Solo Chicas

Capítulo 1 "No hables"


—Estas loca. Vámonos de aquí.

—Esperate. Sólo necesito ver un poco.

Emma parece bastante angustiada con la sola idea de ver un poco del otro lado de Conundold. Y no lo entiendo, puesto que solo asomo un poco la cabeza. No es para tanto.

—Por Dios, acabas de llegar y ya estas rompiendo las reglas.

—Ver el otro lado de Conundold no está contra las reglas, Emma.

—Como sea. Yo me largo.—ruedo los ojos fastidiada cuando la escucho caminar de regreso al centro de la  media ciudad, dónde toda la gente habita.

—Mas te vale no decir nada Emma, por favor.

—No prometo nada.

Ignoro sus palabras, y me dedico a observar de nuevo hacia el otro lado de la extraña cuidad. O por lo menos, a intentarlo.

Un ruido extraño capta mi atención. Giro de inmediato mi cabeza hacia allá, y ensancho mis ojos al ver entre los pequeños espacios del helado muro de metal una sombra moverse. Emma todavía no está muy lejos, por lo que también alcanza a escuchar el extraño sonido y se detiene. La miro de reojo, y parece tan asustada como yo.

Creo que venir a ver fue una mala idea. ¿Y si, lo que sea que esté del otro lado, es peligroso? Nada me asegura que mis teorías sean ciertas, y sean hombres los que habitan del otro lado.

Doy media vuelta sobre mis talones, y avanzo unos cuantos pasos, alejándome del muro. Emma me espera, nerviosa, pero no logro  avanzar mucho cuando el mismo sonido se vuelve a oir.

Un murmullo, seguido de unos pasos se escuchan, con mucha más fuerza que los sonidos anteriores, y mi amiga se echa a correr, dejándome sola. Bueno, y con lo que está del otro lado.

Maldita cobarde. Sino sobrevivo a esto espero que se sienta terriblemente culpable. 
 

—Mierda. —la voz de alguien se escucha desde el otro lado, seguido de una risa. Mi respiración se acelera, trato de mantener la calma lo mejor que puedo. Me quedo ahí parada, sin emitir ningún ruido, y espero escuchar más cosas.

—Eres un imbécil. Sigo sin entender como Aike te hace caso.

—Cierra la boca.

Casi me pongo a saltar de alegría en mi lugar al notar las voces gruesas de, notoriamente, dos hombres. Después de todo, mis teorías si son ciertas. Suelto un grito por lo bajo, y de pronto los pasos y las voces se detienen.

—¿Oiste eso?— uno de los hombres habla de nuevo, y otra vez escucho pasos, pero esta vez mucho más cerca del muro.

—Si. Vino del otro lado.— él silencio se posa nuevamente en el lugar. El ambiente se pone tenso, y sé, aún  cuando no puedo verlos, que están nerviosos.—¿Crees...~

—No. Definitivamente no.
 

Las manos comienzan a sudarme cuando la sombra de alguien se refleja en el lado del muro en el que me encuentro. Están tratando de observar hacia acá, justo donde yo estoy, a unos metros de distancia. 
 

Jo-der. En que lío me e metido. 
 

—Deja de chismosear. Si alguna de esas viejas nos ve no dudará en sacarnos los ojos.— la sombra desaparece cuando alguien dice eso, y por fin puedo respirar con tranquilidad.

Los escucho alejarse. Me acerco con cuidado al muro y observo entre los espacios. No se ve nadie cerca.

Suelto un suspiro de alivio y cansancio al mismo tiempo, y me voy para mi casa. 







 

☆☆☆









 

—¿Se puede saber dónde estabas? Emma llegó a su casa media hora antes que tú, y se supone que estabais juntas.— apenas cruzo la puerta de mi hogar, mi madre me ataca con preguntas y argumentos. 
 

—Me quedé recorriendo las calles por un rato. Te recuerdo que estuve un año fuera de aquí, las cosas han cambiado. 
 

La veo soltar un bufido. No presto atención a las muecas que le hace mi abuela a mi madre para que me diga algo, y comienzo a caminar hacia las escaleras, dispuesta a ir a mi habitación y echarme a dormir un rato. 
 

—Hija, tienes todo el derecho y la libertad de recorrer medio Conundold, siempre y cuando sea a una hora adecuada. Por Dios, van a dar las 11 de la noche y tu apenas llegas.— mi abuela mueve sus manos exageradamente mientras se levanta de su ya desgastada silla.—estar tan tarde en la calle es muy peligroso, y más estando sola. 
 

—Abu, aquí no se matan ni a las moscas, ya voy a correr algo de peligro.— Suelto con ironía, y veo a la recién mencionada abrir la boca con disgusto. Mi madre se masajea un hombro, y da unos pasos hacia mi. 
 

—Estuvimos un año entero sin saber nada de ti, preocupadas e imaginando lo peor, mínimo dejanos protegerte, Mia.— suelto un suspiro cansado, y mi madre aprieta los labios. 
 

Asiento, sin ganas de continuar hablando, y continuo con mi caminata hacia mi habitación. 


 

Cuando llego a mi cuarto, cierro la puerta de un portazo y me acuesto en mi helada cama. Cierro los ojos, tratando de traer los recuerdos de hace un rato, en el muro, a mi mente. Las voces de los, según yo, dos hombres resuenan en mi cabeza, y no puedo evitar sonreír. 

 

Hombres. Son jodidos hombres. Todas en Conundold le temen y califican como monstruos a unos simples y mortales hombres. Madre mía. 



 

Levanto mi cabeza un poco, y busco mi teléfono entre mi cuarto con la mirada. Lo encuentro apoyado en mi tocador, me paro de mi cama y me dirijo hasta donde está, lo tomo entre mis manos y me acerco de nuevo al lugar donde duermo, está vez quedándome sentada en la orilla.

Reviso un rato mis redes sociales, que no son muchas debido a las leyes de la ciudad. No nos permiten descargar muchas cosas, ni comunicarnos con gente que esté mas allá de Conundold. Incluso el Internet es limitado, lo único que nos dejan buscar son recetas de cocina. Sino fuera porque ya e salido de esta cárcel, aún seguiría con el equivocado pensamiento de que la razón por la que sólo podemos buscar eso es porque no hay más cosas que buscar. 
 



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En el texto hay: misterio y aventuras

Editado: 15.11.2019

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