"Sombras de Sangre y Corona"

Capítulo 4: La Prueba del Fuego

Los días pasaban, pero Lilianne no descansaba. La mansión Ashford se había convertido en una prisión de silencio, un lugar donde las paredes susurraban secretos que nadie se atrevía a revelar. Su vida de noble había quedado atrás, casi desechada por el peso de los recuerdos que ahora ocupaban su mente. Elyra Morwen, la maga oscura, ya no era una leyenda olvidada. Ella era una presencia palpable, viva en su interior, exigiendo control y poder.

Damien Faelan, su único aliado en este oscuro camino, no la dejaba sola. Aparecía en los momentos en que su magia amenazaba con desbordarse, guiándola hacia nuevas profundidades, ayudándola a desbloquear lo que ni siquiera ella sabía que aún existía en su interior. Pero, mientras más poder adquiría, más se alejaba de la imagen de la niña noble que una vez fue. Ahora, cada rincón de la mansión Ashford le parecía ajeno, vacío, y su propio reflejo le era extraño.

Aquella mañana, mientras se preparaba en sus aposentos, Lilianne observaba el collar que colgaba de su cuello: un medallón de un antiguo emblema familiar, con el símbolo de una luna creciente y una espada cruzada, que había pertenecido a su madre. Su madre, la noble Lady Isolde, había muerto cuando ella era pequeña. Su recuerdo, borroso y lejano, era uno de los pocos vestigios de afecto que le quedaban. Aun así, la realidad era dura: su padre, Lord Gregory Ashford, nunca había mostrado el más mínimo interés por ella, y su madrastra, Lady Celeste, solo veía a Lilianne como una carga que debería haberse deshecho hace años.

Pero todo eso estaba por cambiar. La traición de su familia, los desdén y desprecios, iban a costarle muy caro.

Eldric Dreadmoor, un joven mago que trabajaba como tutor en la mansión, entró a la habitación sin hacer ruido. Era un hombre de cabello oscuro y ojos rojos, el tipo de persona que proyectaba una sensación de peligro y misterio. A pesar de su juventud, su presencia era inquietante. Nadie sabía mucho de él, pero se rumoraba que era un mago con un oscuro pasado.

—He oído hablar de tus progresos, Lady Ashford —dijo Eldric, con una voz grave y cálida, pero al mismo tiempo extraña. Se acercó con pasos silenciosos, observando el medallón en su cuello. —¿Te has preguntado alguna vez por qué el símbolo de tu madre parece tan… familiar?

Lilianne lo miró, sus ojos violeta fulgurando con desconfianza. —¿Qué quieres decir?

Eldric sonrió, pero era una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. —Es más que un simple emblema. Es un símbolo antiguo, una marca de poder. Quizá, si buscas en los registros, entenderás lo que realmente representa. Pero, por ahora, debes prepararte para la Prueba del Fuego.

Lilianne frunció el ceño, el eco de esas palabras resonando en su mente. La Prueba del Fuego era algo de lo que había oído hablar en la oscuridad de las leyendas, una prueba que solo los magos más poderosos tenían que enfrentar. Una prueba que podía significar la muerte o el despertar absoluto.

—¿Por qué me hablas de esto? —preguntó, manteniendo su tono severo.

Eldric dejó escapar un suspiro, su mirada fija en ella. —Porque sé lo que eres capaz de hacer. El fuego es la única forma de que tu poder tome forma completa. Si eres realmente la heredera de lo que te pertenece, deberás enfrentarlo y dominarlo. La magia oscura no perdona, y el fuego… solo quemará a aquellos que no estén listos.

Lilianne lo observó en silencio por unos segundos, su mente trabajando con rapidez. Este hombre, aunque misterioso y peligroso, podría ser clave para desbloquear lo que Elyra Morwen había sido. Decidió que debía seguir su consejo, aunque tuviera que soportar el dolor y el caos que la esperaban.

—¿Cuándo comienza? —preguntó finalmente, su voz baja, pero llena de una determinación palpable.

Eldric la miró, una chispa de admiración brillando en sus ojos. —Esta misma noche. Estaré esperándote en el Bosque Oscuro. La Prueba del Fuego solo puede llevarse a cabo en un lugar donde la magia sea pura, y ese lugar esconde secretos que solo los verdaderos magos pueden comprender.

El sol comenzaba a ponerse cuando Lilianne salió de la mansión sin hacer ruido, vistiéndose con ropas oscuras que no llamarían la atención. Caminó con paso firme hacia el bosque que se extendía más allá de los jardines de la mansión. Sabía que lo que estaba a punto de enfrentar no solo pondría a prueba su poder, sino también su voluntad de vengar lo que su familia le había arrebatado.

El Bosque Oscuro era un lugar prohibido para la mayoría de los nobles. Solo los magos y las criaturas de las sombras se aventuraban en su interior, donde el aire parecía vibrar con magia antigua. Cuando Lilianne llegó al lugar designado, vio a Eldric de pie junto a un círculo de piedras. El aire estaba cargado de energía, y el eco de una tormenta le recorría el cuerpo.

—El fuego vendrá de ti, Lilianne —dijo Eldric, su voz reverberando en el aire pesado. —Recuerda, solo al aceptar el dolor y el caos podrás dominarlo.

Lilianne asintió lentamente, su respiración se hizo más profunda, y una oscura energía comenzó a girar en su interior. Sabía lo que debía hacer. Cerró los ojos y se sumergió en su mente, buscando la fuente de su poder.

En el instante en que sus dedos se levantaron, el aire se calentó, y una llama oscura comenzó a danzar sobre sus manos, no un fuego común, sino uno nacido de la magia que una vez había dominado. La llama era fría y ardiente al mismo tiempo, y cuando se expandió, los árboles alrededor comenzaron a crujir, como si la naturaleza misma temiera el poder recién desatado.

Eldric observaba en silencio, sus ojos brillando con satisfacción. —Lo has hecho. El fuego está en ti. Ahora, solo queda aprender a controlarlo.




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