Adonay, Beatriz, Sol y Giacomo
-¡Estarán muy felices las personas al recibir todo esto!- exclamó Jaime, mientras los tres hombres llenaban las mochilas con toda la comida que podía caber.
-Deberíamos guardar la comida que no podemos llevar, así volveremos pronto y la cogeremos - afirmó Adonay.
-¿Y quién la va a robar?- preguntó Jaime.
-Nunca se sabe, Ad, tiene razón- comentó Alberto, mientras miraba a su alrededor para tapar los alimentos que quedaban.
Los tres buscaron cualquier objeto útil para proteger los productos y finalmente encontraron un plástico color verde.
-Por suerte no se aprecia la comida de abajo- afirmó Jaime, mientras acababan de poner la lona.
-Es hora que nos vayamos, nos estarán esperando- dijo Adonay, impaciente para regresar a casa y volver a ver su niña.
-Bea estará encantada con las chuches- confirmó Jaime sonriendo.
-Lo espero.
-Seguramente, pienso que lo más importante es proteger y tutelar a los niños, ellos serán el futuro y los que podrán volver a reconstruir la sociedad, además necesitan crecer como si nada hubiese pasado.
-Es imposible- afirmó Albe.
-Es difícil, no imposible, ya verás, dando estas chuches la niña tendrá de vuelta la sensación de normalidad que nosotros hemos perdido.
-Los niños no son tontos.
-No dije eso.
-Algo parecido - afirmó Albe.
Jaime suspiró y miró a Adonay, ambos notaron algo extraño en Alberto, pero aún no podían entender qué sucedía.
La vuelta al edificio fue más sencilla: había varios monstruos, pero los tres hombres ya habían conocido una buena táctica de defensa y ataque, realmente eran un buen equipo.
-Esta pulsera- susurró Adonay, mientras recogía algo dorado del suelo, una preciosa pulsera con las letras A,B y V. -Adonay, Beatriz y Vicky- dijo, mientras los demás seguían andando.
-¡Adonay, vamos!- exclamó Albe.
El hombre no dijo nada, se quedó inmovilizado, solo miraba alrededor.
-¿Qué haces? - preguntó Jaime, volviendo atrás para él.
-Esto es de Vicky - afirmó Adonay con las lágrimas en los ojos.
Jaime le cogió la pulsera y la observó bien.
-Es de ella, estoy seguro- repitió.
-Vale, esto significa que pasó por aquí, pero no sabemos hace cuánto, Ad.
-Tenemos que irnos, si no nos van a matar- gritó Alberto.
-Ir vosotros, yo tengo que buscarle - afirmó Adonay.
-¿Y la nena?
Adonay se quedó callado.
-Hacemos así, regresamos los tres, verás a la niña, hablaremos con los demás y veremos qué podemos hacer.
Adonay movió la cabeza, afirmando.
-¿Vamos o qué?- preguntó nervioso Albe.
-Antes todo te relajas, no hace falta ponerte así- comentó Jaime.
Adonay se quedó sorprendido, no había visto nunca a su compañero perder los estribos.
-¡Papi!- exclamó Bea corriendo hacia él cuando vio abrirse la puerta.
-Hola, mi amor- saludó abrazándolo. - Mira que te llevé- añadió, entregando un paquete de chuches.
-Las de cola- gritó ella emocionada, tenía los ojos que le brillaban.
-Eres el mejor- dijo dándole un beso en la mejilla.
-¿Cómo ha ido? - preguntaron varios compañeros.
-Encontramos un almacén lleno de comida- afirmó Jaime sonriendo.
Todas las personas presentes empezaron a aplaudir, agradecer y abrazarse entre ellos, era un momento de celebración, sin duda alguna.
Aquella tarde se prepararon varios platos, cada uno pudo elegir qué quería comer, hace unos días era lo normal, pero ya no lo era y como había afirmado Jaime, dar un poco de normalidad era lo que hacía falta.
Así que algunos prepararon unas tapas con aceitunas, papas, pescado en lata, otros alguna carne como lomo de cerdo, longanizas y para acabar la comida se sirvió el postre: chuches, chocolate y galletas.
-Madre mía, echaba de menos todo esto- afirmó Alicia agarrando la mano a Adonay -muchas gracias- añadió.
-No estaba solo.
-¿Te pasa algo?
-No, bueno…
-Si necesitas cualquier cosa puedes contar conmigo
-Lo sé, Alicia, gracias.
-Entonces…
-Encontré la pulsera de Vicky a pocos pasos de la entrada.
-¿Estás seguro de que..
-Sí, lleva nuestras iniciales, se lo regalé yo.
-Joder - afirmó la mujer.
-Necesito salir a buscarle, no quiero encontrarla demasiado tarde - susurró Adonay preocupado.
-¡Me mentiste! - exclamó Bea, después de haber oído la conversación.
-Cariño, déjame explicarte.
-Eres un mentiroso.
-Cariño.
-No me toques- gritó Beatriz, cuando su padre intentó acercarse a ella.
-Cariño por favor- suplicó Adonay, mientras sus lágrimas le mojaban las mejillas.
La niña cayó en un llanto desesperado, pero decidió alejarse de su padre.
-Espera, dale unos minutos, necesitará estar sola- dijo Alicia parando a Adonay.
-Tenía que decirle la verdad.
-No, querías hacerlo bien y lo hiciste, es normal que ella no lo entienda, pero es muy inteligente, ya verás como se le pasa rápido.
Mientras Alicia intentaba consolar a su amigo, algunos disparos llamaron la atención de todos.
-¡Beatriz!- exclamó el hombre corriendo hacia la niña. -¿Qué haces?
-Necesitan ayuda- afirmó indicando dos jóvenes atrapados entre dos hordas.
Todo el grupo se acercó a las ventanas y en pocos segundos Adonay y Jaime se organizaron para ayudarle.
-Por aquí- gritó Jaime, abriendo las puertas del edificio.
La pareja subió las escaleras y quedaron sorprendidos de ver tanta gente.
-Hola- saludó Adonay dándole la bienvenida.
-Hola, yo soy Beatriz- saludó la niña, aun con la pistola en la mano.
-Muchas gracias por habernos salvado la vida- afirmó Gia.