12 años después...
LUCY
Abro los ojos con lentitud, parpadeando varias veces para acostumbrarme a la luz. Me enderezo en la cama, recargando mi espalda de la pared y me estiro, soltando un largo bostezo.
―Buenos días, dormilona.
Miro en dirección a la voz, encontrándome con sus ojos cafés. Está sentado en el puf que hay en la esquina de mi habitación, junto a la ventana. Lleva puesta una franela blanca y encima una camisa de cuadros desabotonada, viste unos jeans negros y unas deportivas del mismo color. Siempre viste igual.
―Hola, fastidioso ―respondo, rodando los ojos―. ¿No tienes nada más interesante que espiarme?
―Sabes que no ―dice, acercándose a mí―. Felices dulces dieciséis.
―Gracias ―respondo, dejando que se siente al filo de mi cama―. Llevo doce años de mi vida conociéndote, ¿puedes creerlo?
―Sí. Por mi culpa la gente cree que estás loca ―se burla y yo revoloteo los ojos―. No es común que hables sola en la calle.
―No hablo sola ―le respondo, mirándolo. Extiendo mi meñique y él hace lo mismo―, hablo contigo ―culmino y unimos nuestros meñiques.
Me sonríe y suelta nuestros dedos, mirando hacia la puerta antes de esfumarse en el aire. Mi madre se abre paso a la habitación con un plato en sus manos: un muffin rojo con una vela encendida. Mi padre le sigue con una sonrisa en el rostro.
― Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz. Te deseamos todos, cumpleaños feliz ―canturrea mamá y se acerca a besarme en el entrecejo antes de entregarme el plato―. Feliz cumpleaños, cariño.
―No puedo creer que tengas dieciséis años ―habla mi papá con ojos cristalizados.
Soplo la vela y dejo el plato en la mesita de noche, ellos se sientan frente a mí y me unen en un abrazo familiar. Puedo sentir unas cuantas lágrimas, seguro de mi madre, mojar mis hombros.
―Entre tú y Dylan me van a convertir en un mar de lágrimas ―se queja, haciéndome reír―. Él con diecinueve y tu dieciséis. ¿Cómo es que el tiempo pasó tan rápido?
―No lo sé, la verdad ―respondo y frunzo el ceño―. Por cierto, ¿dónde está?
―No sé si pueda venir ―admite mi madre, cabizbaja―. Está haciendo verano en la universidad.
―Bueno... ―susurro. No lo diría en voz alta, pero extraño al fastidioso de mi hermano―. Me arreglaré para bajar a desayunar con ustedes.
―Está bien ―habla mi padre y besa mi sien.
Samantha y Jeremy Martin, mis queridos padres quienes llevan diecinueve años juntos. Es increíble la cantidad de tiempo que tienen y parece que siguen en su fase de "luna de miel". Tanto Dylan como yo conocemos su historia de amor, empezando por supuesto con la historia de mi madre y el padre de mi hermano, quien falleció.
Mi padre podía verlo, así que yo heredé el don. Lo que me lleva a Greg Donovan, quien es el primer espíritu que logro ver y lo conozco de hace doce años.
La peculiaridad en él, cosa que mi padre no comprende, es que es el primer fantasma que logra envejecer (al menos el primero que conocemos). No sabemos por qué y estoy bastante curiosa respecto a eso, ya que está muerto.
Yo creo que es porque no sabe cómo murió, pero también presiento que hay algo más. Solo que ¿por dónde empezar? Solo conoce su nombre y que tenía seis años cuando murió, no sabemos dónde vivía, quiénes eran sus padres.
Nada.
Salgo de la ducha y empiezo a vestirme con lo más casual que encuentro. Me coloco una camisa manga larga azul, para que destaque mis ojos, y unos jeans altos negros junto con mis deportivas del mismo color. Me recojo el cabello en una cola alta y me aplico una ligera capa de maquillaje.
A papá no le gusta que me maquille mucho porque soy muy joven, según él. ¿Lo peor? Dylan lo apoya.
Salgo de la habitación pensando en cuánto me gustaría que mi hermano estuviese aquí. Nos molestamos mucho, pero no nos quita lo unidos que somos. Además, es demasiado protector y celoso. A veces me molesta, pero mayormente lo encuentro bastante divertido.
Empezó la universidad hace poco y está viviendo en una residencia estudiantil. Su ausencia no pasa para nada desapercibida, es una bendita piedra en el zapato todo el tiempo.
Bajo las escaleras con una sonrisa al recordar a... ¡Oh por Dios!
La figura masculina que está de espaldas a mí se da media vuelta y extiende sus brazos hacía a mí, con su bendita sonrisita de lado en el rostro.
― ¡Dylan! ―chillo y corro hasta él, enrollando mis piernas en su cintura.
― ¡Vaya! Parece que sí me extrañaste, mocosa ―habla, haciéndome sonreír.
―Ni un poco, imbécil ―le respondo, bajándome de su cuerpo.
―Les he dicho que no se hablen así entre ustedes ―advierte mamá, negando con la cabeza mientras se dirige a la cocina.
― ¿Así cómo? ¿Con cariño? ―pregunta él con sarcasmo, punzando mi estómago con sus dedos para hacerme cosquillas.
― ¡Déjame! ―mascullo, irritada―. Mamá dijo que no vendrías.
―Sí, ella no sabía. Quería sorprenderte y sabemos que es muy mala mentirosa ―se burla, ganándose una mirada severa de nuestra progenitora.
Mis padres empiezan a colocar la mesa y sigo hablando con mi hermano, hasta que Greg vuelve a aparecer. Dylan se tensa de inmediato y revolotea los ojos.
Tanto él como mi mamá sienten escalofríos cuando mi amigo está cerca.
―No sabía que venía tu hermano ―dice, colocándose a mi lado.
Mi padre alza la mirada en nuestra dirección por unos segundos, pero luego vuelve a lo suyo.
―Yo tampoco ―le respondo, mirándole.
―Hola, Gasparín. Te habías tardado mucho en aparecer ―habla mi hermano, haciendo que le regale una de mis miradas asesinas.
―También te extrañé ―responde con burla el aludido, haciéndome rodar los ojos.
― ¿Cómo te va en clase, futuro abogado? ―pregunto, tomando asiento en el comedor.
―Pues hay mucho que leer y memorizar, pero creo que voy bien. Hasta ahora me gusta ―responde Dylan, tomando asiento a mi lado.