Con la llegada de Sena, las cosas empezaron a cambiar. Al transcurrir los meses, Magnus comenzó a dar señales de buenos resultados académicos, a pesar de las dificultades iniciales. Con el paso del tiempo, los compañeros también comenzaron a conocerlo en persona y ya dejaron de tenerle miedo por lo ocurrido tiempo atrás en el matoneo. De hecho, las comparaciones con Silfer tambien fueron desapareciendo, quedando solo la buena onda y un ambiente de sana convivencia.
Por supuesto que Magnus no se separaba precisamente de sus dos mejores amigos, Julius y Josy, sumado a ello la aparición de Sena, quien a medida que pasaba el tiempo, observaba las acciones de Magnus y cada vez sentía mucha curiosidad por el enigmático poder de Luz que rodeaba su aura.
El único quien no estaba contento con la situación de Magnus era el mismísimo Silfer. El maquiavélico joven solo se limitaba a observar de reojo como el recién llegado se ganaba poco a poco la atención de todos en la facultad, cosa que lo molestaba total y absolutamente. Y para más remate, su encuentro con Sena abrió una grieta bastante profunda en sus convicciones. Una cosa estaba clara: El malvado estudiante no dejaría que Magnus se acercare demasiado a Sena.
— Haré todo lo que sea necesario para alejarte de Sena. —Decía en voz alta.
En eso, el maligno estudiante llamó a dos individuos, compañeros de este. Uno era bajo, medio robusto y con cara de serio. El otro era más alto, de barba y lentes y se creía muy intelectual. Ambos eran considerados como malas influencias para la facultad, al igual que Silfer. Sus nombres eran Marcus y Sans.
— ¡Hasta que por fin llegan! —Decía sarcástico Silfer.
— Pues para que nos hayas llamado es porque debes estar muy desesperado, ¿no crees? —Preguntaba con ironía Marcus.
— Sí, ¿acaso el brillante Silfer duda de sus propias convicciones y necesita el consejo de dos mentes tan brillantes como las nuestras? —Preguntaba con tono burlesco Sans.
Silfer golpeó la mesa, furioso, asustando a los dos energúmenos.
— ¡No me provoquen par de engreídos! ¡Qué no se les olvide que gracias a mí siguen aquí! —Exclamó con rabia.
Los dos muchachos se quedaron callados ante la reacción enrarecida de Silfer.
— ¡Ahora escuchen con atención! —Imponía sus términos Silfer—. Hay un chico recién llegado que me tiene chato con su presencia.
— ¿Te refieres a ese tal Magnus? Sí, hemos oído hablar de él, dicen que te desafió en el matoneo hace unos meses. —Decía Marcus.
— Así fue. —Afirmaba Silfer—. Pues bien, este perdedor se ganó la confianza de esos dos tórtolos idiotas de Julius y Josy, y para colmo, se hizo amigo de Sena.
— Que raro, pensé que ya no te importaba Sena. —Decía Sans.
— Eso es algo que no te incumbe Sans. —Afirmó tajante Silfer.
— Parece que sí le importa todavía. —Murmuraba Sans en el oído a su compadre.
— ¿Y qué quieres que hagamos? —Preguntó directo Marcus.
— Quiero que vayan por los tórtolos y los saquen de quicio. Provóquenlos, insúltenlos, como sea, traten de ganar tiempo y si es necesario, destrúyanlos en el acto. —Ordenó Silfer.
— ¿Y qué hay del novato? —Preguntó Sans.
— Yo me encargaré de ese fracasado...personalmente. —Respondió Silfer.
Así se llegó a fraguar un peligroso complot para sacar del camino a Magnus y a sus amigos, sin que Sena se diera cuenta.
Mientras tanto, Magnus iba de camino al casino para almorzar. Tenía mucha hambre tras una ardua jornada de clases y necesitaba llenar el estómago con algún que otro plato de comida.
— Quiero el menú nº1 por favor. —Pidió el joven.
El almuerzo constaba de 3 menús distintos: El primero, carne a la olla con tallarines pesto; el segundo, lasaña, y el tercero, tallarines con salsa alfredo.
Magnus se sentó en una mesa, solo, disfrutando de su almuerzo. Veía a todos los compañeros de otras carreras con sus amigos y parejas, menos él, que estaba muy solitario...
— “Vaya, como me gustaría poder almorzar con alguien, aunque sea con mis amigos. No me gusta estar solo.” —Pensaba el joven con tristeza.
De pronto, alguien se le acercó de manera muy especial, sin que se diera cuenta…
— ¿Puedo sentarme aquí? —Preguntó ese alguien.
Magnus alzó la cabeza y vio a alguien muy familiar. Era Sena, su compañera y nueva amiga. Su cara fue de absoluto estupor y asombro, pero a la vez de alegría al verla tan de sorpresa en el casino.
— ¡Sena! —Exclamó contento el joven.
— ¿Sorprendido? —Preguntó chistosamente Sena.
— ¡Sí! La verdad es que sí. Claro que puedes sentarte aquí. —Afirmaba alegre Magnus.
— ¡Gracias, muy amable! —Agradecía Sena.
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Editado: 28.06.2020