Sofía investigó la nueva habitación. Estaba repleta de juguetes. Era raro ver juegos y juguetes en ese extraño lugar.
Siguio caminando y entro a una cocina. Los estantes estaban llenos de ingredientes para cocinar. Observo todo, pero algo le pareció raro... Vio un jarrón blanco con flores azules, y ¡Se estaba moviendo solo!
Agarró el jarrón con desconfianza, mientras pensaba que contenía, trato de quitarle el corcho que tapaba el contenido. Mientras trataba de conseguir una respuesta escuchó un sonido, eran vidrios rotos. Se detuvo a ver, y vio que el jarrón con flores se le había resbalado de las manos, ahora estaba tendido en el piso en mil pedazos.
Miró todos esos pedazos rotos y vio un gnomo. No le dió tiempo a decirle nada cuando se escucharon unos pasos.
Pensó en esconderse debajo de un estante, se quedó quieta y en silencio. Pasaron unos segundos que le parecieron eternos pero no bajo la guardia, luego se fue acercando un cocinero (que no estaba en forma) tenía un gorro sucio, y su delantal tenia unas manchas de grasa y ... Unas manchas de color rojo. Sofía no sabía ni quería saber de qué eran.
El cocinero vio a Sofía, se agachó tratando de agarrarla, pero con su corto brazo no lo logro. Sofia alto más tranquila por saber que no la podría agarrar pensó -Mejor estar sola que con esa cosa horrible-