Capítulo 19. No te lastimaré.
Sólo Dame Nueve Meses
Abrí mis ojos y parpadeé varias veces para logar ver con claridad. No estaba en mi apartamento, mi cuarto no tiene demasiada luz, tampoco es demasiado blanco. ¿Dónde estoy? Hice un intento para levantarme pero en mi mano tenía una especie de aguja en mi vena. Un pequeño pitido de palpitaciones se escuchaba en mi oído izquierdo.
— ¿Hola? —dije en la extraña habitación.
Mi mente ya estaba funcionando correctamente como para saber que me encontraba en un hospital muy silencioso.
—Señorita Miller —una voz masculina se escucha entre el silencio. Busco a mí alrededor pero no logró captar quien me ha hablado.
— ¿Eh? —sigo buscando con dificultad.
— Por aquí —Logro ver a un hombre vestido de blanco. No es mi doctor, el que siempre me ha atendido, a éste no lo conozco.
— ¿Lo conozco?
—No es necesario que lo haga.
Una puerta se abre y entran dos mujeres igual de blanco, al parecer son enfermeras. Todo me da muy mala vibra, ellas sonríen constantemente.
—Se ha golpeado la cabeza Señorita Miller.
En serio, todo esto me da mala vibra ¿Cómo que me he golpeado?
— ¿Eh? —repito cautelosamente.
— ¿Es lo único que sabe decir? —su sonrisa es tenebrosa. Quiero salir de este lugar.
—Necesito irme —digo secamente evadiendo los ojos de ese hombre.
— ¿Lia? — Una reconocible voz se adentra en el silencio. Es Zack ¿Qué hace él aquí?
— ¿Zack? —Mi mente explotará, quiero armar el rompecabezas, pero nada de esto tiene sentido.
—Me llamaron —responde —Estaba preocupado.
— ¿Desde cuándo te preocupas por mí? —Frunzo el ceño — ¿Por qué te llamaron a ti?
Él cruza los brazos y suspira.
—Calma Lia —pone su brazo en mi hombro. Evado su brazo con mi mano y le fulmino con disgusto —El doctor Emilio tiene algunas cosas que decirte. Así que relájate.
— ¿Qué? — bufo.
—Señorita Miller, se ha golpeado la cabeza. Estamos demasiados preocupados por su reacción, se desmayó y quedo inconsciente —añade. Mi intuición me sigue dando malas vibras —Tendremos que someterla a una radiografía. Pero...
— ¿Pero? —Frunzo el ceño y aprieto mi mandíbula.
—Su bebé corre peligros.
— ¡¿Qué!? — Zack toma mi mano y la aprieta con la de él. Le fulmino y le evado otra vez.
—Mientras se encontraba inconsciente le hicimos un ultrasonido. Su bebé tiene problemas con su corazón, sus palpitaciones no son muy consecutivas. Las probabilidades que sufra problemas cardíacos o sanguíneos son... muy grandes —hace un pausa.
— Me está jugando una broma —mustié.
—Soy un doctor ¿Cree que lo haría? —ahora él frunce el ceño y se cruza de brazos.
No me han tomado bien... quiero llorar como siempre. Estoy demasiado abrumada ¡Este hombre está loco! Mi hijo no... No...
— Al parecer ha estado muy estresada ¿Cierto? —dice.
Sí, tal vez lo he estado... pero mi hijo ¡No está mal!
—Si no se hace la radiografía su vida correrá peligro y no sólo su vida... sino las de ustedes dos. A menos si salva su vida su hijo tenga probabilidades de vivir, aunque sea imposible. La radiografía afectaría a su bebé.
Lo veo fulminante y crujo lo dientes ¡¿Cómo puede decirme semejante estupidez?! Tomo la aguja que esta penetrada en mi mano y gimo de dolor al deshacerme de ella.
— ¿Lia qué haces? —Dice el raro de Zack.
—Me largo de aquí —bufo.
—Señorita no sabe lo que...
— ¡No le haré daño a mi hijo! —Espeté dispuesta a golpearle... me retracto y busco la salida.
—No puede irse señorita —Me dice una de las enfermeras.
— ¡LIA! — Inhalo y suspiro antes de voltear y encontrarme con la voz que acaba de hablar. Tomo aire y volteo, me encuentro con un Josh, un Josh distinto, ojos cristalizados y cansados. Me ve boquiabierta.
Muerdo mi labio y no puedo seguir más, dejo caer mis lágrimas junto con todo mi orgullo. Me lanzo al muy demacrado Josh y él me rodea con esos brazos, esos brazos que extrañaba tanto.
—Vine en cuanto me enteré —Dice oliendo mi cabello. Se siente tan relajante poder estar en el pecho de Josh otra vez, ese perfume que siempre usa me hace sentir en paz.
—Josh... Estoy preocupada, quieren hacerle daño a mi bebé —digo con sollozo.
—No la harán Lia. Aquí estoy yo. No lo harán —cierro mis ojos y me siento en paz. Mi Josh está conmigo.
— ¿Quién te dijo que estaba aquí? —digo aún apegada a su muy acogedor pecho.
—Ashley —dice. Su respuesta me extraña y me aparto de él.
— ¿Cómo sabía ella que estaba aquí? —le pregunto frunciendo el ceño.