Isabella y yo nos miramos por lo que parece un largo rato, mientras ella sigue sonriendo y es cuando me doy cuenta…
“Ay, por Dios… ¿Sean? ¿Es Sean?” Le pregunto, todavía intentando no gritar.
Isa asiente, tratando de contener su risa emocionada, sin éxito.
“Pero… pero, ¿cómo?” sigo preguntando, en shock. “Si tú te congelaste… y… y… ¡Ay, Dios mío! ¡Sean y tú!”
“No, no, no, ¡no pasó nada!” Isa me interrumpe. “Es decir, nada de eso”.
“Está bien, por favor explícate…” casi le ruego.
“Luego que te fuiste”, Isa dice, “Sean bajó a la fiesta y Austin ya sabía que yo quería hablarle porque de todo de lo que hablamos fue de Sean, en serio… bueno, Austin llamó a Sean, y vino a donde estábamos nosotros. De alguna manera, me solté y empezamos a conversar, a lo mejor las dos cervezas que me había tomado ayudaron. Y empezamos a hablar, y a hablar, y a hablar… Ni siquiera me di cuenta cuando Austin se fue”.
Sigo mirándola, con los ojos como dos huevos fritos.
“Fue… exactamente como me lo había imaginado”, Isa dice, con una expresión soñadora en su rostro. “Estuvimos juntos hasta que el bar cerró, hace apenas un rato. No he dormido, ¡estoy tan acelerada!”
Justo después que Isa termina de contarme esta loca historia y mientras mi cerebro aún trata de procesarla, Sean llega al lobby y se abre camino hacia nosotras.
“¡Hola, Londres!” dice Sean, “Tu prima es genial, una vez que se soltó. ¡Sabe más de mí que yo mismo!” Sean pasa su brazo por sobre el hombro de Isa. Ella se encoge de hombros y sonríe, sé que siente vergüenza pero a la vez disfruta cada segundo de esto.
“Ja, ya lo sé… es decir, ¡ya sé que es genial!” sonrío.
“Dijo que tú también vendrías…” dice Sean, “así que le dije, ‘Isa, ¿por qué no vienes tú también?’”
“¡Muy conveniente!” exclamo, con un poco de sarcasmo. “Supongo que siempre hay espacio para dos más”.
“¿O una banda completa?” dice Isa. “¿La banda de Steve no se fue en el avión privado de Metallica una vez? ¡Así fue!” Isa voltea hacia Sean, intentando impresionarlo. La conozco como la palma de mi mano.
“Había olvidado completamente ese episodio”, digo. “Pero ya que tú te lo sabes tan bien, ¡puedes contarlo durante el vuelo!”
Todos los demás caminan hacia la entrada y suben a la van. Es temprano, pero ya hay algunos fans esperando por la banda, y están de suerte: logran tomarse fotos y obtener autógrafos. Mientras tanto, James y yo esperamos que no haya moros en la costa para salir.
“¿Todo bien?” James pregunta.
“Eso quiero pensar”, le digo.
Todos duermen durante la mayoría del vuelo. Isa se queda dormida sobre mi hombro al momento de despegar (hasta ahí llegó el cuento de Metallica, tal vez para el vuelo de regreso). Todos están faltos de sueño, la banda, los tramoyeros, las familias, y este es el lado del rock ‘n roll que no muchos conocen. En un momento, me parece que solo James y yo quedamos despiertos, sentados uno frente al otro. Él mira por la ventana, algo que yo suelo hacer durante mis viajes, pero esta vez, yo solo lo veo a él.
Por fin llegamos a Londres. James y yo acordamos pasar un rato por mi casa, quizá comer algo y luego irnos juntos al lugar del concierto. Aún tenemos tiempo, así que tomamos un taxi y una media hora después estamos frente a mi puerta.
“Aquí estamos, aquí vivo yo”, le digo mientras subimos los pocos escalones hacia mi puerta.
“Es un lindo vecindario”, James dice sonriendo, mirando todo a su alrededor.
“Lo es, me gusta vivir aquí”, digo mientras abro la puerta. Al entrar, grito el acostumbrado “¿Hay alguien en casa?”
Escucho que se abre una puerta y alguien volando por las escaleras. Es mi roommate y amigo de la universidad, Ben.
“Hola, ¡regresaste!” dice Ben, rascándose la cabeza, su cabello rubio, largo y ondulado, sumamente despeinado. Todavía está en pijama y medias. Siempre pensé que lucía como un muñeco de trapo.
“No por mucho tiempo”, digo al abrazarlo. “Oye, Ben, este es… James. Nos conocimos en la gira. James, este es Ben, mi roommate y amigo”.
Se dan la mano y James solo sonríe.
“¿Emma está?” le pregunto a Ben sobre nuestra otra roommate.
“Se fue temprano”, explica Ben. “Está trabajando de voluntaria en ese concierto a beneficio hoy. Ya sabes cómo es… siempre se ofrece de voluntaria para esas cosas, sobre todo si se trata de música”.
“Ay, Dios…” digo en shock. “¡Ahí… es donde iremos después, él va a tocar ahí!” le digo a Ben, tomando a James del brazo.
“¿De verdad? Qué bien”, dice Ben y luego bosteza, es posible que no se haya dado cuenta de lo que le dije. Todavía está medio dormido.