EL COMIENZO DEL FÍN

La noche transcurre, las sombras de los recuerdos comienzan a aparecer, las sombrías luces de estrellas apagándose muestran el principio del fin que se aproxima.

La melancólica sensación de que nada será  igual en su vida y que quizás tendrá que partir de nuevo con rumbo desconocido, atormenta a Douglas; por fin llega el momento, es la hora y el instante propicio. Douglas sigilosamente, toma sus cosas y aprovechando el ruido de la lluvia que esa noche caía, sale de la pequeña cabaña, que una vez le recibió.

En la penumbra y con la habilidad de una pantera, silenciosa, pero letal se adentra en los espacios algunos baldíos, otros escabrosos y muchos más arbóreos. Sólo la noche le acompaña y el ruido de las gotas de lluvia que golpean con tal violencia las hojas y ramas de los árboles; Douglas ha perdido de vista la pequeña cabaña del pescador. Andando cientos de kilómetros, sus recuerdos afloran y la mortandad de su carrera tal como fílmicas, pero físicas acciones, dan comienzo a la hilación de la fatídica noche en que ocurrió el incidente con la esposa de Richard Barxton.

El nublado acontecimiento, remordia, escalonaba, resurgía, los planes macabros y el desafortunado descenlace de ese día.

El único indicio de todo ello son los fragmentos de un documento el cual reposa en la vieja bodega de una estación de policía en Nueva York. Un tratado o acuerdo entre dos grandes jefes de los bandos de izquierda rusa y Estados Unidos, dónde por desgracia en su paso arrazó con inocentes víctimas; entre esas, la esposa de Richard.

Ese instante, en el cual el pacto se realizaba y aplacó durante muchos años la gran violenta guerra que se gestaba en tiempos anteriores, pero que al tiempo, renacería en ráfagas de muertes y masacres, despiadadas mostrando el poderío de las grandes potencias. ¿Entonces por qué le era tan difícil recordar lo que pasó?,  ¿Qué ocurrió que esos momentos se borraron de su mente?, Douglas, revoloteando entre lágrimas y estallidos de ira, pensaba qué fué lo que ocurrió.