Pasaron los días en el Campus, y en la Facultad de Derecho la vida continuaba. Certámenes, evaluaciones, tests sorpresas, entre tantas cosas, mantenían ocupados a los leguleyos, pensando en alcanzar la perfección absoluta, aunque ello significara sacrificar sus propias vidas, literalmente.
Y es que a pesar de los intentos de los estudiantes por lograr ese objetivo, las tasas de deserción y de suicidios seguían aumentando considerablemente, provocando terribles consecuencias. Si unos terminaban muy exhaustos de tanto estudiar, otros perdían el juicio y el control de sus emociones, y otros simplemente optaban por quitarse la vida o abandonar la carrera, siendo cruelmente ridiculizados por el centro de alumnos, que en este caso, eran los malignos esbirros del implacable Portador de Sombra, Silfer. Estos, con su frialdad ya característica, juzgaban a sus compañeros en vez de apoyarlos, imponiendo la necesidad de ser excelentes y mejores en sus notas, sin considerar el factor humano, que para ellos era irrelevante. La mayoría de los leguleyos que acudían a aquellos energúmenos terminaban deprimidos o decepcionados y se sentían abandonados ante la indiferencia de quienes eran actualmente sus líderes en la Facultad.
Sin embargo, a pesar de las circunstancias, no había muchos que se opusieran a su cruel y malvado dominio en la Facultad, debido a que casi todos estaban sometidos a la influencia de su trance oscuro, con excepción de sus lacayos, y sin considerar el hecho de que existían otras 4 personas más, cuyos casos desconocían por aquél entonces los auto denominados 5 de la Sombra.
Se trataban de Julius, Josy, Sena y Monty, quienes desde la clandestinidad buscaban una oportunidad para intentar ayudar a sus compañeros, sin que los primeros se enteraran de sus planes y con absoluta discreción, puesto que había leguleyos soplones que trabajaban para estos y cualquier alteración en la rutina cotidiana de la Facultad podía levantar sospechas, por lo que había que irse con cuidado, precisamente para no llamar su atención.
A pesar de ello, nuestros amigos miraban con preocupación la terrible crisis por la que vivían hoy por hoy los leguleyos, en vista de la incertidumbre y los crueles abusos cometidos por estos cinco energúmenos, lo que estaba distorsionando el cauce normal de la vida dentro de sus paredes, aunque eso parecía no preocuparles a Silfer y a sus lacayos, quienes solo se limitaban a juzgar y condenar a los suyos, sin importarles la cruda y triste realidad.
De hecho, el Portador de Sombra ya se encontraba recuperado tras haberse deshecho de aquella misteriosa energía luminosa que lo tenía descolocado hace tiempo, volviendo a ser el cruel y caprichoso sujeto al que todos detestaban de antaño, siendo ahora juez, autoridad y voz de mando en la Facultad. El era quien decidía si algún miembro de la comunidad leguleya seguía o no, resolviendo con frialdad y pragmatismo, sin considerar el lado humano, que para él no significaba nada.
Aconteció también que se encontraban las dos asistentes de Monty: Lily y Vicky, reclamando al centro de alumnos sobre la situación de los leguleyos y la urgente e imperiosa necesidad de ayudarlos, antes de que comenzará una hecatombe de desertores y suicidas producto de los ánimos tan bajos que por aquél entonces los afectaban. Los energúmenos de Silfer escuchaban con atención, aunque mofándose indiscretamente por las razones dadas por ambas chicas para detener aquella caprichosa política de perfeccionamiento.
— ¡Esto es completamente ridículo Silfer! —Exclamaba Lily con molestia—. ¡Todos nuestros compañeros están exhaustos y desmotivados, sin ganas de estudiar y de compartir con otros, y en vez de apoyarlos como Centro de Alumnos, los castigan y juzgan amenazándolos con sacarlos de la Facultad si no se esfuerzan por sacar un 7! ¿Un 7? ¿Qué acaso creen que somos robots autómatas sin sentimientos ni emociones y que estamos programados solo para estudiar?
— Pues si no te gusta nuestra forma de hacer las cosas, mejor te retiras y estudias otra carrera, así de simple. —Decía Marcus haciendo de vocero.
— ¿Qué? ¡Eso es absurdo! —Intervino Vicky—. Esta política de cero errores y 100% perfección está matando a todos nuestros compañeros, al menos tengan un poco de consideración.
— ¿Consideración? —Dijo de pronto Silfer mientras se ponía de pie para acercarse a sus interlocutoras—. Hasta hace unos años la Facultad estaba perdiendo su prestigio como institución porque no había una exigencia dura en las evaluaciones académicas, y ahora que finalmente hemos podido corregir dicha situación, resulta que ya no quieren continuar estudiando porque se sienten cansados. ¡Son unos ingratos malagradecidos! Después de todo lo que he hecho por ustedes, ¿Así es como me devuelven el favor? ¿Quejándose?
— ¡Tú no has hecho nada bueno por nosotros Silfer! ¡Solo te empoderaste de esta Facultad por haber expulsado a uno de los nuestros! —Exclamó Lily con fiereza.
— ¡Oye niñita, mucho cuidado con lo que vayas a decir sobre eso! —Amenazó Aivi a Lily.
— ¡Pero es la verdad Aivi! —Siguió tozudamente Lily—. Además, independiente de que hayas probado que Magnus era culpable, igual has cometido pecado contra él desacreditándolo frente a sus amigos.
En ese instante Silfer apareció frente a la pequeña colorina, quien se asustó con aquel acercamiento tan repentino, pero aún más, por sus ojos furiosos y serios, llenos de ira y sentimientos oscuros. Al mismo tiempo Vicky también se asustó. Ambas sabían de antemano lo que podría suceder si el Portador de Sombra se enojaba.
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Editado: 28.06.2020