Tu mirada me desnudó en un segundo.
Me perdí entre tus ojos, que brillaban más que una
constelación. Aún mejor, nunca se apagarían.
Te oía hablar y no me importaba quedarme muda mientras
siguieran emanando sonidos de esa boca.
Y esa boca,
si que la conocía, me había perdido muchas veces en ella y
me costaba regresar de ese laberinto de besos. O bueno,
no quería volver.
Y si me quedo ciega y pido un deseo, que sea volver a ver
tu sonrisa.
Y si quiero reflejarme en algo, que mi espejo seas siempre
vos.
Y lamento decirte que estás condenado, por haber robado
mi corazón.
Pero tranquilo, te aseguro que ha sido tu mejor pecado.