Solo pido un instante más (spudm #2)

14.

            GREG

— ¿Qué harás hoy? —pregunto mientras ella termina de arreglarse en el espejo.

—Creo que hoy sí conoceré a los amigos de Luke —responde, sonriendo un poco.

—Mm… ¿puedo ir contigo? No tengo mucho que hacer —digo, metiendo mis manos en los bolsillos de mi pantalón.

—No es como que pueda hacer algo para evitar que vayas —dice, rodando los ojos.

—Si no quieres que vaya, no iré. Lo sabes —le recuerdo y ella me mira.

—Greg, cada segundo que pasas conmigo es un regalo —dice, acercándose a mí. Yo no sé qué decir, solo sé que mi corazón parece cobrar vida cuando dice ese tipo de cosas y se me acerca tanto—. Un día no vas a estar y…

—No es necesario que culmines esa oración —la interrumpo, acercando mi mano a su mejilla. Ella junta su frente con la mía y suspira, cerrando los ojos—. También voy a extrañarte.

—Eso no lo sabes. Estarás en el cielo y serás tan feliz que no vas a pensar en mí —dice, alzando el rostro para verme—. No hay espacio para la tristeza en el paraíso.

            Besa mi mejilla, tomándome desprevenido y balbuceo porque no sé cómo reaccionar, logrando que ella se carcajee un poco.

— ¿Qué vas a hacer ahora? —pregunta, volviéndose a ver en el espejo.

—Tengo pensado ir al… orfanato —la duda en mi voz capta su atención y se gira para verme—. Ya he ido solo, creo que puedo seguir haciéndolo.

—Si es muy abrumador, sal de allí —me dice, siendo ella quien acaricie mi mejilla con su mano—, ¿está bien?

—Está bien —respondo, suspirando.

—Debo irme, nos vemos más tarde —dice y me abraza—. Te quiero mucho.

—Y yo a ti… —musito, dejándola ir.

            Sale de la habitación y yo me quedo allí, de pie en todo el centro del lugar, con un beso quemándome los labios. Un beso que no puedo darle, no más.

            ¿Cómo será cuando… alcance mi descanso? ¿Existe la paz para mí sin Lucy en mi vida? Es increíble que desde que tengo uso de razón, lo único que he hecho en mi existencia es preguntarme cosas y no darle respuesta, al menos, a una de ellas. Al contrario, las dudas van incrementando.

            Es jodidamente frustrante.

            Cierro los ojos, imaginando el orfanato, y al abrirlos me encuentro allí. Hay un montón de niños yendo y viniendo, sus vocecitas haciendo eco en mi cabeza. Paseo por todo el lugar, viendo como las monjas juegan con ellos, los educan. En la mirada se les nota el cariño que le tienen. ¿Acaso este lugar no es tan terrible como todos pensamos?

            Sigo caminando por los pasillos, hasta que un mareo se adueña de mí.

—Esto es extraño. Ya estoy muerto, no debería… —hablo y veo a un niño frente a mí, riéndose—. Uhm, tú deberías estar en clase, ¿eh?

            El niño niega y sigue su camino, corriendo. Entonces, me petrifico en mi lugar. ¿Acaso puede verme también? Reacciono, yendo tras de él hasta el jardín y lo observo jugar con otros niños. Tres niños y una niña, para ser más específico.

            Entonces, me doy cuenta de algo. Ese niño… ese niño soy yo.

—Marilyn, ¿dónde está tu hermana? —habla mi versión pasada.

—La Madre Superiora la descubrió robando una manzana para mí —responde la niña, cabizbaja—. Está en el cuarto oscuro.

            La niña empieza a llorar y todos se acercan a abrazarla. Sé que estoy visualizando un recuerdo, uno que ha sido desbloqueado al pisar este lugar. El sonido de un llanto me martilla la cabeza, haciendo que me cubra los oídos y apriete los dientes, cerrando los ojos.

            Un montón de recuerdos viajan a través de mis ojos cerrados: risas, amigos, golpes, castigos, escapadas, llanto, gritos. Quiero detenerlos, pero no puedo así que grito.

— ¡Despierta, ahora!

            Abro los ojos y el jardín frente a mí está vacío. No hay niños, nadie. Todos están en clases en estos momentos. Aún tengo algunas lagunas mentales, pero ahora sé quiénes eran mis amigos.

            Y Julianne, la monjita, era uno de ellos.

            Sus nombres parecen reescribirse en un lugar recóndito de mi memoria: Nathan, Luke, Ian, Marilyn… Julianne.

            Ahora tengo que saber qué pasó con ellos y ella es quien sabe la respuesta, creo que las sabe todas. Ella lo sabe todo.

***

—Lucy.

            Ella cierra de golpe su casillero, captando la atención de todo el mundo y me mira con ojos entrecerrados.

—Lo siento. No quise asustarte, debemos hablar —le digo.

            Ella mira a su alrededor y luego hacia el suelo, caminando en una dirección opuesta a la que estoy. ¿Acaso me está ignorando?

—Lucy, es importante —le digo, pero no me responde—. ¿Me estás…?

            Entra a un aula vacía y se sienta en la última fila, donde nadie puede verla si se asoman por la ventanilla.




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