Sombras de amor y traicion

capitulo 8

La decisión estaba tomada. Isabella sabía que no podía permitir que la duda la consumiera. Si Sofía era la traidora, tenía que descubrirlo... y actuar en consecuencia. Aunque eso significara romper el único vínculo de lealtad genuina que había conocido.

—¿Qué tienes en mente? —preguntó Marco, cruzándose de brazos mientras se apoyaba contra el escritorio.

Isabella alzó la barbilla, su postura firme. —Voy a darle información falsa. Algo que parezca valioso para Russo, pero que en realidad sea una trampa. Si Sofía la pasa, sabremos que trabaja para él.

—Inteligente. —Marco asintió, sus ojos oscuros brillando con aprobación. —¿Qué tipo de información?

—Un supuesto envío de armas al almacén del puerto. —Isabella caminó hasta el mapa de la ciudad en la pared, señalando una ubicación estratégica. —Si Russo cree que tenemos armas ahí, intentará interceptarlas.

Marco sonrió, esa sonrisa peligrosa suya. —Y lo estaremos esperando.

—Exacto. —Isabella se cruzó de brazos. —Si Sofía es leal, no pasará la información. Pero si lo hace...

—Si lo hace, será su sentencia de muerte. —Marco completó la frase sin titubear, su tono frío y definitivo.

Isabella sintió un nudo en el estómago. No respondió. No podía permitirse mostrar debilidad, no frente a Marco, ni frente a ella misma.

—Entonces démosle el anzuelo. —dijo finalmente, su voz firme. —Vamos a ver si muerde.

Horas más tarde, Isabella encontró a Sofía en los jardines de la mansión, disfrutando del sol de la tarde. La escena parecía tan normal, tan cotidiana... que casi le rompió el corazón.

—¡Isa! —Sofía sonrió al verla, sus ojos brillando con alegría. —Estaba a punto de buscarte. ¿Todo bien? Te noté tensa esta mañana.

—Sí, estoy bien. —mintió Isabella, esforzándose por sonar natural. —Solo... preocupada por todo este asunto de Russo.

Sofía asintió, su expresión preocupada. —Debe ser terrible saber que alguien te está traicionando. No me imagino cómo te sientes.

Isabella contuvo el aliento, evaluando cada palabra, cada gesto. Sofía parecía sincera... demasiado sincera. Pero debía seguir adelante.

—Sí... es difícil. —dijo, bajando la mirada como si estuviera vulnerable. —Pero creo que estoy cerca de atraparlo.

—¿En serio? —Los ojos de Sofía se agrandaron. —¡Eso es genial! ¿Cómo piensas hacerlo?

—No puedo entrar en detalles... —Isabella hizo una pausa, fingiendo indecisión. —Pero he preparado un envío de armas en el almacén del puerto. Si Russo intenta interceptarlo, tendré pruebas de quién es el traidor.

Sofía se tensó. Fue un movimiento sutil, apenas perceptible, pero Isabella lo notó. Su amiga trató de disimularlo con una sonrisa nerviosa. —Eso... eso suena arriesgado, Isa. ¿Estás segura de que es una buena idea?

—Es la única forma de confirmar mis sospechas. —Isabella la miró fijamente, sus ojos oscuros clavándose en los de Sofía. —Si todo sale bien, mañana por la noche sabré quién ha estado trabajando para Russo.

—Claro... —Sofía apartó la mirada, su voz apenas un susurro. —Espero que todo salga bien.

Isabella sintió cómo su corazón se rompía un poco. Sofía estaba mintiendo. Lo sabía. La conocía demasiado bien.

Pero debía estar segura. Debía ver hasta dónde llegaría su traición.

—Gracias, Sofía. —dijo, esforzándose por mantener su tono cálido. —Tu apoyo significa mucho para mí.

Sofía sonrió, pero sus ojos evitaban los de Isabella. —Siempre estaré aquí para ti, Isa. Pase lo que pase.

Isabella asintió, sintiendo cómo la traición se hundía como un cuchillo en su pecho. —Lo sé.

Al caer la noche, Isabella se reunió con Marco en el salón privado de la mansión. Él la observó en silencio, sus ojos leyendo su rostro con precisión.

—¿Y bien? —preguntó finalmente.

—Se lo tragó. —Isabella sintió un nudo en la garganta al decirlo. —No dijo nada, pero sé que se lo contará a Russo. Lo vi en sus ojos.

—Lo siento. —Marco no sonó condescendiente, solo sincero. —Sé lo que es ser traicionado por alguien cercano.

—No quiero tu compasión. —replicó Isabella, su voz fría. —Solo quiero terminar con esto.

—Entonces preparémonos. —Marco se acercó al mapa del puerto en la mesa. —Si Sofía le pasa la información, Russo atacará mañana por la noche. Lo emboscaremos ahí.

—Y yo misma enfrentaré a Sofía. —Isabella sintió cómo la rabia se mezclaba con el dolor en su pecho. —Quiero escucharla admitir su traición. Quiero que me diga por qué lo hizo.

—Eso puede destruirte. —advirtió Marco. —A veces, escuchar la verdad es más doloroso que la traición en sí.

—No me importa. —Isabella levantó la barbilla, sus ojos ardiendo con una determinación feroz. —Necesito saberlo. Necesito escucharlo de sus labios.

Marco asintió lentamente. —Entonces así será. Pero cuando esto termine... no dudes. La duda es lo que mata.

—No dudaré. —Su voz fue firme, pero Isabella sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos. —Si Sofía me traicionó, pagará por ello.

Marco la miró con una intensidad que la atravesó. —Si necesitas ayuda... estaré allí. A tu lado.

Isabella sintió una extraña mezcla de gratitud y desconfianza. ¿Podía confiar en Marco? ¿O también la traicionaría cuando llegara el momento?

—Solo no te interpongas en mi camino. —respondió con frialdad. —Esto es algo que debo hacer sola.

Marco sonrió, una sonrisa sombría llena de respeto. —Entonces asegúrate de acabarlo.

Isabella miró el mapa del puerto, sus manos temblando ligeramente. Sabía que la confrontación de mañana no solo sería contra Russo... sino también contra su propio corazón.

Estaba a punto de perder a su mejor amiga. Y, al hacerlo, perdería la última parte de sí misma que aún creía en la lealtad.

—Lo haré. —prometió en voz baja, sus ojos ardiendo con furia y dolor. —Y cuando todo termine, Russo pagará por todo.

—Nos vemos mañana. —dijo Marco, dándole una última mirada antes de salir de la habitación.



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Editado: 05.06.2025

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