Mientras Yasmin andaba con paso rápido hacia la sede de la facultad de Medicina, observaba como algunos árboles ya tenían las hojas que pasaban de un bonito y verde acceso a un naranja amarillo.
Sus pensamientos habían sido molestados por el choque que dio su zapatilla contra una lata de Coca-cola; el suelo tenían signos que acentuaban la presencia de una fiesta callejera unas pocas noches atrás: latas de refrescos, botes de cervezas con cristales que llenaban el asfalto.
“Alguien sí que se lo pasó bien el fin de semana”, pensó Yasmin y sonrió; ella, como siempre, pasaba los días de descanso estudiando y trabajando en una pequeña cafetería a unos pocos metros de su piso. El fin de semana pasado sus compañeras de pisos habían organizado una pequeña fiesta en casa con otros amigos de la Facultad, ella tenía mucha faena detrás de la barra aquellos días, pero prometió participar y lo consiguió; lo único es que llegó a casa cuando todos ya estaban durmiendo: unos cuantos yacían en el salón, entre el sofá y la alfombra y los demás se habían dividido las habitaciones, incluso la suya. Sonrió, en ese contexto, no hubo ninguna queja por su parte, ella no era así: era una chica alegre, abría su corazón a todos tomándose la responsabilidad del riesgo que era.
Como comenté anteriormente, compartía el piso con otras maravillosas chicas de Valencia: Lucia y Sara, respectivamente la facultad de arquitectura y la de periodismo.
Yasmin tenía orígenes marroquís, más precisamente de Tan Tan, al sur del País; sus padres le habían regalado un pequeño viaje a España, ya que ella, desde pequeña, tenía las ganas de conocer Europa y en particular la Península Ibérica; resumiendo, se enamoró de la ciudad y quiso empezar su carrera para medicina.
Su familia desde su decisión le apoya y le estima mucho, menos su padre que aún, después de un buen tiempo, no aceptó su elección.
Yasmin casi había llegado a las escaleras de su sede, justo en aquel momento escuchó el ruido de un avión que pasaba encima de su cabeza,
dejando una fina, pero bien marcada raya blanca en el cielo anaranjado.
Cada vez que veía uno sus pensamientos iban a su familia, ellos aún no habían pisado el territorio español y ella no había vuelto a casa, con el dinero que ganaba lo utilizaba para sus gastos personales y enviar a su familia el resto; sus ahorros lo tenían bien guardados para que sus queridos pudiese pasar la Nochevieja en España; era una sorpresa que aún no quería revelar.
Era bien pronto, pero su familia ya estaba despierta y organizando el día: sus hermanos más pequeños tenían que ir al colegio, lamentablemente el barrio donde vivían era apartado y para llegar a la puerta del instituto tardaban una hora y media; por eso tenían que madrugar y su padre le acompañaban a la parada antes de ir al trabajo: era un cocinero en un pequeño, pero noto restaurante de Tan Tan, donde se comía el mejor meshwi de todo el sur del País, aunque para ella era el mejor del mundo.
Sacó el móvil del bolsillo y decidió marcar el número de su madre.
-¿Hola?- contestó una suave y dulce voz, era su hermana menor, Dalila.
-Hola Dali, soy Yasmin- contestó.
-Hola, ¿qué tal, hermana?- su tono de voz estaba emocionado y seguramente estaba haciendo una gran sonrisa.
-Muy bien, os echo de menos, estoy a punto de entrar a clase y - quería comentarle el asunto del avión, pero eso habría significado subrayar la distancia - y os pensé.
-Nosotros te pensamos siempre- afirmó su hermana.
-¿Estás desayunando?
-Sí, en nada voy yo también al cole.
-¿Has empezado bien el curso?
-¡Claro! Ya tomé un excelente en un dibujo de arte.
-¿En serio? Pues sigue así- dijo Yasmin sonriendo. -Quiero hablar con mamá- añadió.
-Hola cariño - la voz de su madre, Halima, era más madura, pero dulce como la de su hermana.
-Hola mamá- en aquel momento un nudo en la garganta sorprendió Yasmin. Quería abrazarla fuerte, sentir su perfume y acariciarle las mejillas.
-Te echamos de menos- afirmó Halima.
-Y yo.
-¿Por qué la próxima nómina no te la guardas para venir aquí?
-Lo miraré a ver- mintió Yasmin, ya había mirado el viaje para toda su familia y estaba casi lista para comprarlo.
-¿Papá estaría contento de verme?
-Eres su hija, no lo dudes.
-Llevo tres años aquí, escucho su voz solo durante el día de Navidad y de mi cumpleaños.
-Ya lo sabes, cariño, no compartió tu decisión.
-Amo nuestra cultura mamá, pero en este siglo, en esta generación, las mujeres también pueden ser independientes, sobre todo en países así avanzados como es España.
-Lo sé, cariño, volveré a hablar con él y te llamará esta tarde, ¿sí?
-Vale. Gracias mamá. Ahora entro a clase, saludame a todos. Te quiero.
-Te quiero hija.
Guardó el móvil, nuevamente, en su bolsillo y entró; era un lunes por la mañana y a primeras horas tenía clase teórica de anatomía general.
“Aula L11”, ya la conocía de memoria, estaba subiendo las escaleras cuando, mirándose a su alrededor se dio cuenta que no había tráfico de estudiantes como cada lunes, al contrario, parecían, la mayoría, en huelga.
-¡Yasmin!- escuchó el eco que llegaba del principio del pasillo.
-Hola Sandra- saludó ella dándole dos besos. Sandra era su compañera y amiga de Facultad desde el primer día que pisó la universidad; ella le hizo descubrir los lugares de diversión de Valencia, mientras Yasmin le ayudó a pasar varios exámenes: medicina era dura, sobre todo cuando tienes pasión, pero dificultad en sentarse horas a aprender unas cuantas páginas de un libro infinito.