Mientras en el Campus una enorme nube se cernía tormentosa sobre sus terrenos, vaticinando el principio de los terribles acontecimientos que estaban ya por suceder, en los cerros aledaños, el sol resplandecía con toda su intensidad cerca del Refugio de los Desamparados y el invernadero del viejo Roland, dando muestra de un ambiente tranquilo y sereno, lejos de la oscuridad reinante originada desde la propia Facultad de Derecho.
Magnus y Flora continuaban con sus actividades normales junto al resto de los chicos del refugio. Luego de su particular affaire, ambos jóvenes decidieron continuar juntos como mejores amigos, compartiendo la misma confianza con la que se conocieron hace años, a pesar de que el resto de los refugiados anhelaba que los dos fueran pololos, cosa que al final nunca sucedió, aunque a ambos no les importaba en lo más mínimo, ya que disfrutaban de hacer cosas en equipo como si nada malo hubiera ocurrido antes.
Los dos jóvenes venían de regreso del Invernadero. Llevaban cajones y bolsos, con frutas y verduras respectivamente, además de hierbas y especias que Flora le pidió al anciano cuidador para decorar el refugio y para aderezar ciertos alimentos. A medida que caminaban de regreso, ambos conversaban distendidamente, mientras contemplaban el maravilloso día que les aguardaba.
— ¡No puedo creer que Roland nos haya regalado todas estas frutas y verduras! ¡Es muy considerado de su parte! —Exclamó sorprendido Magnus.
— Bueno, él cree que nosotros seremos pareja algún día, pero a pesar que le dije que aquello no iba a ocurrir, sigue aferrado a la esperanza de que suceda. -Decía Flora.
— ¡Qué viejo más testarudo! —Exclamó con cara de sorpresa Magnus.
— ¡Sí, es verdad! —Afirmó risueña Flora.
— Aunque para ser sincero... —Dijo de pronto Magnus—. Creo que cualquiera que nos viera diría que somos pololos a primera vista.
— ¿Qué, ya estás reconsiderando la idea? —Preguntó coqueta Flora.
— ¿Qué? ¡No, claro que no! —Respondió sobresaltado Magnus.
— Tranquilo, solo estaba jugando contigo tontito. —Dijo muy risueña y pícara Flora.
— Eres muy adorable incluso cuando bromeas, ¿lo sabías? —Replicó con halago Magnus.
— Sí, lo sé. —Afirmó segura Flora.
En eso ambos chicos miraron hacia el horizonte, en dirección hacia las nubes que cubrían el Campus. Les llamó profundamente la atención el hecho de que ahora ya no se pudiera ver ninguna de las edificaciones que representaban a las Facultades, ni menos el movimiento de sus calles y senderos peatonales. El enorme cúmulo de nubosidad había obnubilado por completo el extenso terreno, causando incertidumbre tanto en Magnus como en Flora acerca de lo que estaba pasando allá, sin sospechar los terribles sucesos que iban a desencadenarse pronto, especialmente en su antigua Facultad.
— Me pregunto... —Empezó a hablar Flora—. ¿Qué estará pasando ahora en Derecho? Hace unos días se podía ver todo el Campus desde aquí, con excepción de la Facultad, pero ahora todo está brumoso. Espero que mi hermana y los tórtolos estén bien.
— Ese es el menor de nuestros problemas... —Dijo de pronto Magnus tornándose muy serio.
Flora se sorprendió con los dichos de su mejor amigo, sin perjuicio de entender sus sentimientos hacia la Facultad y su gente. Era evidente que Magnus todavía guardaba cierto rencor no solo contra los leguleyos, sino también contra Silfer y sus aliados, y como no, hacia Julius, Josy y especialmente, Sena.
— Magnus... —Dijo ella mientras colocaba su mano en el hombro de este—. No dejes que el odio te contamine. Lo que haya ocurrido en el pasado debes dejarlo ir.
— ¿Y cómo podría hacerlo? —Preguntaba el Portador de Luz con lamento—. Cada vez que me acuerdo de esa Facultad, no puedo evitar el recordar las palabras de esos tres. Y me duele mucho, especialmente las que dijo Sena.
— Magnus, si quieres sanarte de ese dolor, solo una cosa puedes hacer. —Dijo Flora.
— ¿Qué cosa? —Preguntó curioso Magnus.
— Perdonarte a ti mismo. —Respondía Flora—. Tú eres un ser de luz Magnus, jamás podrías odiar a nadie. Estoy segura de que cuando lo hagas, también podrás perdonarlos a ellos también.
— ¿Cómo estás tan segura de eso? —Preguntó con más ahínco Magnus.
— Porque… yo también siento lo mismo que tú. —Respondía Flora con nostalgia—. Tú no eres el único que sufre por eso, no olvides que mi hermana también me lastimó, al igual que los tórtolos. Pero sé en el fondo de mi corazón, que ellos actuaron cegados por la rabia y las mentiras de Silfer. Ahora seguramente deben estar muy arrepentidos por lo que pasó.
— ¿Crees que ellos ya se enteraron de la verdad? —Insistía Magnus con sus preguntas.
— No lo sé. —Agregaba Flora—. Pero tengo el presentimiento de que sí.
— Tal vez... —Replicaba Magnus aun con tono serio—. Pero eso no cambia las cosas.
— "Magnus... sé que estás mintiendo. Estás molesto, pero en el fondo los extrañas mucho, tanto a mi hermana como a Julius y a Josy. Entiendo tus razones para no querer saber de ellos, pero me pregunto si realmente los detestas tanto como para no querer siquiera verlos otra vez. Y si nos encontráramos con ellos, ¿Cómo reaccionarás cuando llegue el momento?" —Reflexionaba en sus pensamientos Flora al oír las duras palabras de su mejor amigo.
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Editado: 28.06.2020