LUCY
“Ya estoy dentro.”
―Mini Dylan ya está en el orfanato ―le digo a Serena, nerviosa―. Espero que en serio funcione, no quiero que Greg esté allí solo por mucho tiempo.
―Es el peor plan de todos, pero puede funcionar ―me alienta mi amiga, colocando su mano sobre mi hombro―. Solo espero que Gregory no se acobarde de nuevo.
Me doy media vuelta para mirarla y me cruzo de brazos.
―No sabemos qué pudo pasar allí dentro, Serene ―le recuerdo―. A veces el cerebro olvida, pero inconscientemente te advierte cuando estás en un lugar peligroso.
―Hay algo que no ha dejado de darme vueltas en la cabeza ―admite, tomando asiento en el puf―. Cuando Dylan y tú discutían, él dijo algo que… por muy tenebroso y cruel que suene, pudo haber pasado. Tú lo interrumpiste, ¿por qué?
―Porque Greg estaba ahí y lo que menos quiero es que le tenga más miedo al lugar ―miento, encogiéndome de hombros.
―Creo que eso ya ha pasado antes por tu cabeza, pero te niegas a aceptar que esa puede ser una posibilidad ―me dice, escudriñándome con la mirada―. Tienes miedo a que sea cierto, que a Greg pudieron haberlo…
― ¿Asesinado? ―la interrumpo, sentándome en el filo de la cama.
―Sí, pero que también lo hayan torturado y… violado ―dice y yo cierro los ojos, negando con la cabeza―. Sabes que esa es una posibilidad, Lucy. Ambos deben tener los peores escenarios en cuenta para poderlos enfrentar.
―Me niego a aceptar que Greg sufrió tanto solo con seis años de edad ―admito, sintiendo una lágrima rodar por mi mejilla―. Sere, yo lo quiero. Mucho. Si con sus diecisiete años no es una mala persona, menos pudo serlo a los seis.
―Yo solo espero que haya logrado escapar de ese lugar antes de que en serio lo lastimaran ―murmura, cabizbaja―. Si es que allí lastiman o lastimaban niños, por supuesto.
“Costó un poco, pero Greg entró al lugar” dice el nuevo mensaje que me envía mi hermano y suspiro de alivio. Desearía poder estar allí con él y prometerle, por la garrita, que todo estará bien.
― ¿Te sientes preparada para dejarlo ir cuando… encuentre su paz o lo que sea que hagan los fantasmas? ―pregunta la rubia, trayendo el miedo más grande que tengo.
―No, nunca lo estaré. Me va a tocar… aprender a superarlo ―admito y decido que lo mejor es cambiar de tema―. ¡Oye! ¡Oye! Vamos a pausar esto y darle play a otro tema, querida amiga.
― ¿A qué te refieres? ―pregunta, frunciendo el ceño.
―Las miraditas con mi hermano, quien cabe destacar, es horrible ―bromeo, solo para incomodarla.
―No es feo ―lo defiende y al darse cuenta solo desvía la mirada y se encoge de hombros―. No me gusta, Lucy Lu. Solo es lindo, tiene una puta sonrisita que…
― ¡Ay! Caíste por la sonrisita, no puede ser ―me carcajeo, dejándome caer por completo en la cama―. La heredó de su papá, ¿lo has visto?
Ella niega y yo me levanto, ayudándola a ella a colocarse a mi altura. Salimos de mi habitación y nos adentramos en la de mi hermano, que está un poco desorganizada y huele mucho a colonia masculina y a desodorante. En un estante tiene algunas fotos de nosotros y hay varias de su padre con mi mamá.
―Se veían muy felices ―murmura Serena, sonriendo.
―Lo eran ―suspiro, acariciando la cara de mi madre en la foto―. A pesar de que peleaban mucho, lo eran. Ellos se comprometieron antes del… accidente. Resulta que por esas mismas fechas, estaban haciendo a mini Dylan ―le comento, haciéndola reír un poco―. Así que cuando él murió… mi hermano fue la esperanza que mantuvo a flote a mamá. Claro, el embarazo y mi padre.
―Y así fue como se enamoraron, ¿no?
―Sí. El señor Reeves los unió, para su pesar ―me burlo un poco, sonriendo―. Lo lindo de mis padres es que empezaron siendo amigos incondicionales, ya luego todo creció solo.
―Estaban destinados a amarse entonces ―musita Serena, sonriendo.
―Al igual que Dylan y mi mamá, por supuesto. Solo que hay personas que están destinadas a amarse por un… periodo de tiempo ―murmuro, sintiendo que esa última línea me lastima en el pecho.
―Tenlo presente, amiga ―me dice Serena y yo la miro con el ceño fruncido―. Vamos, tenemos que revisar el celular.
Volvemos a mi habitación, esperando noticias de mi hermano. Pasa casi media hora antes de saber de él, ya se encuentra en camino para la casa y lo llamo.
― ¿No puedes esperar a que llegue a casa? ―pregunta apenas contesta―. Sabes que no acostumbro a hablar por teléfono mientras manejo.
Eso es culpa de mi madre, o bueno, gracias a ella. Siempre nos ha obligado a mantener la concentración cuando manejamos (así fue en mis clases de manejo). Yo no le reprocho porque sé que lo dice por Dylan padre.
―Ponme en altavoz ―le digo―. ¿Cómo te fue?
―Pues esta vez me atendió la directora del orfanato ―comienza a explicar―. Le pregunté varias cosas hasta llegar al suceso con Greg, cómo fue el procedimiento o si hubo juicio. Fue un accidente y hay pruebas de ello, así que no hubo ningún proceso judicial. Fue un descuido del personal, los niños no escapaban del lugar en sí, sino de las monjas que los perseguían por salir a pasear en bicicleta sin autorización y supervisión.