En una galería iluminada con suaves destellos de luz dorada, las paredes blancas eran un lienzo perfecto para el último trabajo de Ethan. La multitud se agolpaba alrededor del cuadro, una obra maestra que capturaba el dolor, la redención y la esperanza en cada pincelada.
Los ojos del público brillaban con admiración y deseo, competían por ser los primeros en adquirir la pieza que todos ya consideraban un hito en el mundo del arte contemporáneo.
El cuadro, titulado Ángel Liberado, mostraba una figura angelical emergiendo de las sombras, sus alas desplegadas con un esplendor casi divino. El rostro del ángel, una amalgama de sufrimiento y liberación, parecía mirar directamente al alma de cada espectador, invitándolos a reflexionar sobre su propia lucha interna entre la luz y la oscuridad.
Era una representación poética y poderosa del viaje de Ethan y Lucas, un testimonio de su batalla por la verdad.
Los murmullos de la multitud llenaban la galería, un mar de voces excitadas y admirativas. Los coleccionistas y críticos de arte se movían como un banco de peces, sus ojos centelleando con el ansia de poseer una pieza de la historia viva.
Las ofertas subían rápidamente, cada cifra más alta que la anterior, mientras la obra de Ethan se convertía en el objeto de deseo más codiciado.
Paralelamente, fuera de la galería, los periodistas se agolpaban como buitres alrededor de una nueva presa, sus cámaras y micrófonos apuntando hacia Lucas, cuya inesperada revelación había sacudido los cimientos del escándalo que envolvía a Ethan.
La verdad sobre el asesinato de Javier había dado un giro inesperado, y los medios estaban ansiosos por capturar cada palabra de Lucas, cada gesto, cada expresión que pudiera añadir un nuevo matiz a la historia.
Lucas, ahora libre de las cadenas mentales que Lucian había forjado, se enfrentaba a los periodistas con una serenidad recién encontrada. Sus ojos, antes llenos de tormento, brillaban con la claridad de alguien que había recuperado su identidad y su voz.
— Fui manipulado — declaró, su voz firme resonando entre la multitud — Lucian me mantuvo cautivo, forzándome a acusar a Ethan para cubrir sus propios crímenes. Pero ya no soy su prisionero. La verdad es que Ethan es inocente y Lucian es el verdadero culpable.
Los periodistas, como un enjambre de abejas atraídas por el néctar, disparaban preguntas y tomaban notas frenéticamente, sus cámaras capturando cada momento. La revelación de Lucas era un terremoto en el panorama mediático, un rayo de verdad que atravesaba las mentiras tejidas por Lucian.
Las comparaciones entre la serenidad de Lucas y la desesperación de los periodistas eran palpables, cada uno jugando su papel en el gran teatro de la verdad y la justicia.
Mientras tanto, en un lujoso penthouse en el corazón de la ciudad, Lucian observaba el noticiero con una ira contenida que amenazaba con desbordarse. La pantalla mostraba a Lucas, hablando con una convicción y una fuerza que Lucian había intentado aplastar. Sus labios se fruncieron en una mueca de furia, sus ojos brillaban con un fuego oscuro y destructivo.
— ¿Cómo se atreven? — murmuró, su voz un susurro lleno de veneno — No pueden hacerme esto. No pueden…
La furia de Lucian era un volcán a punto de estallar. Sus manos, antes tan controladas y elegantes, temblaban de rabia. Sentía cómo su mundo, construido con mentiras y manipulaciones, comenzaba a desmoronarse. Cada palabra de Lucas, cada cuadro de Ethan, era un golpe a su control, una grieta en la fachada perfecta que había mantenido durante tanto tiempo.
La pantalla cambió a una imagen del cuadro de Ethan, el Ángel Liberado, y Lucian sintió una puñalada de odio y envidia. Esa obra, esa representación de libertad y redención, era una burla a todo lo que había intentado destruir. Su rostro, normalmente imperturbable, se desfiguró en una máscara de furia impotente.
En ese momento, Lucian comprendió que la guerra no había terminado, que la batalla por la verdad y la justicia continuaba. Pero ahora, el terreno había cambiado, y sus enemigos estaban más fuertes y más decididos que nunca.
La luz del arte y la verdad se alzaba contra la sombra de su manipulación, y cada paso que daban Ethan, Lucas y Clara era una declaración de guerra contra su tiranía.
La pantalla seguía brillando, mostrando las imágenes de la galería, de Lucas y Clara, de la verdad emergiendo de las sombras. Lucian, solo en su penthouse, juró que haría lo necesario para recuperar el control, para destruir a aquellos que se atrevieron a desafiar su poder.
Pero en su corazón, una sombra de duda comenzaba a crecer, la primera grieta en la armadura de su confianza absoluta. Y así, mientras la ciudad dormía y los ecos de la verdad resonaban en cada rincón, la batalla continuaba, una danza eterna entre la luz y la oscuridad, donde cada movimiento era crucial, y cada verdad revelada acercaba un poco más la victoria final de la justicia.