El sol se alzaba lentamente sobre el horizonte, bañando la ciudad de Aeloria con una luz dorada y suave. La princesa Elara despertó en su lujosa cámara, pero el brillo del nuevo día no conseguía disipar la sombra de la tragedia que envolvía el reino. La muerte inesperada de su padre, el rey Aldric, había dejado un vacío abrumador que ella ahora debía llenar.
Elara se levantó de la cama con una determinación silenciosa, sabiendo que cada paso que diera a partir de ahora definiría no solo su futuro, sino el del reino entero. Se vistió rápidamente con un sencillo vestido azul que contrastaba con el luto que sentía en su corazón, y salió de su habitación con paso firme.
Recorrió los pasillos del palacio, sintiendo la presencia de los sirvientes y guardias que se inclinaban en señal de respeto. Cada gesto de obediencia, aunque bien intencionado, le recordaba la enormidad de su nueva responsabilidad.
Cuando llegó a la sala del consejo, encontró a sus principales consejeros reunidos. Lord Cedric, el anciano y experimentado consejero de su padre, estaba allí, junto con Maren, su amiga cercana y capitana de la guardia. Ambos la miraron con preocupación y respeto.
"Buenos días, princesa," dijo Lord Cedric, inclinando ligeramente la cabeza. "Lamentamos profundamente la pérdida de su padre. Aeloria está de luto."
Elara asintió, manteniendo la compostura. "Gracias, Lord Cedric. Pero debemos enfocarnos en el futuro del reino. ¿Qué noticias tenemos de los nobles y sus posturas?"
Maren intervino con una mirada seria. "Hay inquietud entre algunos nobles, especialmente entre aquellos que han sido leales a tu medio hermano, Dorian. Los rumores sobre su posible reclamación al trono están circulando."
Elara sintió un nudo en el estómago al pensar en Dorian, el hijo bastardo del rey Aldric. Aunque no tenía derechos legítimos al trono, su presencia y su ambición eran una amenaza real.
"No podemos permitir que el reino se fracture," dijo Elara con firmeza. "Debemos actuar con rapidez. Maren, refuerza la guardia del palacio y asegúrate de que todos los puntos de acceso estén bajo vigilancia estricta. Lord Cedric, envía mensajes a los nobles leales, confirmando que el trono está en manos seguras."
Mientras los consejeros se dispersaban para llevar a cabo sus tareas, Elara se quedó en la sala del consejo, reflexionando sobre su padre. Recordó las enseñanzas de Aldric sobre justicia, liderazgo y el sacrificio necesario para mantener la estabilidad del reino. Sentía el peso de esas lecciones como nunca antes.
Más tarde, mientras revisaba documentos en su estudio, un guardia anunció la llegada de Dorian. Elara dio una señal de asentimiento, permitiendo que su medio hermano entrara.
Dorian, con su habitual confianza, hizo una ligera inclinación de cabeza. "Hermana, lamento profundamente la muerte de nuestro padre."
Elara lo observó con atención, sabiendo que cada palabra y cada gesto de Dorian eran calculados. "Gracias, Dorian. ¿A qué debo el honor de tu visita?"
Dorian se acercó con una mezcla de tristeza y desafío en sus ojos. "Elara, sé que nuestro padre te eligió a ti como su sucesora. Pero también sé que hay quienes en el reino consideran que yo tengo un derecho legítimo al trono. No busco conflictos, pero creo que debemos hablar sobre el futuro de Aeloria."
Elara mantuvo la mirada firme. "Dorian, el trono es mío por derecho. Pero no deseo que esto se convierta en una guerra entre nosotros. Debemos encontrar una manera de trabajar juntos para el bien de Aeloria."
Dorian la miró en silencio por un momento antes de asentir lentamente. "De acuerdo, Elara. Por ahora, estoy dispuesto a apoyarte. Pero no olvides que el reino te observa con atención."
Esa noche, Elara se retiró a sus aposentos, sintiéndose abrumada por la magnitud de los eventos. Mientras se preparaba para descansar, sus pensamientos giraban en torno a su padre y al futuro incierto que enfrentaba.
De pie junto a la ventana, con la luz de las estrellas iluminando su rostro, hizo un juramento en voz baja. "Padre, prometo que protegeré Aeloria y honraré tu legado. No importa cuán difícil sea el camino, lucharé por nuestro reino y por nuestro pueblo."
Con esa promesa en su corazón, Elara se acostó, sabiendo que el camino hacia el trono sería arduo. Sin embargo, estaba decidida a enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino. Aeloria tenía una nueva reina, y bajo su liderazgo, el reino tenía la esperanza de un futuro prometedor y unido.
Los días siguientes fueron un torbellino de actividad. Elara se centró en los preparativos para su coronación, una ceremonia crucial para consolidar su posición ante los nobles y el pueblo. Maren y Lord Cedric la ayudaron a coordinar los detalles.
"Elara, la coronación debe ser un evento que muestre nuestra unidad y fortaleza," dijo Lord Cedric. "Debemos invitar a todos los nobles y asegurarnos de que se sientan incluidos."
Elara asintió. "Así será. Quiero que todos los miembros del reino vean que Aeloria sigue siendo fuerte y unida bajo mi liderazgo."
Maren, mientras tanto, se encargaba de asegurar la seguridad del evento. "Fortaleceremos la guardia y revisaremos a todos los asistentes para evitar cualquier incidente."
Finalmente llegó el gran día. La plaza principal de Aeloria estaba adornada con banderas y guirnaldas, y una multitud de ciudadanos se había reunido para presenciar la ceremonia. Elara, vestida con un elegante traje blanco y dorado, se sentía una mezcla de nervios y determinación.
La ceremonia se llevó a cabo con solemnidad y reverencia. El obispo de Aeloria, una figura venerada, sostuvo la corona de Aldric mientras Elara se arrodillaba ante él.
"Elara de Aeloria, hija del rey Aldric, te coronamos como nuestra legítima reina. Que tu reinado sea largo y próspero."
La corona fue colocada con cuidado sobre su cabeza, y la multitud estalló en vítores. Elara se levantó, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Miró a su pueblo y a sus nobles, sabiendo que la verdadera prueba de su liderazgo apenas comenzaba.