Prefacio

Si alguien me hubiera dicho que tanto podía cambiar la mente de una persona no le creería. Pero que más hacer, ¿no?

Ella no solo había cambiado mi mente sino toda mi vida. Una pequeña pólvora, un petardo con flor de colores. Sí, eso era. Con todas las contrariedades y caprichos insignificantes de mimar, con su risa y volteretas de bailarina borracha. Ponía ruido y desorden, en mi silencio y tranquilidad. Lo odiaba, me molestaba, pero eso no le importaba sabia como sonsacarme una sonrisa si lo quería, cosa que no siempre sucedía.

El golpe fue mínimo comparado a cómo dio de lleno ella. Siendo sincero no esperaba nada de ella y sin darme cuenta ella si lo esperaba todo de mí.

Como un pilar se instaló en mi pecho, para no salir del paraíso que fue su hogar.

Se escucha estúpido, lo sé. Pero así fue como ella me transformo.

Cuando se trataba de ella ponía unto muerto, con todo e iba a paso ligero junto a ella. ¿Acaso mi inteligencia no va más allá de mi estupidez? Como si fuera poco, cometí mis estupideces, al igual que ella.

"Pero a ella le fascinaba mi estupidez.", pienso ahogando una sonrisa.

Espero impaciente fuera de aquellas puertas dobles sin poder sentarme, sin lograr calmar mi respiración ni apartar la vista de donde era yo el que entraba y salía en una camilla pasado a morfina y sonidos distorsionados de pasillos blancos, olor a desinfectantes, pacientes impacientes, maculado por doctores y enfermeros.

-Por favor…- Caigo sobre mis rodillas sin contener las lagrimar que solo hasta el recorrido al hospital renegaba a que no salieran. -Sara. -La llame susurrando.

Nunca lo hubiera creído, y sin más está allí ocupando mi lugar, sin saberlo, con la muerte de por medio.

Te necesito; escucharte mi “melódica divertida aventurera enamoradiza”. Solo hasta que te escuche, seguiré sumiso al silencio. Porque solo hasta que te escuche…

El ritmo desaparece y

Con ello el sonido que me acostumbre a oír

Tu vos.

Yo que no le temía al silencio,

Ahora le temo.