Vanessa llegó a la fiesta decidida a dejarse llevar por el ambiente y olvidar sus preocupaciones. Buscó a su amiga Emily en medio de la multitud, pero no la encontró a simple vista. Decidió unirse a un grupo de invitados que bailaban animadamente, dejándose llevar por el ritmo seductor de la música.
En medio de la pista de baile, un chico atractivo se acercó a Vanessa. Con movimientos sensuales, sus cuerpos se encontraron en una danza íntima. El roce de sus cuerpos era eléctrico, y las manos del chico exploraban el contorno de la espalda de Vanessa, despertando una sensación de deseo en ella.
Vanessa, en un momento de debilidad, se dejó llevar por la excitación del momento. Cerró los ojos y se abandonó a las caricias del chico, experimentando un atisbo de placer que la hizo olvidar por un instante sus preocupaciones y su relación complicada con Lucas. Sin embargo, en medio de la canción, la realidad volvió a golpearla y la culpa la envolvió, haciendo que se separara bruscamente del chico y que las lágrimas asomaran en sus ojos.
Necesitando un respiro, Vanessa se dirigió apresuradamente al baño para recomponerse. Mientras salía del baño, algo llamó su atención: unos gemidos apasionados proveniente de una habitación cercana. Sin poder resistirse a la curiosidad, Vanessa se acercó sigilosamente a la puerta entreabierta.
Escuchó la voz de Emily mezclada con susurros de placer.
—Eres tan irresistible—, susurró Emily mientras se le escapaba un gemido.
—No puedo resistirme a ti—, respondió una voz masculina que le resultó conocida.
Un escalofrío de sorpresa y confusión recorrió la espalda de Vanessa. ¿Qué estaba sucediendo allí? ¿Cómo era posible que Emily estuviera compartiendo ese momento de intimidad con alguien sin decírselo a Vanessa?
Vanessa, en su estado de confusión intentó alejarse del lugar, pero como había bebido sus pies se cruzan torpemente y cae en la habitación empujando la puerta, encontrándose con una escena que la dejó sin aliento. Emily, en un intento desesperado por cubrir a su amante, miró a Vanessa con ojos llenos de sorpresa y se apresuró a pronunciar palabras entrecortadas mientras trataba de explicarse.
—¡Vanessa, espera! Esto no es lo que parece, déjame explicarte—, balbuceó Emily en un intento desesperado de justificarse.
—¿Explicarte? ¿Cómo puedes siquiera intentar explicar esto, Emily? Eras mi mejor amiga, confiaba en ti—, respondió Vanessa con voz temblorosa, llena de tristeza y decepción. Las lágrimas amenazaban con caer de sus ojos.
Emily, mirando a Vanessa con culpa, trató de buscar las palabras adecuadas para disculparse.
—Vanessa, cometí un error, una terrible equivocación. No quería lastimarte, pero me dejé llevar por la situación y no pensé en las consecuencias.
Las lágrimas de Vanessa empezaron a brotar mientras intentaba procesar lo ocurrido.
—No puedo creer que hayas hecho esto, Emily. Me duele mucho más porque eras mi amiga, alguien en quien confiaba plenamente. ¿Cómo pudiste traicionarme de esta manera?.
En medio de la tensión y la confusión, Vanessa, dominada por la rabia y el dolor, dio un paso adelante y, sin pensar en las consecuencias, tiró con fuerza de la sábana que cubría al amante de Emily. Para su horror, se encontró cara a cara con Lucas, su novio.
La habitación se llenó de silencio incómodo mientras los tres procesaban la realidad de la traición descubierta. Lucas, con una mirada llena de resentimiento y desprecio, rompió el silencio con palabras hirientes.
—¿De verdad creíste que alguna vez te amé, Vanessa? Solo eras un juego para mí, una diversión pasajera. Nunca me importaste realmente—, pronunció Lucas con una frialdad que cortaba como un cuchillo.
Las palabras de Lucas atravesaron el corazón de Vanessa, dejándola aturdida y rota. Las lágrimas fluían sin control mientras luchaba por mantenerse fuerte frente a la desilusión. Era como si todo su mundo se desmoronara ante sus ojos.
Vanessa, entre sollozos, buscó la fuerza para responder a Lucas.
—No puedo creer que pienses tan poco de mí, Lucas. Mi virginidad no es algo que puedas tomar a tu antojo. Te amo y esperaba que lo entendieras, que respetaras mi decisión de esperar. Pero parece que solo soy un objeto para ti.
Lucas soltó una risa despectiva.
—¿Amor? No entiendes nada, Vanessa. El amor es para los débiles. Yo solo quiero diversión y placer, y tú no eres lo suficientemente mujer para mí. Me aburres.
El corazón de Vanessa se rompió aún más al escuchar esas palabras. Sentía que su autoestima y su confianza estaban siendo pisoteadas por alguien a quien había amado y confiado. Las lágrimas seguían fluyendo mientras se alejaba de la habitación, dejando atrás a Lucas y Emily en medio de la oscuridad y el engaño.
Vanessa, devastada y desamparada, trataba de encontrar respuestas y fuerzas para superar la traición que había sacudido su vida.
Con el corazón apretado por la angustia, toma su teléfono y marca el número de su hermana una y otra vez, pero solo escucha el tono de llamada sin respuesta. La preocupación aumenta a medida que la soledad se adueña de ella.
Decidida a buscar consuelo y claridad, Vanessa se dirige a un parque cercano. Se sienta en un banco solitario bajo la tenue luz de la luna y contempla las estrellas mientras su mente se llena de pensamientos tumultuosos.
Finalmente, con un nudo en la garganta, Vanessa marca el número de su padre. El teléfono suena varias veces, pero nadie contesta al otro lado de la línea. La desesperación se apodera de ella mientras lucha por contener las lágrimas.
Con pasos lentos y temblorosos, Vanessa regresa a su casa. Al llegar, se encuentra con un panorama desolador: todas las luces están apagadas y la puerta de entrada está entreabierta. Un escalofrío recorre su espalda, pero la valentía la impulsa a entrar.
—¡Papá! ¡Sarah!—, llama Vanessa en voz baja, esperando escuchar una respuesta tranquilizadora. Pero el silencio es su única respuesta, un silencio abrumador que aumenta su inquietud y temor.