Sobre(vivir)

Capítulo 6 - Los monstruos feos -

 

                                        Adonay y Beatriz

 

Adonay, después de dejar a su querida hija al colegio, fue hacia al trabajo, recorrió la travesía que separaba el pueblo y su destino en quinta, sin respetar casi ninguna señal de peligro y saltándose un par de semáforos; cuando llegó al trabajo aparcó en doble fila, delante de la entrada; corrió hacia la sexta planta, donde estaba Sergio esperando.

-Hola Adonay- saludó, mientras andaban con paso rápido hacia el lugar del robo.

-¿Ya habéis hecho todo el inventario?

-Sí, lamentablemente sí.

Adonay paró de andar y lo miró fijamente.

-Sí, hemos confirmado que todo lo que cogieron era lo más importante que teníamos- afirmó moviendo la mirada al suelo.

-No me jodas, Sergio, no me jodas.

-Estamos revisando las cámaras de vigilancia porque entraron con los códigos.

Adonay suspiró y se cubrió los ojos con las dos manos, su cabeza empezó a tener pensamientos negativos, de un momento a otro todo podía irse a la mierda.

-Chicos, es mejor que vengáis a ver las noticias - avisó Julio.

Adonay al escuchar aquellas palabras corrió hacia la televisión y lo que sus ojos veían era justamente la peor pesadilla que había imaginado, las escenas de personas tiradas al suelo y otras comiéndoselas era lo más atroz que había visto en su vida.

Su primer pensamiento fue hacia su niña y su esposa, enseguida, pensando en ellas tuvo la fuerza de reaccionar.

-Sergio, llama a las fuerzas, supongo estarán preparando una zona de emergencia, reserva para tu familia y la mía- afirmó, mientras bajaba las escaleras.

-¿Dónde coño vas?- preguntó Sergio cogiéndole de un brazo.

-A coger mis únicas razones de vida.

-Adonay.

-Nos vemos luego, te lo prometo.

Sergio le abrazó fuerte y se le escapó una lágrima.

-Irá bien, hermano- repetía Adonay sin dejar de abrazar a su compañero.

-Ve, ten cuidado- avisó Sergio.

Adonay, rápidamente, fue al coche y recorrió otra vez la travesía en quinta, esta vez saltándose todos los semáforos. Llegó al colegio de su hija, donde el pánico ya se había expandido: niños corriendo, padres llorando, gritando los nombres de sus hijos; Adonay entró en el edificio y fue directamente a la clase de su hija: no había nadie. Su corazón empezó a latir muy rápido, fue al aula al lado, tampoco había alguien, pasó todas las clases del pasillo, pero Beatriz no estaba. Sacó el móvil, intentó llamar a su amada mujer, pero no había cobertura. Se miró alrededor y se echó al suelo llorando, sentía que había perdido todo. Entre un sollozo y otro escuchó una voz dulce, cantar, sonrió, sabía perfectamente de quién era aquella estupenda voz; la siguió y su oído lo llevó hacia un trastero, lo abrió y ahí estaba su princesa.

-¡Papá! - exclamó Beatriz echándose en sus brazos.

-Cariño mío, estoy aquí, ahora nos vamos a casa. Todo irá bien. - cogió entre los brazos a su hija y la cubrió con su chaqueta, no quería que viese lo que estaba pasando fuera del colegio; al salir la zona se estaba llenando de seres vagabundeando y comiéndose los restos de personas que habían fallecido y yacían en el suelo. Abrió las puertas del coche y dejó a su hija en el asiento trasero, cerró la puerta y mientras abría la del conductor, algo lo agarró por el tobillo, miró al suelo y una persona, sin piel en el rostro, con su mano sangrienta le estaba cogiendo con toda la fuerza su pierna, él, con el otro pie le dio varios golpes hasta aplastarle el cerebro; su mirada, enseguida, se movió a Beatriz que observó todo desde la ventanilla del coche.

Subió al automóvil y ya estaba pensando cómo explicarle a su pequeña hija lo que estaba pensando.

-Papá…- dijo ella con las lágrimas que le estaban mojando las mejillas rosadas.

-Cariño, ¿te acuerdas aquella película de monstruos que te gustaba mucho?

-¿Del monstruo azul y verde?

-Exacto. Pues, unos monstruos así ahora están aquí.

-Pero aquellos eran coloreados y….

-¿Y? - preguntó su padre.

-Y más guapos, estos son feos y dan miedo.

-No serían monstruos si no dieran miedo - afirmó Adonay.

-Ya, pero, son muy feos- confesó Bea.

-Ya lo sé cariño.

-No pasa nada, no se puede juzgar a una persona por su fealdad, ¿no?

Adonay sonrió, su hija era la mejor. -Ya- se limitó a decir.


 

-¡Papá!- exclamó Beatriz, indicando con el dedo su pequeña casa. 

-Quédate aquí, ahora iré.

Adonay bajó del coche y su pequeño sueño estaba ardiendo entre calientes y altas llamas; quería entrar para buscar a Vicky, pero todo quemaba y ya no había ni la estructura; se miró alrededor y el coche de su mujer no estaba, igual fue a buscar a su hija, justo como hizo él.

-¿Dónde está mamá?- preguntó Beatriz sollozando.

-Ahora vamos a por ella, no la avisé y ella fue a buscarte, espero no se enfade cuando sabrá que no le dije nada.

-Papi, muy mal- le riño Bea.

-Ya lo sé cariño, ahora vamos a por ella.

Adonay subió al coche e intentó llamarla, pero no había señal, probó con Sergio y tampoco con él pudo conectar.

Tenía esperanza en encontrar a su mujer y poner a salvo su familia, eso era lo que más deseaba en aquel momento y no habría dejado de intentarlo hasta conseguirlo.

 




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