho —el camionero le devolvió el mismo gesto.
—Disculpe las molestias, pero ¿será que puede ayudarme? Tengo problemas con mi auto.
— ¿Qué clase de problemas?
—El motor ha echado humos, y tengo un neumático pinchado.
—Quizá pueda repararlo.
—Estaría muy agradecido, señor. —dijo, sinceramente agradecido.
—No se preocupe, muchacho. Mientras esté en mis manos, no habrá problema con ayudar —dijo el camionero, quitándose el cinturón de seguridad y bajando del camión.