Lucas se encontraba en la opulenta mansión de Lucian, una estructura imponente y majestuosa que desde afuera parecía un palacio, pero que él conocída como su prisión dorada. Cada rincón de la casa estaba adornado con lujos y elegancia, pero para Lucas, cada detalle magnificente era un recordatorio de su cautiverio y de la sombra implacable que Lucian proyectaba sobre su vida.
Sentado en una de las muchas habitaciones decoradas con exquisitez, Lucas observaba la transmisión de las noticias en la pantalla de un televisor de última generación.
Las imágenes mostraban a Ethan siendo arrestado, su rostro abatido y desesperado mientras los oficiales lo llevaban esposado. Las cámaras capturaban cada momento, y las palabras de los reporteros resonaban en la mente de Lucas como un eco torturador.
Ethan Hart, arrestado tras la denuncia por difamación presentada por Lucian Evernight, decían los periodistas, sus voces llenas de intriga y escándalo.
Lucas sintió una oleada de desesperación y culpa, una tormenta interna que lo consumía. Una parte de él, pequeña pero persistente, gritaba por ayudar a Ethan, su amigo que ahora sufría injustamente por su causa. Pero la parte dominante, la que había sido moldeada y quebrada por Lucian, le recordaba constantemente su lugar.
La mansión de Lucian era un lugar de opulencia sin igual, pero para Lucas, cada pasillo dorado, cada habitación exquisitamente decorada, era una celda en una prisión invisible. Los jardines perfectamente cuidados eran como campos de batalla, donde cada flor representaba una victoria de Lucian sobre su voluntad.
En la superficie, todo brillaba con una luz resplandeciente, pero para Lucas, esa luz era cegadora y falsa. Las ventanas grandes y claras, que dejaban entrar la luz del sol, no hacían más que resaltar las sombras internas que lo mantenían atrapado. Los espejos dorados reflejaban una imagen que ya no reconocía: un hombre quebrado, una marioneta bajo el control absoluto de Lucian.
La tormenta que rugía dentro de Lucas era una batalla constante entre su deseo de libertad y la dominación de Lucian. Cada día, cada momento, era una lucha entre la pequeña chispa de resistencia y la opresiva sombra de obediencia. La voz de Lucian resonaba en su mente, suave y peligrosa, recordándole su lugar y su deber.
Recuerda, Lucas, susurraba Lucian en sus recuerdos, sin mí, no eres nada. Tu vida me pertenece, y tu única función es obedecer mis órdenes ciegamente.
Las palabras de Lucian eran como cadenas invisibles que lo mantenían atado, cada eslabón una promesa de sumisión. Lucas sabía que intentar liberarse era casi imposible, pero la idea de ver a Ethan sufrir por su culpa era un tormento que no podía ignorar. Después de todo Ethan había despertado esa chispa de rebelión en su interior recordandole a aquel que una vez fue.
Dentro de la lujosa prisión, Lucas caminaba por los pasillos, sus pasos resonando en el silencio opresivo. Cada rincón de la mansión le recordaba su situación desesperada. Las cortinas de terciopelo, las alfombras persas, los candelabros de cristal: todo era una fachada que ocultaba su verdadera prisión.
La pequeña parte de Lucas que aún anhelaba la libertad clamaba por ayudar a Ethan. Veía las noticias, veía a su amigo siendo llevado por la policía, y su corazón se rompía en mil pedazos.
Ethan, lo siento, pensaba, con lágrimas silenciosas rodando por su rostro. Quiero ayudarte, pero no sé cómo.
Pero la dominación de Lucian era total. Lucas sentía que cada intento de resistir era aplastado antes de siquiera poder nacer. La voz de Lucian, sus palabras, sus acciones, todo lo que hacía era un recordatorio constante de su poder y control.
Tu deber es conmigo, recordaba Lucas, sintiendo la opresión en cada fibra de su ser. Ethan es solo una ilusión. Tu realidad es mi voluntad.
Lucas sabía que cualquier intento de escapar o ayudar a Ethan significaría una retribución severa. La amenaza de Lucian no era solo física; era psicológica, emocional, y espiritual. Había sido moldeado para obedecer, y esa realidad era una prisión más fuerte que cualquier cadena.
En la soledad de la mansión, mientras la noche caía y las sombras se alargaban, Lucas se dejó caer en un sillón, sintiendo el peso de su desesperación. La tormenta interior continuaba rugiendo, una batalla sin fin entre el deseo de ayudar a Ethan y la sumisión a Lucian.
Cada trueno que resonaba fuera era un eco de su tormento interno, cada relámpago un destello de la lucha que se libraba dentro de él. Sabía que estaba atrapado, pero la pequeña chispa de resistencia aún ardía, aunque débilmente.
Mientras las imágenes de Ethan siendo arrestado seguían repitiéndose en su mente, Lucas se abrazó a sí mismo, tratando de encontrar un momento de paz en medio del caos. La mansión, con toda su opulencia, era una jaula dorada, y la sombra de Lucian era la única realidad que conocía.
La batalla por su alma continuaba, y aunque la oscuridad parecía haber ganado, la pequeña chispa de esperanza y resistencia aún permanecía, esperando el momento adecuado para brillar.