“EL INICIO DE LOS MALTRATOS”
Cuando Karina cumplió un año de que nos dejó, fue el segundo día más triste de mi vida, mi tía hizo una pequeña reunión, pero a mí no me dejaron ir y me quede en mi casa sola, como casi siempre, sin pensarlo, ya es un año sin mi prima y a los pocos días empezaron los primeros maltratos y fue cuando yo tenía 8 años.
Recuerdo perfectamente que, para el día de mi cumpleaños, organicé mi propia fiesta, papá me ayudo con el dinero, aunque al principio se negó, logre convencerlo y yo sola infle los globos y colgué serpentinas por todos lados, invite a varios compañeros de mí salón e inclusive invite a mi familia, había llamado a varios tíos, primos, pero ninguno llegó, después de que Karina falleció, el rumor de que yo la maté llegó a la escuela y los niños se alejaron de mí diciendo que no querían morir o que les causaría problemas, en los momentos de descansos me quedé sola, ya nadie jugaba conmigo.
Cuando vino mi abuela me sentí feliz, después de meses la volvía a ver, yo como toda niña feliz de ver a su abuela, corrí a abrazarla y que gané de ella. Solo una mirada de odio. Como era muy niña, no sabía que era esa mirada, me dio un pastel como regalo.
—gracias abuela, más tarde soplamos las velas— grité de alegría así que solo me dediqué a jugar con Lupe y en un descuido saqué a la osa, aparentemente nadie se dio cuenta o eso creí yo.
Cuando estaba dando vueltas, sin querer tire el jarrón que mi abuela le regalo a mi mamá.
Ellos salieron al escuchar el sonido. Y me ven a mí junto al jarrón y las flores tiradas en el suelo.
—Pero que niña para más tonta— grito mi abuela. —destruyo el precioso y costoso jarrón que te regalé, no tiene solución esta niña, no sé ni porque la tratan bien, si ella fue la culpable de que Karina no esté en este mundo, si fue capaz de destruir el jarrón, está niña destruirá todo lo que le rodea— dicho esto solo agarro sus cosas y vio la osa de Karina. —niña estúpida, tú tienes la osa de mí nieta, mi hija buscando el único recuerdo de mi nieta y tú lo tienes, no mereces ser parte de esta familia, Elizabeth— miro a mi mamá y continuo —esta hija tuya te dará muchos problemas, te acordaras de lo que te digo—. Dicho esto, agarro la osa y se marchó de casa.
Mi mamá estaba enojada, irradiaba cólera, solo se miró y vi en su mirada un destello de odio.
—lo siento mami, fue un accidente— me disculpé, pero hizo algo que jamás pensé que haría.
Me pego, si bien, fue solo un manotazo, jamás me había pegado y yo para ese entonces no sabía que eso desencadenaría una serie de maltratos.
—a tu habitación Elisa— grito, me asusté mucho y corrí a esconderme
Jamás entendí porque hizo eso.
—Elizabeth, estas exagerando las cosas, solo fue un jarrón— papá trato de defenderme.
—mi mamá tiene razón, ella nos traerá problemas y cállate que yo sé cómo corrijo a mi hija
—tu madre dice muchas cosas, pero es una vieja maldita— dicho esto papá salió furioso de casa
Mamá empezó a golpearme en varias ocasiones, lo hacía cada vez que me portaba mal, cada vez que, hacia una travesura, o por el simple hecho de verme sonreír, solo sonreía cuando papá jugaba conmigo, yo ya no jugaba como antes, me la pasaba encerrada en mi habitación para evitar los golpes o los gritos.
Cuando llegaron las fiestas navideñas, antes era mi época del año favorita, siempre la esperaba con ansias, había regalos por montón, la familia reunida, el árbol, las luces, las decoraciones, pero desde que falleció Karina todo eso dejo de pasar, ya no se celebraba nada y ya no me daban regalo. Y no le tomé importancia, porque pensé que podía ser porque no tienen dinero o aún estaban molestos por alguna travesura.
Me equivoqué y la decepción toco mi puerta una vez más. El dinero que era para mí regalo, lo gastaban en los caprichos de mi hermano, los videojuegos y las patinetas. Ya ni en mi cumpleaños me felicitaban.
Papá dejo de venir seguido, no sabía dónde dormía o que lo que hacía, mamá dejo de sonreír y mi hermano ni qué decir de él, su vida eran los videojuegos.
Mamá una tarde me mando a tender todas las camas. Yo para evitar disgustos o peleas obedecí, no me gusta que me grite o me lastime. Solo quería que me aceptara de nuevo.
Primero fueron las camas, después fue limpiar la cocina, luego la casa completa. Aún estaba pequeña no sabía si lo hacía bien o no, sin embargo, igual me decían que lo haga. En ese tiempo teníamos a Lucero, trabajaba ayudando en la casa, ella me ayuda con algunos quehaceres no podíamos socializar mucho, ya que mi madre decía que no era correcto. Y de ser parte de una familia con servicio doméstico que se encargaran de todo, yo pase a ser la encargada del servicio de mi familia.
Siempre me gritaban por todo, hasta por lo más insignificante y no exageraba. Pero que podía hacer yo, yo solo era una niña y como todo niño tenía sueños, que poco a poco se fueron rompiendo.
En el colegio nos enseñaron a leer y a escribir, una mañana hubo una actividad del colegio, una feria, ese día preferí quedarme con la señora Lucrecia era la bibliotecaria, una señora de avanzada edad que me llevo al bloque de libros infantiles, me encantaba leer cada cuento, historias, relatos, poesías, aventuras. Luego de semanas termine las historias para niños porque eran pocos los libros y fui a la sección adultos, las historias de aventura me fascinaban, mi favorito es viaje al centro de la tierra de Julio Verne, la forma en como narra lograba que yo me sintiera parte de la aventura, cada historia y desde entonces me refugie en los libros. Se volvieron parte de mi vida, al leer cada hoja disfrutaba de ese tiempo ya que eran los únicos momentos donde encontraba la tranquilidad, pero mi madre se encargaba que cada tiempo que dedicaba a la lectura se fuera reduciendo, sin embargo, para mi corta edad no le di el gusto y cada noche veía la manera le leer, aunque sea solo unos 5 minutos y los disfrutaba al máximo. No podía permitir que me quitara lo último que me hacía bien.
#11590 en Joven Adulto
#44898 en Novela romántica
tristeza y amor y dolor, pasado triste y secreto, amor amistad esperanza
Editado: 16.01.2021