VII
- ¿Estás segura que debemos ir ahí?
- Sí
- ¿No te habrás confundido?
- ¡Que no!
- ¿Vas a matarme o algo así? Digo por que por lo menos te podrías haber esperado hasta mañana
- ¡Bruno, vas a hacer que te lo diga y es una sorpresa!
Lo miró reírse en el espejo del ascensor. Se ha hecho dos trenzas que le quedan lindas.
Quizá siente mi mirada, por que levanta la vista haciendo que nuestros ojos se encuentren en el espejo. Luego me saca la lengua, juguetona. Yo levanto una ceja, retándola. Ella vuelve a hacerme una mueca. Me volteo, sin pensar, y la acorralo contra el rincón. Su sonrisa se congela. Y algo en el hecho de saber que la pongo nerviosa me gusta. - ¿Y así? ¿Te atreves a seguir?
-Y tú… ¿te atreves a seguir? – responde sin responder, en casi un susurro
Como si la vida supiera que aún no tengo una respuesta a su pregunta, el ascensor se abre.
De inmediato siento vértigo por la altura. El viento corre contra mi cara. Pero hay algo impresionante en el sentimiento. Las luces de los edificios se alzan cegadoras, y la noche cae sobre ellos como una manta. Me giró hacia Bianca, preguntándole con la mirada.
-Bueno, ¿Sabías que Sao Paulo es la ciudad de los helicópteros? – dice apenas conteniendo la sonrisa. -Tenemos que esperar el nuestro, dijeron que debíamos estar aquí veinte minutos antes.
Compartimos una risa. Creo que este es uno de los momentos más emocionantes de mi vida.
- ¿Cómo se te ocurrió? – le pregunto asombrado
- ¿Bromeas? Fue lo primero que se me ocurrió cuando dijiste Brasil ¡Vamos a volar, Bruno!
Bianca empieza a gritar y saltar. Su alegría siempre es explosiva. Y aunque yo soy más reservado, me es difícil no seguirla, sobre todo porque también estoy muy emocionado.
Luego de unos minutos, empezamos a tomarnos fotos. Bianca graba unos videos también. Cuando llega el helicóptero y aterriza en el centro, un nuevo tipo de nervios me sacude el cuerpo. Bianca me coge de la mano antes si quiera de acercarnos para subir. Un chico se nos acerca, nos da unas cuantas instrucciones y recomendaciones. Se presenta como Marco y al tripulante, Luis. Ajustamos los auriculares y hacemos una pequeña prueba de los micrófonos. Bianca le pide que nos tome una foto y el chico accede amablemente. Se acerca y me abraza por la cintura, en una segunda toma me da un beso en la mejilla.
Yo, claro, sonrío como tonto.
Cuando el helicóptero empieza a elevarse, Bianca y yo nos miramos al mismo tiempo. Aprieta mi mano cuando dejamos el helipuerto. Y cuando nos inclinamos a la derecha, girando alrededor del gran edificio, ambos nos reímos.
La vista es preciosa. La sensación, maravillosa. La compañía, única. Y el momento… el momento es asombroso.
Sentirse pequeño en el mundo nunca se ha sentido tan bien.
Editado: 16.11.2020