Yasmin y Juan
-No me vas a matar- afirmó Juan, mientras sacaba el bate de su mochila.
-¿Por qué no?
-Si eres una cría - provocó Juan y cuando acabó de pronunciar la última sílaba Yasmin le rajó el brazo hiriendo superficialmente.
-¿¡Qué haces?!- preguntó disgustado el hombre, mientras se tiraba al suelo.
-¿Cría a quién?- demandó la joven apuntándole el cuchillo a la altura de la garganta; cayó el silencio, ambos se miraban fijamente, Yasmin notó algo en sus ojos que le provocaba miedo y pena a la vez.
-Te voy a curar, no es nada grave, pero no quiero que se infecte- afirmó Yasmin guardó su arma y buscó lo necesario.
-¿Ahora eres médico?
-Soy estudiante de medicina- afirmó - bueno, era- se corrigió.
-Has aprendido algo muy útil en este nuevo mundo- avisó Juan.
-¿Tú eres?
-Era bróker, no sé si…
-Sí, sé lo que es.
-Bueno, era eso, el trabajo más ineficaz en este nuevo mundo.
-Serás bueno en cálculos, en ingeniería social, son habilidades importantes.
Juan sonrió, adoraba que le hablaran así.
-¿Tú eres?
-Yasmin.
-Es un placer.
-¿Aunque yo te haya hecho daño?
-Sí, sabes, últimamente no veo más que sin cerebros.
La joven río: - me gusta el nombre.
-Es lo que son - afirmó. - ¿Y qué haces aquí? - preguntó curioso.
-Cogiendo cosas - contestó, mientras le cerraba la venda.
-¿Por?
Yasmin le miró, pero se quedó en silencio.
-Respeto, tus padres te enseñaron bien a no hablar con desconocidos.
-No sé diferenciar el bien y el mal en estos últimos días - explicó la joven.
-No sé si aún existen estos términos, seguramente esta situación hace que los buenos se hagan malos, quieren protegerse, es comprensible.
-No quiero acabar como tú- confesó Yas.
-¿Cómo, yo? - sonrío nervioso Juan.
-Cuando te apunté el cuchillo, en tus ojos vi una mezcla de paz y que no te importase.
-¿El qué?
-Morir.
-Tienes razón, vivir o morir es lo mismo para mí.
La conversación fue suspendida porque algunos muertos vivientes estaban paseando por el pasillo de aquella planta.
-Tenemos que irnos- afirmó Yas.
-Tengo un coche, aparcado aquí cerca.
-Vamos a mi casa, es un lugar seguro- explicó Yasmin.
-Vale, es hora de marcharnos - y es lo que fueron, salieron de la puerta que daba a las escaleras de emergencias, lamentablemente el patio que daba el acceso se estaba llenando de sin cerebros.
-Tenemos que salir por allí, como sea - avisó Yas.
-Lo sé, con el número que hay ahora, podríamos.
Los dos bajaron los escalones, juntos a Beethoven, y cuando estaban a pocos pasos de los muertos empezaron a atacar y correr a la vez, intentando evitar crear una horda a sus alrededores.
-Es aquel coche- afirmó Juan, sin parar.
-Genial, podemos llegar- concordó la joven. Consiguieron llegar al vehículo sin dificultades, mucha tensión y adrenalina, pero ninguna herida o muerte.
Se miraron y sonrieron: - Somos un buen equipo - confesó Juan.
-Sí lo somos.
Los jóvenes aparcaron justo abajo de la entrada y subieron hasta llegar a la puerta.
-¿Piso de estudiantes?
-Así es.
Beethoven empezó a ladrar.
-Espera, ahora entraremos, sí- afirmó Yas, mientras le acariciaba la cabeza peluda.
-¡Taronja!- exclamó.
-¿Taronja?- preguntó Juan, sin entender lo que estaba pasando.
-¡Taronja!- volvió a decir Yasmin, su tono de voz empezaba a alterarse, tenía miedo que en su ausencia pudiese haber pasado algo, pero de repente un ruido hizo sonreír a la joven.
-Sara- dijo, mientras la chica abría la puerta y se tiró en sus brazos.
-Has vuelto.
-Como te había prometido.
Cuando Sara se despegó de su amiga, miró al perro y a su dueño.
-Beethoven, el perro y él es Juan.
-Hola, es bonito ver caras nuevas- afirmó Sara.
-Para mí también.
Entraron en el piso y Lucía seguía como Yasmin la había dejado.
-¿Cómo está?
-La fiebre le subió, luego le bajó, no lo sé, movía los dedos, parecía que se iba a despertar, pero no, no lo hizo.
Yasmin suspiró y explicó: llevé medicamentos, gasas y vendas para cambiarle la herida, vamos a ver.
Se sentó al lado de su compañera y empezó a curarle la herida.
-¿Qué le pasó? - preguntó Juan.
-Le mordieron y Yas tuvo que cortarle el brazo - contó Sara.
-Realmente si no fuese por ella ya estaríamos muertas - añadió.
Juan sonrió mirando como Yasmin cuidaba a su compañera.
-Tenéis suerte.
-Tenemos- le corrigió Sara. - Ahora vosotros también estáis aquí.
El hombre agradeció sus palabras.
-Vale, yo ya le curé y le di algún antibiótico que no teníamos antes, esperemos funcione.
-Voy a preparar algo de comer- afirmó Sara dirigiéndose a la cocina.
-¿Me ayudas a prepararte la cama? - preguntó Yas.
-Cierto- afirmó Juan.
Y mientras Sara cocinaba, los dos chicos movían otro colchón al lado del sofá para el nuevo huésped y su amigo a cuatro patas.
-¡Esta sopa está exquisita!- exclamó Juan cuando probó la famosa receta de Sara.
-A tu amigo también le gusta- afirmó, mirando al Golden Retriever que ya se había acabado su ración de comida.
-Por agradeceros de la amabilidad os doy algo que seguro os encantará - afirmó Juan sacando unas galletas rellenas de chocolate con leche.
-Estas son mis favoritas- gritó Sara, mientras se levantaba y abrazaba a Juan. -Perdón, me emociono con poco- añadió.
-Me alegro de que os guste- sonrió el hombre.
-Muchas gracias - agradeció Yasmin.
-A ti, por no haberme matado.
-Antes no acabamos de hablar.
-Ya, tampoco es una historia interesante - afirmó Juan.