Softober 2022 (reto de octubre)

Día 7: Cosquilleo

(Narra Dorian)

Creo que nunca olvidaré ese primer cosquilleo. Uno de esos que te sube desde el estómago y se instala en tu pecho. Donde estallan emociones y se crean mariposas que te llenan por dentro de amor y ternura. Un cosquilleo que te hace volar hasta las nubes, donde rozas el infinito y te derrites entre palabras y abrazos.

Me he enamorado varias veces, y de todas esas relaciones he aprendido muchas cosas. A confiar y querer. A entender a la otra persona. A comunicarme, compartir y escuchar. Hoy en día recuerdo con alegría y admiración a todas esas chicas que me permitieron estar a su lado y que me mostraron lo que era el amor. Algunas de ellas están saliendo ahora con otros chicos o chicas, y espero de corazón que estén felices.

Pero si tengo que elegir quién provocó en mí el mayor cosquilleo y quién es mi mayor amor, creo que esa es Eliel. La primera vez que la vi parecía sacada de un bello sueño. De una ilusión perfecta que temía perder. Debo admitir que quedé prendado de ella desde el primer segundo, pero esperé a conocerla para poder entenderla. Aunque ella no sentía lo mismo en aquel momento, yo me quedé a su lado como amigo. Renuncié, y solo quería verla feliz y ayudarla a sanar con mi amistad.

Entonces ella se abrió a mí. Me mostró sus miedos, su dolor, sus cicatrices, y aquella máscara de hielo con la que se había cubierto. Me enseñó sus sueños y su soledad. Se mostró tal cual era, con sus vulnerabilidades y virtudes. Con su pasado y su presente. Me enamoré completamente por su persona.

Y cuando ella empezó a sentir lo mismo por mí, llegó de nuevo ese cosquilleo que se expandió como un latido. Con la llegada del primer beso, yo sentí perderme entre sus brazos. Quise darle todo mi ser, quise borrar sus heridas y besar sus cicatrices.

Hoy en día, esa misma chica duerme a mi lado. Ahora mismo, en este bello amanecer de otoño, Eliel está tendida a mi lado con su mano agarrando la mía. Yo sonrío y beso sus nudillos. Cuando ella despierta y me mira con esos ojos azules verdosos, siento que me lleno de dulzura.

—Buenos días, mi amor.

Ella no contesta, pero baja sus élficas orejas en señal de timidez ante aquel apodo y me abraza con fuerza. Yo le aprieto contra mí levemente mientras sonrío. Y cuando ella hunde su rostro en mi cuello y se pega más a mí, vuelvo a sentir ese cosquilleo en mi pecho. Porque da igual que los años pasen y el tiempo corra, yo sigo igual o más enamorado de esta persona.



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En el texto hay: fantasia, amor, microrrelato

Editado: 14.10.2022

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